Se habló mucho de 'Juego de Tronos' cuando Amazon estrenó la primera temporada de 'El Cid' el pasado mes de diciembre. Hasta cierto punto era inevitable, pero también un poco injusto, porque el presupuesto de la serie española seguro que está muy alejado del que disfrutó la serie de HBO, sobre todo a medida que fueron avanzando las temporadas y cosechando un éxito histórico.
Por mi parte, disfruté pero sin especial entusiasmo lo que vi en los cinco primeros episodios de 'El Cid'. No puedo decir que estuviera deseando ver la segunda temporada, pero la sorpresa ha sido tremenda, ya que es mucho mejor que su predecesora, elevando la épica hasta un nivel pocas veces visto en el audiovisual español. Sigue sin ser, ni de lejos, la 'Juego de Tronos' española, pero ahora la comparación no le hace tanto daño.
Un crecimiento innegable
'El Cid' es una serie que bebe de una historia real. Está claro que no la sigue al dedillo, pero sí que es un hilo conductor claro para contarnos la historia de Rodrigo Díaz de Vivar, aquí interpretado por Jaime Lorente. Eso supone que hay muchos otros personajes a su alrededor que impactaron su vida de una forma u otra, tantos que la primera temporada se resentía porque simplemente no había suficiente espacio para todos y muchas tramas se quedaban a medio gas.
Eso es uno de los primeros problemas que soluciona esta segunda temporada, donde las cartas están encima de la mesa desde el principio y la historia simplemente va avanzando hacia algo que consigue hacer sentir como inevitable en lugar de una mera obligación histórica. Curiosamente, una cosa que ayuda a ello es que varios personajes han ido desapareciendo por el camino, permitiendo esto crear una línea narrativa más clara que permite al espectador sumergirse más fácilmente en lo que sus responsables te están contando.
Otro paso en la dirección correcta es que se percibe un auténtico crecimiento en el protagonista. El propio Lorente comentaba en la entrevista que nos concedió que “Ruy está mucho más cerca del caballero que todos esperamos”, y no le falta razón. Una de las cosas que más me llamó la atención de esta segunda temporada es que mantiene la determinación mostrada en la primera, pero también el agotamiento, tanto físico como mental, que sufre. Es como si estuviera al límite de su paciencia y simplemente quisiera que le dejasen actuar a su manera, pero las circunstancias y su sentido de la lealtad no lo permiten.
Eso sí, no esperéis ver ahí ese aura de rebelde que Lorente dotó a otros personajes suyas. Aquí va más por el camino de la rabia interior, explotando la misma en las escenas de batalla, pero dando pie también a situaciones de gran intensidad cuando hay que usar la palabra y no la espada. A cambio, es cierto que las escenas que giran más hacia lo sentimental resultan menos interesantes, pero tampoco algo que desentone, sirviendo además para ofrecer un retrato más completo de Ruy.
Luces y sombras
Dicho esto, las escenas de batalla vuelven a ser, con diferencia, lo mejor de 'El Cid'. Se mantiene tanto la intensidad como la brutalidad de las de la primera, pero ampliando la escala de forma muy afortunada siempre que la ocasión lo requiere, consiguiendo además unos niveles de épica totalmente inesperados. Todo ello sin desdeñar combates más íntimos, también resueltos con mucha más pericia de la habitual cuando una producción española intenta abordar algo así.
También noto una progresión en las actuaciones. Sigue sin darse un nivel estelar, pero en general todo resulta más convincente, incluso aquellos intérpretes que no me terminaron de convencer en la primera temporada. A cambio, sigue habiendo quizá demasiados personajes, lo cual impiden que todos tengan la entidad necesaria para que sus historias tengan el impacto buscado -pienso, por ejemplo, en el caso de Álvaro Rico-. No obstante, es algo que resulta menos molesto que en la primera, incluso cuando abre algunas tramas que recuerdan quizá en exceso a otras de 'Juego de Tronos' para no hacer nada memorable con ellas.
Y es que es verdad que 'El Cid' hubiese agradecido tener algo más de espacio para captar las implicaciones de todo lo que sucede. Un buen ejemplo de ello lo tenemos en que estos cinco episodios cubren unos siete años de historia, pero a la hora de la verdad eso es algo que no se transmite. En su lugar parece que sea más una cuestión de meses. Entiendo que se hace para que todo resulte más compacto y emocionante, pero el equilibrio entre reflejar cómo afecta la historia a los personajes y los personajes a la historia sigue sin resultar el idóneo.
Como contrapartida a ello tenemos que los guionistas de 'El Cid' no se cortan tomando ciertas licencias para añadir más dramatismo a la historia, fomentando así la necesidad del espectador por ver cómo se aclara todo. Pero haciéndolo a través de la serie en vez de limitarse a recurrir a Wikipedia o un libro de historia para cubrir ese vacío de conocimiento.
Por decirlo más claramente, la segunda temporada engancha y quieres seguir viendo episodios. Es cierto que hay algo de culebrón para conseguirlo -todo ello sin renunciar nunca a ese tono solemne presente desde el primer episodio-, pero estamos ante una serie inspirada en hechos reales, no ante una lección de historia. Si quieres tomártela únicamente como eso -que además sería imposible hacerlo completamente-, mejor será que ni te acerques a ella.
En resumidas cuentas
Quedan detalles por pulir, pero el salto de la primera a la segunda temporada ha sido bastante notable. Sus virtudes se mantienen y amplían, mientras que sus debilidades siguen estando ahí, pero pierden peso y molestan menos, sobre todo a medida que pasan los episodios y las batallas ganan cada vez más peso. Ya solamente queda que terminen de desmelenarse en posteriores temporadas, eso siempre y cuando Amazon decida continuar adelante con ella.
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