Tachada en su momento en los mismos términos que el año anterior había sufrido la muy infravalorada 'Dune' (id, David Lynch, 1985), vaya por delante que pese a sus problemas —que los tiene— servidor siempre ha apreciado en lo que vale la cinta que hoy ocupa nuestra atención en el ciclo de ciencia-ficción. Lo hice aquél primer momento hace casi treinta años cuando acudí al cine a visionarla por primera vez. Lo continué haciendo en los incontables visionados que fui dedicándole toda vez el VHS entró a formar parte de mi videoteca. Y pude constatar su más que correcto envejecimiento hace nueve años cuando la vi por última vez...en las horas previas a mis esponsales.
Dejando de lado la anécdota de la boda —si alguien se pregunta por qué fue ésta y no cualquier otra la elegida para matar el tiempo antes de la ceremonia la respuesta es simple...era de lo poco que quedaba por casa de mis padres— y centrando el discurso, hay que dejar constancia que el hecho de haber valorado siempre esta extraña propuesta de la Fox que se estrelló de forma inmisericorde en la taquilla estadounidense tiene que ver, precisamente, con su particular y única personalidad, toda una rareza para un filme de ciencia-ficción que apuesta por alejarse de los tonos de space opera tan característicos de la década de los ochenta para centrarse en la relación entre dos personajes.
'Enemigo mío', una rareza
De hecho, añadido a la valentía de querer narrar la imposible historia de amistad entre un humano y un extraterrestre con cuya raza está en guerra nuestra civilización, es muy evidente a la luz de cualquier aproximación a la cinta que su mejor baza inicial reposa sobre los muy eficaces hombros de Dennis Quaid y un irreconocible Louis Gossett Jr.: humano y drac obligados a aunar esfuerzos para sobrevivir en la hostil superficie del planeta al que ambos van a parar cuando se estrellan sus respectivos cazas espaciales, el trabajo de ambos intérpretes consigue desde el principio hacer creíble la paulatina amistad surgida de la necesidad mutua que se forja entre ambos.
Es pues en las muchas escenas que ambos comparten a lo largo de los casi 110 minutos de duración donde 'Enemigo mío' ('Enemy Mine', Wolfgang Petersen, 1986) encuentra aquello que otras latitudes del filme no ofrecen u ofrecen parcialmente como es el caso de la dirección de Wolfgang Petersen: el teutón, que sustituyó a Richard Loncraine después de que el británico fuera "invitado a salir" tras varias semanas de rodaje en Islandia y Budapest —al parecer, el presupuesto se había comenzado a disparar y los dailies eran un desastre— no consigue tomar completo pulso a la historia, y hay en el transcurso de la misma suficientes argumentos que aportar en un sentido u otro.
En la "parte positiva", habría que destacar la delicadeza con la que Petersen trata y potencia la historia de amistad entre Willis E. Davidge —Quaid— y Jeriba Shigan —Gossett— y el partido que saca tanto a los parajes naturales de Lanzarote como a los estudios donde se construyeron el lago en el que transcurre una de las secuencias fundamentales del metraje. En la "parte negativa" —esto parece el 'Un, Dos, Tres'— la poca efectividad que la cinta ostenta en su vertiente de acción, ya sea la que tiene lugar en el espacio exterior, ya la que vemos en el clímax final a bordo de la nave de los abusivos mineros humanos.
De haberse cuidado mejor un aspecto que se mueve oscilante entre lo mediocre y lo desangelado, la percepción sobre esta curiosa propuesta del género se habría elevado varios enteros. Los mismos que habría sumado si la elección del compositor asignado a subrayar en lo musical el desarrollo de la historia no hubiera sido un Maurice Jarre que, mezclando sonidos sintéticos con orquesta, sólo encuentra las sonoridades correctas en el tema que acompaña a la secuencia que describe el paso del tiempo de Davidge junto al pequeño Zammis. Un tema que entronca de lleno en lo que el francés entendió siempre por épica y que no casa en absoluto con el resto del score.
Con todo, retomo el discurso del inicio de la entrada para afirmar de nuevo que aún a pesar de los inconvenientes comentados y de que el ritmo de la narración sea extraño e irregular, hay que apreciar 'Enemigo mío' por lo mucho de nadar contracorriente que tuvo la osada producción de la Fox. Una producción que contando con una extensa campaña de marketing no logró recuperar más que un tercio de su presupuesto situándose —inmerecidamente, debo añadir— a la altura de los otros dos grandes fracasos firmados por el artífice de 'La historia interminable' ('‘Die unendliche Geschichte’, 1984) en su trayectoria americana.
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