En este mismo ciclo, hace poco más de un mes, os hablaba de ‘Spaceways’ (id, 1953), una de las películas de la etapa menos conocida de Terence Fisher, la inicial, compuesta de más de veinte títulos que aún a día de hoy permanecen como un período a descubrir dentro de la filmografía de uno de los directores más importantes dentro del género fantástico y de Sci-Fi. En el mismo año que la citada Fisher filmó ‘Four Sided Triangle’, probablemente el film más importante de dicha etapa por cuanto se anticipa a muchos de los elementos que le darían la fama posterior en sus tratamientos de los personajes de Drácula y Frankenstein.
El propio director declaró varias veces que la presente película era la más importante de su filmografía en aquellos primeros años en los que trabajó para la mítica productora británica Hammer Films. Un film que establece apuntes muy interesantes sobre el amor –más bien el deseo sexual que de él se puede derivar−, la clonación, los orígenes, y cómo no, los peligros de la ambición humana a la hora de los avances científicos. Todo ello filmado en un blanco y negro que va tornando de tonos claros a oscuros según avanza el relato.
La fotografía del habitual colaborador de Fisher en aquellos años, Reginald H. Wyer –quien nos dejó trabajos muy inspirados como en ‘Nigh of the Eagle’ (id, Sidney Hayers, 1962)− es uno de los pilares fundamentales de ‘Four Sided Triangle’. La película da comienzo como si de un cuento infantil se tratase, con dos niños, Bill y Ronin, que juegan a batirse en duelo por el amor de una niña, Lena. El ganador es Ronin, lo que provocará una reacción en Bill que definirá para siempre su carácter. Elipsis de varios años, los dos niños se han convertido en científicos brillantes y Lena ha fracasado en su intento de conseguir fama fuera del pueblo.
Bill, de origen humilde pero extremadamente inteligente, y Ronin, hijo de un poderoso hombre de negocios, consiguen lo imposible, una máquina que duplica cualquier tipo de materia, exceptuando seres vivos. La noticia es una bomba, y personas influyentes, como el padre de Ronin, aportan su dinero sólo cuando ven las infinitas posibilidades comerciales, lo cual sirve a Fisher para lanzar un dardo envenenado a los intereses económicos como motivación para cierto tipo de personas.
Un triángulo de cuatro lados
El anuncio de matrimonio entre Lena, que se ha convertido en la fiel ayudante de ambos científicos, y Ronin, provoca el principal punto de inflexión del relato, a partir del cual la fotografía e Wyer se va volviendo más sombría. ‘Four Sided Triangle’ viaja entonces hacia los lugares más oscuros del ser humano como toda buena ciencia-ficción, planteando situaciones que evocan al famoso Frankestenin, Bill ensayará continuamente hasta conseguir clonar vida con una clara intención de lo más inquietante: clonar a Lena, planteándose así un menage a trois de lo más terrorífico en sus posibilidades.
Todo un precedente de dos de las más grandes obras de Fisher, ‘Frankestein creó a la mujer’ (‘Frankenstein Created the Woman, 1967) y ‘El cerebro de Frankestein’ (‘Frankestein Must be Destroyed’, 1969). El experimento no sólo tendrá éxito, sino que alcanzará la perfección más absoluta al comprobar que la copia de Lena, Helen –la misma actriz, Barbara Payton− no sólo es una reproducción exacta de aquélla, sino que tendrá sus mismos recuerdos y sentimientos. La ironía está servida en bandeja de plata: el amor no correspondido de Bill frente al que también atormenta a Helen, pues ella también está enamorada de Ronin.
El citado uso de la fotografía completa, al lado de la inteligente planificación, la mano que Fisher tenía para narrar con la imagen. Atención a la disposición de los personajes dentro del plano como aquellos compartidos por Helen y Bill, con ella dando la espalda a la cámara. La falta de verdadera identidad de un ser humano, que en realidad no es más que una copia de otro. Un “monstruo” convertido realmente en víctima, producto de las inquietudes del verdadero monstruo del relato, Bill.
Ciencia-ficción muy efectiva, incluso atrevida en sus planteamientos y soluciones, a pesar de un final quizá algo complaciente, pero que curiosamente hermana al film con las futuras incursiones vampíricas de Fisher.
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