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Ciencia-ficción: 'Freejack: sin identidad', de Geoff Murphy

Acudir de forma impenitente al cine todos los fines de semana y poder dar cuenta de la totalidad de los estrenos era algo muy sencillo hace veinticuatro años en mi ciudad natal. Con sólo tres salas —y dos cines— para cubrir la oferta cinematográfica, plantearse un doblete en dos de ellas un viernes y el sábado acudir a la tercera a dar cuenta de la posible novedad de taquilla, si es que la había, terminó por convertirse en práctica habitual. Y aún así, aún acudiendo de forma religiosa cada siete días al cine, y aún dando prioridad a según qué géneros, había títulos que se me terminaban escapando. 'Freejack: sin identidad' ('Freejack', Geoff Murphy, 1992), como podréis imaginar, fue uno de ellos.

Directo responsable de ello fueron los pobres comentarios que hacia la cinta había podido leer en Fotogramas y el que, seamos francos, por mucho que fuera ciencia-ficción, no daba muy buenas sensaciones que un filme contara en su reparto con Mick Jagger. Dos décadas y media más tarde, elaborando la lista de lo que iba a tener cabida durante el transitar por los años noventa de este ciclo dedicado al género, me topé de nuevo con la cinta y, aunque mis reticencias a verla no habían mutado en exceso en estos cinco lustros, me dije, ¡qué demonios! Los resultados, como cabía esperar, han sido de todo menos satisfactorios.

'Freejack', previsible hasta decir basta

Y lo cierto es que, al menos en lo que concierne a su premisa de partida, 'Freejack' podría haber dado bastante más de sí. El guión, firmado a seis manos entre Steven Pressfield, el hoy semi-reputado Dan Gilroy en su primer trabajo profesional y el legendario Ronald Shusett, arranca presentándonos a Alex Furlong, un piloto de carreras que, en el momento en que sufre un accidente mortal, es trasladado de 1991 al año 2009 para servir de nuevo cuerpo a la mente de un desconocido millonario. Pero durante su recuperación, Alex despierta y logra escapar, convirtiéndose en el freejack del título y perseguido por el implacable Vacendak, una suerte de cazarrecompensas.

Paradójicamente, y antes de entrar a valorar de forma plena el libreto, hay que admitir que en última instancia el que mejor se lo pasa de toda la función y, por ende, el que más hace disfrutar al espectador durante sus muy prolongados 110 minutos —que podían haberse quedado perfectamente en hora y media sin que la cinta hubiera sufrido ni un ápice— es el Mick Jagger que encarna al citado Vacendak: su hieratismo bien entendido mezclado con un soterrado tono de cinismo y aderezado con su peculiar acento británico —visto en V.O, claro está— da como resultado un cóctel irresistible que, además, tiene uno de los mejores momentos de la acción, el de la cuenta atrás que da pie al clímax.

Ahora bien, puestos a seguir sopesando la labor interpretativa del resto del reparto, la balanza comienza a desequilibrarse cuando hemos de considerar, bien lo que respecta a Emilio Estévez, bien a una Rene Russo que cumple sin más —y que, fallo más abultado de la cinta, no envejece en los dieciocho años que transcurren entre el comienzo de ésta y el futuro que es el 2009— o un Anthony Hopkins que tuvo que arrepentirse bastante de su testimonial y desangelada intervención aquí cuando, con la cinta todavía en cartel en Estados Unidos, se llevó el Oscar por su Hannibal Lecter de 'El silencio de los corderos' ('The Silence of the Lambs', Jonathan Demme, 1991).

Sumando sólo en la parte positiva a un melifluo Jonathan Banks, es como decía antes en el desarrollo de la acción donde 'Freejack' pasa de ser un filme interesante a uno que interesa más bien poco: trascendido su enérgico arranque, la cinta se resume en una persecución tras otra y en intentar estirar lo máximo posible la revelación de la identidad del "villano" detrás del infortunio que recae sobre el héroe encarnado por Estévez. Una revelación que, huelga decir, se ve venir a la legua tanto en contenido como en la forma en que va a quedar expuesta, echando por tierra de un plumazo la limitada cuota de originalidad que la producción atesoraba inicialmente.

Sin poder asirnos a la dirección de Geoff Murphy —ramplona y sin ingenio— el único otro aspecto relevante de la función es su diseño de producción, que cumple bastante bien en la visualización del Nueva York de 2009. Una Gran Manzana que sin darse mucho a la fantasía, nada tiene que ver con la que podíamos encontrar hace siete años en el "mundo real" pero que, curiosamente, aparece jalonada por un inmenso rascacielos al modo del One World Trade en el lugar donde deberían estar las Torres Gemelas. Vamos, que si me apuráis casi podríamos atrevernos a tildar a esta cinta de visionaria.....naaaah, dejémoslo en una afortunada casualidad.

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