Seguimos en este ciclo de ciencia-ficción con otro de los innumerables títulos realizados en la década de los cincuenta, década señalada por muchos como la cumbre del séptimo arte. Muchos años antes de que el hombre llegase a la Luna, el cine fantaseó sobre ello en películas como la que hoy nos ocupa, ‘Cohete K-1’ (‘Rocketship’, Kurt Neumann, 1950), la cual posee un simple valor histórico por ser el primer film que muestra las consecuencias de una guerra atómica.
La película pertenece a la filmografía del artesano Kurt Neumann, cuyo recuerdo estará siempre con ‘La mosca’ (‘The Fly’, 1958) y cuya temprana muerte a los 50 años —con todo dejó tres películas listas antes de fallecer— nos privó de un director que podría haber dado lo mejor de sí en años posteriores. ‘Cohete K-1’ recuerda sobremanera a ‘Con destino a la luna’ (‘Destination Moon’, Irvin Pichel, 1950) con la que compitió ferozmente por la taquilla en el momento de su estreno.
Cuando George Pal anunció que iba a rodarse el film citado, la producción del film de Neumann se aceleró para llegar a las pantallas antes que aquél. Toda la seriedad que contiene el muy aburrido film de Pichel se encuentra aquí con algunos de los planteamientos más delirantes jamás vistos en una película de ciencia-ficción. Se trata de una de esas películas clásicas que además de verlas con el desconocido sentido de la perspectiva que les falta a muchos, con sentido del humor, o el visionado será insufrible.
Atrevimiento o imaginación
A todos los detalles científicos del viaje —viajan sin traje espacial y arreglan el problema de la gravedad con una cabina giratoria en la cabeza del cohete— hay que sumar os desencadenados del atrevido guión que plantea un descuido en el viaje y los tripulantes de la nave se encuentran en cierto momento llegando a Marte. Como llevan combustible de sobra (¡¡¡) no hay problema y así tendrán la oportunidad de visitar el famoso planeta rojo por el cual se pasearán sin traje ya que hay atmósfera.
Allí descubrirán, como quien descubre el nuevo mundo, una civilización acabada como consecuencia de una guerra atómica —faltaba poco para que el cine mostrase sus profecías al respecto en nuestro propio planeta—, y en la que los únicos supervivientes que quedan parecen cavernícolas, que además no aceptarán la visita de extraños. El regusto naif que tienen las secuencias en Marte, filmada con tonos rojos, es de lo más agradable de una cinta en la que no faltan incluso detalles machistas.
Lloyd Bridges al frente de un reparto más o menos desconocido es el encargado de minusvalorar, y luego enamorarse, cómo no, del personaje al que da vida una muy atractiva Osa Massen, una doctora muy capacitada para un trabajo, que se presume en aquellos tiempos, de hombres. Las relaciones personales son, de todos modos, lo que menos interesa en una película que curiosamente va ganando en calidad según avanza. Ello es debido a la contundencia con la que Neumann narra los hechos y algunas decisiones de puesta en escena más inteligentes de lo que parecen.
Detalles
Por ejemplo, a la hora de mostrar a los habitantes de Marte, no hay un solo plano cercano a ellos, manteniendo así cierto misterio sobre los mismos. En 1982 el experto en efectos visuales Dennis Muren fue contratado para rellenar con algunos efectos más el film, como ciertos planos del cohete antes de despegar. Un trabajo de restauración podría decirse, o algo que se adelantaba a lo que George Lucas hizo con su primigenia trilogía galáctica y que tampoco es que arregle demasiado.
‘Cohete K-1’ es una película que puede salvarse de la quema absoluta, el atrevimiento con el que está realizado puede compensar lo sosa que resulta en muchos de sus momentos, algo que también tenía, y en grandes porciones el trabajo comentado de Pichel y otro film comentado en este ciclo: ‘La conquista del espacio’ (‘Conquest of Space’, Byron Haskin, 1955) en la que el viaje es a Marte también por error, sin duda el elemento más delirante del argumento.
Dicho viaje a Marte se introdujo en el guión porque George Pal emprendió acciones legales contra los productores de ‘Cohete K-1’ por similitudes argumentales. Eran otros tiempos, y Pal era un todopoderoso e influyente productor. Por otro lado el perseguido Dalton Trumbo intervino en la escritura del libreto. Lo cierto es que ninguno tiene motivos para sentirse satisfecho, pero al menos la presente contiene un final que no se ve venir y al que no se atreverían jamás hoy día. Sin duda, lo mejor de la película.
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