Si algo puede resultar satisfactorio para un director es crear un sello propio, una marca personal que haga que el público reconozca su obra ya sea por la trama, el tipo de personajes, la ambientación o la estética filmográfica.
Olivier Nakache y Eric Toledano son fieles a una misma fórmula, la comedia dramática es su punto fuerte, en obras como ‘Y tan amigos’ ('Je préfère qu'on reste amis') con figuras tan potentes como Jean-Paul Rouve y Gérard Depardieu nos retratan una comedia ligera con puntos interesantes y que marcará el futuro de las producciones de los directores.
Pero el largometraje que sin duda ha marcado un antes y un después en la obra de Oliver y Eric, por el éxito en taquilla que ha supuesto y su calidad, es ‘Intocable’ ('Intouchables') donde nos descubren a Omar Sy y se trata con gran delicadeza, sensibilidad y humor una trama que no cae en el drama de manual. Todo ello ambientado con la estupenda banda sonora de Ludovico Einaudi.
Tras esta película repetir la fórmula del éxito es una losa que puede enturbiar tus próximos trabajos. El siguiente proyecto de los directores sería ‘Samba’; la expectación era máxima y dieron a luz una película que no estaba a la altura, pese a tener una buena premisa todos los elementos no acababan de cuajar.
La fórmula está gastada
En esta ocasión vuelven a la gran pantalla con otra obra presentada en Sección Oficial en el pasado Festival de San Sebastián, y que ha resultado ser otro éxito en la taquilla francesa, ‘Le sens de la fête’, título convertido para el público español en 'C´est la vie’. Una ridícula transformación a la que los espectadores estamos acostumbrados y que forma parte del día a día de la cartelera española.
Se nos ubica en un Châteaux francés del siglo XVIII en el que se va a celebrar una boda bastante accidentada y en la que seremos partícipes de todas las dificultades que van a afrontar los personajes para poder llevarla a cabo.
Estamos ante una película coral con infinidad de personajes pero quien lleva la voz cantante del relato es el jefe que se encarga de la empresa de organización de bodas, pese a ese protagonismo continuamente se espera que nos identifiquemos y empaticemos con el resto de personajes, los cuales sin duda tienen puntos interesantes pero debido al desarrollo de la película sus tramas quedan empobrecidas y sin un camino específico.
Las interpretaciones no consiguen salvar 'C´est la vie'
Un reparto coral siempre es algo complejo, encontrar el equilibrio entre la trama principal y el desarrollo personal de cada uno es el mayor hándicap, el problema de estos fallos en el desarrollo argumental no es en absoluto por una escasa calidad actoral, al contrario, lo más salvable son las interpretaciones con unas figuras conocidas por el público y que aportan calidad.
Apostar de nuevo por una comedia es un arma de doble filo, si bien marca el sello de estos dos autores, la realización de cada proyecto debe tener numerosos puntos a favor y esta nueva propuesta no es el caso. En todas sus ficciones anteriores el propósito y moraleja estaba claro, sus métodos tanto en forma como fondo podían ser de mayor o menor calidad pero la meta estaba clara y el metraje llegaba sin dificultad.
En ‘Cést la vie’ este mensaje se difumina según avanza la trama. No está claro si estamos ante un simple entretenimiento con historias sencillas amenizadas con chistes, una denuncia de las condiciones laborales, un apoyo al pequeño comercio, la importancia del amor y la confianza o todo esto a la vez.
El intento de priorizar la comicidad con cierto ‘toque Lubitsch’ no llegan a buen puerto, si bien hay que valorar el trabajo de dirección para situar y seguir cada uno de los personajes y sus conversaciones, la decisión de relegar la crítica social para dejar paso a más comedia es aceptable pero esto conlleva la realización de unos chistes de calidad y no meras gracietas ocasionales que sirven para un entretenimiento pasajero facilón.
Habría sido más fructífero aumentar las escenas del cantante de bodas frustrado o la trama del fotógrafo en vez de querer abarcar tantos campos. La elección situacional es exquisita y acertada para el desarrollo de la trama, además de por su belleza por el juego que puede dar en determinadas partes, por eso sabe a poco la escasa amortización del espacio.
Una duración excesiva que acaba con una final precipitado y manido deja aún más en evidencia a esta obra, un banquete al que le falta condimento.
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