La premisa de ‘Cielo Rojo Sangre’ de Netflix suena muy interesante sobre el papel. Una película de terror alemana sobre una mujer con “una misteriosa enfermedad” que se ve obligada a actuar cuando un grupo de terroristas intenta secuestrar un vuelo transatlántico nocturno. Para proteger a su hijo tendrá que revelar un oscuro secreto, y desatar su monstruo interior, lo que viene siendo un vampiro. Promete una odisea durante un viaje nocturno llena de sangre y acción.
Sin embargo, Peter Thorwarth, director de la famosa ‘La ola’ (The Wave, 2008), no acaba de sacarle jugo a la propuesta y parece ir sorteando algunos puntos clave para que una obra de concepto limitado consiga crear la tracción necesaria para llegar a la meta sin tambalearse. La idea es una especie de híbrido entre ‘Pasajero 57’ (Passenger 57, 1992) y el final de ’30 días de oscuridad’ (30 Days of Night, 2007), un thriller de acción en el cielo al que le hemos añadido un toque fantástico y de terror, sin tirar necesariamente del humor de ‘Serpientes en el avión’ (2007).
Ni acción ni (suficiente) hemoglobina
Su duración de dos horas juega ya en contra desde el primer momento. Incluso sin tardar demasiado en revelar su primera carta, la cantidad de minutos por delante en un viaje con polizón contra a terroristas no está apoyada con un guion con suficientes mecanismos de suspense ni una situación claustrofóbica elaborada. ‘Cielo rojo oscuro’ carece de tensión y la dirección resulta excesivamente plana para mantener las cosas excitantes tanto tiempo.
Con algunas ideas en común con ‘Non-Stop’ (2014), uno no puede evitar pensar en cómo sería esta película en manos de Jaume Collet-Serra, un director con tanto talento para el terror como para la acción en espacios limitados. El movimiento y el virtuosismo visual de películas como ‘El pasajero’ (The Conmuter, 2018) se convierten aquí en una puesta en escena televisiva y sin sabor, que apenas hace esfuerzo por tratar de adornar la idea de que estamos viendo un film de vampiros.
Aunque la trama está bien llevada –tampoco hay anda que nos llegue a sacar de la historia y nunca cae en el ridículo–, no hay nada especialmente sorprendente o vibrante en ‘Cielo rojo sangre’, haciendo gala de una frialdad poco recomendable en un thriller de vuelos en peligro y terror. Tampoco hay un peso dramático importante en un planteamiento serio, que tampoco sirve para darle la vuelta a la idea como un film de supervivencia, donde la relación de Nadja y Elias recuerda el vínculo entre Martin Freeman y su pequeña hija en ‘Cargo’ (2018).
Un viaje demasiado largo sin catering
Como ‘Maggie’ y otras películas recientes, el elemento de horror amenazan las relaciones familiares articulando los rasgos de afecto como reacciones físicas primarias, pero en este caso tampoco logra conmover o crear un desafío moral como el de la madre de ‘The Strain’ (2014), cuyo episodio piloto, además, conjugaba vampiros y aviones imitando la llegada del Démeter a Whitby con un Boeing desolado. Quizá lo mejor que se pueda decir es que los vampiros aquí son como los de ’30 días de oscuridad’.
Un diseño de bestias animales que atacan con crueldad y sin preocuparse por los chorros sangrientos que inviten a pensar en una obra más efectiva en el plano de género, pero que no llega a culminar ni mejorar lo visto en ‘Una pandilla alucinante’ (Monster Squad, 1987), cuando Drácula era transportado en un avión con resultados letales, o ‘El pasajero nocturno’ (The Night Flyer, 1997), la adaptación del relato del chupasangre de Stephen King que se desplaza en avioneta.
‘Cielo rojo oscuro’ es un terror transatlántico que combina acción y drama pero carece de emoción real. Pese a su corrección sabe a poco, más en un verano en el que la trilogía ‘La calle del terror’ (Fear Street, 2021) ha puesto el listón muy alto en Netflix. No ayuda que su estética visual recuerde demasiado a las producciones alemanas para las tardes de fin de semana, en el peor de los sentidos, y no hay un desarrollo trepidante contrarreloj a lo ‘Decisión Crítica’ (Executive Decision, 1996), pero como tantos originales mediocres de la plataforma puede servir para ocupar tiempos muertos.
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