Ciencia-ficción: 'Días extraños', de Kathryn Bigelow

Ni venir firmada por James Cameron tanto en historia como en guión —un año después de que el cineasta nos hubiera ofrecido el espléndido espectáculo que fue 'Mentiras arriesgadas' ('True Lies', 1994)—. Ni contar como actor principal con un Ralph Fiennes que llevaba dos años demostrando su enorme talento como intérprete de mano de Spielberg y Robert Redford.

Ni el estar comandada por Kathryn Bigelow, cuyos dos anteriores filmes me habían parecido cuanto menos interesantes en lo que a realización respecta. Ni el hecho fundamental de pertenecer a un género tan adorado; fueron suficiente para que, hace veintiún años, considerara a 'Días extraños' ('Strange Days', 1995) algo más que un discreto entretenimiento con algún apunte brillante.

Realidad demasiado virtual

No habiéndola revisado en las dos décadas que han transcurrido desde entonces, lo primero que me ha llamado la atención al hacerlo de cara a esta entrada del ciclo de ciencia-ficción es lo mucho que recordaba de las más de dos horas de metraje con la que Bigelow y Cameron nos acercaban, cuatro años antes, a un Los Ángeles de 1999 tremendamente real en el que sólo un pequeño elemento sirve para poder clasificar a este filme con espíritu de thriller dentro del género que aquí abarcamos.

Dicho elemento, una diadema que conecta con nuestras sinapsis y permite grabar lo que vemos o reproducir lo que otros han visto añadiendo a la experiencia las sensaciones vividas por el usuario es, como digo, la fina línea que separa la ciencia-ficción del mero thriller políciaco. Uno que, seamos francos, de no haber contado con el añadido del gadget carecería de más interés que el que puede dársele a cualquier producción al uso con un supuesto giro final de esos que, por supuesto, se ve venir a la legua.

Tanto en su arranque, como en su desarrollo, es la inclusión del 'SQUID' —"Superconducting Quantum Interference Device" o, en cristiano, Dispositivo superconductor de interferencia cuántica— la que hace que el relato no caiga en un tedio que hace su aparición de forma puntual cuando el discurrir de la acción se vuelve algo repetitivo e insiste en lo muy enamorado que está el personaje de Fiennes del encarnado por Juliette Lewis, y lo mucho que está dispuesto a renunciar por ella.

'Días extraños', final de órdago

La dirección de Bigelow, enérgica e imaginativa en los momentos en que se nos muestra la realidad vista en primera persona —algo que veremos en breve en ese curioso experimento que parece que será 'Hardcore Henry' (id, Ilya Naishuller, 2015)—, se trueca en desangelada y poco virtuosa cuando se pasea por un Los Ángeles siempre nocturno fotografiado con bastante acierto, eso sí, por Matthew F. Leonetti.

Afortunadamente, las muy convincentes interpretaciones de Fiennes, Lewis, la impetuosa Angela Bassett o Tom Sizemore, consiguen, junto a todo el clímax de la cinta, bien ir tapando en su avance las trabas que ésta se encuentra por mano de su realización y su guión, bien dejarnos un espléndido sabor de boca gracias a lo espectacular de una secuencia en la que intervinieron más de 14.000 personas a los pies del Westin Bonaventure Hotel.

Rodada, ahora sí, con un pulso excelente —acaso lo único que chirría de toda ella es la conversación entre Fiennes y Sizemore y la forma en la que está editada—, la traca final de 'Días extraños' y su apabullante empuje se alza indiscutible como la mayor virtud de la producción de la Fox junto a sus actores y el sucinto tono de oscura sátira acerca de esa decadencia de la tecnología audiovisual a la que, tarde o temprano, parece que está abocada la humanidad.

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