'Channel Zero: No End House', o cómo acomodar las leyendas urbanas de Internet al terror televisivo

'Channel Zero' tenía ante sí unos cuantos desafíos a la hora de afrontar su segunda temporada (técnicamente, esta es la segunda mitad de la primera temporada; por eso ya hay garantizadas tercera y cuarta entrega: juntas formaran la segunda temporada). Primer desafío, dar sensación unitaria. Y eso sin el truco recurrente de 'American Horror Story' de repetir intérpretes en papeles sensiblemente distintos.

Segundo: replicar (sin copiar, claro), la angustiosa sensación de terror puro que tan acertadamente conseguía la historia inicial, 'Candle Cove'. Tercero: tirar de las leyendas urbanas modernas y de lo que asociamos a ellas (monstruos grotescos pero inquietantes y con un punto artie; estructura de sueños circulares y demás laberintos mentales; y la subversión de la tecnología como medio que transmite víricamente la amenaza, el miedo y la información contaminada).

La emisión del primer capítulo en Syfy (y alojado también en el catálogo de HBO España) parece haber tocado todos esos puntos con el arranque de una historia casi autocontenida (sabemos que 'No End House' sigue, pero si acabara aquí podría verse como un episodio rarísimo de una 'Twilight Zone' para millennials). De momento no ha llegado a los puntos de pánico visceral de 'Candle Cove' (porque, eh: marionetas endemoniadas y monstruos hechos con dientes), pero apunta en una buena dirección.

La historia se centra directamente en protagonistas mucho más jóvenes que en 'Candle Cove', donde los problemas era más de la edad madura. Aquí, Margot (Amy Forsyth) y Jules (Aisha Dee) acuden a una extraña casa encantada -presuntamente del estilo de las de los parques de atracciones-, donde tienen que superar seis habitaciones progresivamente más aterradoras. De momento, sabemos que Margot está muy afectada por la reciente muerte de su padre (John Carroll Lynch).

Me lo contó la amiga de un amigo

Jugando tanto con las percepciones y los monstruos del id propios del cine de miedo de siempre como con los nuevos terrores (por ejemplo, la inestabilidad de los soportes en los que teóricamente vamos registrando nuestra existencia, algo a lo que los VHS de 'Candle Cove' sacaban tremebundo partido), 'Channel Zero' ha encontrado un acercamiento al género relativamente inaudito y que sabe sacar partido de la experiencia televisiva.

Porque nada de esto tendría demasiado sentido en una película (salvo en producciones altamente indies o rompedoras; por cierto, que este primer capítulo rinde obvio y sentido homenaje a una de ellas, la ya influyentísima 'It Follows'). Pero en una serie de televisión, con su estructura episódica y la posibilidad de distribuir calambrazos de tensión de forma más libre y sin necesidad de ajustarse a estructuras clásicas de guion, la resbaladiza estructura de los creepypasta encuentra su sitio.

Así, la aparente estructura (que recuerda en cierto modo, en su planteamiento, a la franquicia 'Saw', que no olvidemos también que es una forma de terror audiovisual modernísima) de la casa con habitaciones que hay que ir superando tiene mucho de videojuego, pero también es un ciclo clásico de las historias de casas encantadas. 'No End House' es terror renovado, pero también también un guiño a los abuelos del género.

Porque a eso es a lo que está jugando 'Channel Zero' desde sus primeros episodios: a equilibrar miedos connaturales al género humano, casi infantiles (muñecos siniestros, ratoncitos pérez del pánico) con otros más adultos (los fantasmas del pasado, principalmente). De hecho, la estructura de 'Candle Cove' le debe mucho a 'It', que sí, que es un éxito moderno del cine de terror pero, oh, también una inteligente reformulación del Hombre del Saco de toda la vida.

'Channel Zero' entremezcla muy sabiamente terror de última generación con miedos que, conectando con los de la primera temporada, son connaturales al ser humano.

En este 'No End House' se va por el mismo camino (o eso parece): un terror esencial y con el que todos podemos identificarnos, como es la pérdida de un ser querido, entremezclado con misterios de última generación (¿acaso no es más aterradora esa casa encantada si se piensa que quizás sea propiedad de una empresa?). Hasta alguna maquiavélica gracia se permite la serie con eso: cuando los personajes van a entrar a la casa, hay un cartel que afirma que es una instalación artística. Solo falta un adulto diciendo "Esto te lo pinta mi hija con cuatro rayajos".

Nick Antosca ha tomado el pulso a toda una generación de espectadores a la vez que ha sabido canalizarlos por miedos no ya tradicionales (no hablamos de vampiros, espíritus y hombres-lobo aquí) sino que directamente están marcados a fuego en el ADN de la especie humana. Al fin y al cabo de eso es de lo que van las primeras historias de las que se tiene constancia que se contaban los humanos. Y cuya encarnación más moderna son las leyendas urbanas y creepypastas de Internet, esos cuentos de terror que se difunden con la velocidad y viralidad del veneno de una serpiente.

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