Disney lleva muchos años apostando por el cine de animación, las adaptaciones en imagen real de sus grandes clásicos animados y sus grandes franquicias -Star Wars y Marvel-, dejando poco espacio para sacar adelante otro tipo de propuestas. Además, cuando lo hace no suele funcionar demasiado bien. Ahí tenemos ejemplos como los de ‘John Carter’, ‘El llanero solitario’, ‘Tomorrowland’, ‘La hora decisiva’ o ‘Un pliegue en el tiempo’.
Ahora es el turno de ‘Christopher Robin’, una película que recupera a Winnie the Pooh y el resto de criaturas creadas por A. A. Milne en una propuesta de corte familiar bastante habitual en la compañía no hace tanto tiempo y que hoy ha ido dejando un poco de lado. El resultado se queda lejos de ser una experiencia inolvidable pero sí es una cinta que sabe cuáles son sus puntos fuertes y cómo jugar con ellos para hacer disfrutar al espectador.
Inocencia sin ápice de cinismo
Lo primero que hay que tener claro al enfrentarse a una película como ‘Christopher Robin’ es que vas a encontrar una propuesta blanca, es decir, adecuada para todos los públicos, en la que se van a recuperar valores más propios de otras épocas en las que el cinismo no campaba a sus anchas. Esto último no es necesariamente malo, pues hay situaciones en las que hace falta adoptar esa postura, pero la cosa se complica cuando quieres que todo se ajuste a tu criterio en lugar de amoldarte tú al que busca la película.
Hay veces en los que eso es sencillamente imposible por echar mano de ingredientes que resultan ofensivos a la inteligencia, pero en ‘Christopher Robin’ eso no sucede. Aquí simplemente se busca recuperar el sentimiento de magia infantil pero recurriendo a un protagonista adulto que ha dejado atrás los sueños que tenía entonces para sacar adelante a su familia y llevar la vida que se supone que debía tener.
Eso es algo que se aborda desde la sencillez, sin aportar nada que uno no esperaría de un relato de esas características. Es decir, primera va mostrando como su empeño en ser quien se supone que debería ser va deteriorando su vida privada, luego regresa a ese mundo imaginario que creo de pequeño y poco a poco va viendo las bondades de disfrutar de la vida en lugar de ir aplazándolo todo.
‘Christopher Robin’ vuela bajo pero no se estrella
El director Marc Forster tampoco se complica mucho desde la puesta en escena, pero sí que busca potenciar visualmente el encanto de Pooh y el resto de personajes animados. Ahí es cuando ‘Christopher Robin’ abraza por completo su componente familiar, centrándose en recuperar los elementos que hicieron que millones de personas a lo largo del mundo se encariñasen con ellos.
Por mi parte, este universo en concreto siempre me había provocado cierto rechazo, principalmente porque Pooh me resultaba un tanto empalagoso. Ese punto sí que se modula sin traicionar las características del personaje para que el visionado de la película resulte agradable. Eso sí, uno tiene que ser consciente de que la película tiene un techo bastante bajo y ni siquiera llega a tocarlo en ningún momento.
Algo que sí juega a su favor es la eficaz interpretación de Ewan McGregor, el único humano de la película que cuenta con un personaje con cierta sustancia al que hincar el diente. El resto cumplen, pero son un constante recordatorio de que tampoco hacía falta mucho más para que ‘Christopher Robin’ pudiera ser buena en lugar de simpática. Además, ese encanto que busca potenciar en todo momento alcanza curiosamente su máximo esplendor en la escena post-créditos.
En definitiva, ‘Christopher Robin’ es una aventura familiar con pocas aspiraciones pero suficientes alicientes para que su visionado no resulte una pérdida de tiempo. El problema es que tampoco ofrece nada realmente especial para ser recordada o simplemente para recomendarla. Y es que si podéis verla, no está de más, pero tampoco pasa nada si preferís dedicar vuestro tiempo a otra cosa.
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