Empecemos con un detalle que quizás venga bien para hacerse a la idea de por qué es especial el universo 'Cementerio de animales', cuyas encarnaciones más perfectas son la novela de Stephen King y la adaptación de 1989 dirigida por Mary Lambert con guión del propio King. "Semetery" está mal escrito, es una transcripción fonética. "Cementerio" en inglés se escribe "Cemetery".
Pero ese error, en ese contexto, inyecta una atmósfera muy especial al relato, entre rural y desolada, parte infantil (los niños usan el cementerio para enterrar a las mascotas) y parte sin modernizar (los restos de la cultura india que hay en el cementerio MicMac).
Aunque algo de eso queda en el remake, da la impresión de que en 2019 es un recurso meramente cosmético (la publicitada procesión de niños conecta con la moda del folk horror), porque luego la nueva película se revela mucho menos rural que el libro y la primera adaptación cinematográfica.
En ambas (pero más en la obra de King, como veremos) hay un acercamiento mundano a la muerte y sus ritos, y sin embargo, a la contemplación de esta también como algo cotidiano, inevitable, que forma parte del día a día. Una visión que no hace demasiados años era muy habitual, aún más en entornos rurales.
'La pata de mono' según King
Esa atmósfera, entre banal y encantada, es la que da una personalidad especial a una película aplastada por el peso de la fatalidad, que es un poco la esencia del cuento en el que se inspira sin disimulo el libro de King, 'La pata de mono' de W. W. Jacobs, publicado originariamente en 1902.
Se trata de un cuento clásico de terror moral en el que una familia pide deseos a una pata de mono mágica, que se van cumpliendo con terribles consecuencias laterales. Una de ellas es la resurrección de un joven muerto, que aparece ante sus padres convertido en un monstruo putrefacto.
Es decir, que la novela tiene mucho de cuentecillo de terror con moraleja, y de ahí ciertas convenciones como la escasez de personajes y escenarios, que la película de Lambert respeta: la casa del matrimonio protagonista, el cementerio de animales y el indio, y poco más.
En este caso quienes se atreven a desafiar el peso del destino son la familia Creed, una familia con un hijo y una hija pequeños. Se instalan cerca de un cementerio de animales al que el padre, acompañado de un vecino que vive allí desde siempre, no tiene más remedio que volver cargando con el gato de su hija, muerto en un accidente.
Un cementerio indio que hay más allá del de animales, en las profundidades del bosque, resucita a los muertos. Pero el gato que vuelve de la tumba no es el mismo que antes: ahora es mucho más agresivo y feroz. Y a la familia aún le queda mucho por padecer: un miembro de la familia más muere, y el padre, desoyendo las advertencias de su vecino, decide llevarlo al cementerio indio para volver a tenerlo a su lado. Tampoco volverá siendo el mismo.
'Cementerio de animales': no profanar el sueño de los muertos
El proyecto de la adaptación nació a principios de los ochenta, en plena fiebre por las adaptaciones de King espoleadas por el éxito de 'Carrie' o 'El resplandor'. En 1984 King vendió los derechos a su amigo George A. Romero por 10.000 dólares y éste llegó a escribir un guión, pero dejó el proyecto para encargarse de 'Atraccción diabólica'.
El proyecto estuvo estancado porque en Paramount pensaban que el interés en las adaptaciones de King había remitido, pero volvió a darle luz verde en 1988, cuando a causa de la huelga de guionistas temió quedarse sin estrenos suficientes. Debido a la huelga, fue el propio King quien escribió el guión, convirtiéndose así en la primera adaptación que el escritor hacía de una obra propia, aunque no era exactamente su primer guión.
Anteriormente, King había escrito guiones originales para 'Creepshow', y basadas a medias en cuentos suyos en 'Los ojos del gato', además de un par de episodios de la serie 'Cuentos desde la oscuridad'. King se reservó el derecho a aprobar al director o directora, pero quedó entusiasmado en su encuentro con la primera propuesta de Paramount, Mary Lambert, una tremenda conocedora de su obra.
Esa devoción de Lambert se percibe en el resultado, que empapa la película de guiños a la novela y al universo de Stephen King, y que da a una producción que llega tarde a la fiebre de las adaptaciones del escritor cierto aura de producción mimada. Por ejemplo, en los títulos de crédito podemos oír frases de niños despidiéndose de sus mascotas: uno de ellos es el vecino, Jud, despidiéndose de su perro de chaval, cuya historia oiremos más tarde. También veremos la lápida de una chica que enterró allí a su mascota mucho tiempo antes.
En general, el escenario del cementerio tiene algo de teatral y artificioso, como si a Lambert no le importara que fuera evidente que no es creíble que aquello esté enmedio de un bosque. Más guiños que demuestran que Lambert sabe lo que se hace: cuando el cadáver de un joven llega a la enfermería con la cabeza destrozada tras un accidente, vemos una noticia en un panel de anuncios que habla de que en el cercano pueblo de Castle Rock (como la antología basada en el universo de King), un San Bernardo rabioso ha atacado a una familia.
Habla, por supuesto, de Cujo, uno de los guiños más recurrentes del multiverso King. Son elementos que demuestran que Lambert leyó la novela de cabo a rabo (el guiño a 'Cujo' está también, en otra forma, en la novela), e integró muchas historias de fondo como elementos en tercer o cuarto plano en la novela.
Y por supuesto, los Ramones, una de las presencias musicales eternas en la literatura de Stephen King como banda sonora y ruido de fondo, que aparecen en 'Cementerio de animales' por partida doble: su 'Sheena is a punk rocker' es la canción que va escuchando el camionero que provoca el accidente de desata el desastre.
'Pet Sematary', claro, es el increíble temazo ramoniano que suena en los créditos finales, compuesto por De Dee ramone para su último disco acreditado en la banda como bajista (aunque en realidad no llegó a tocar en él): el infravaloradisímo 'Brain Drain'. El guiño que se hace a "Sheena..." en el remake, por cierto, es uno de los momentos más simpáticos de la versión 2019.
Signos de identidad: el Wendigo y el meta-zombi
Pero hubo un elemento de la novela que Lambert no quiso incluir en su adaptación, y con muy buen juicio: la presencia del Wendigo, una criatura del folclore algonquino (uno de los grupos nativoamericanos más numerosos y extendidos).
Se trata de un monstruo comedor de humanos que puede poseer a las personas y dotarlas de características sobrehumanas: se le identifica con el asesinato y múltiples comportamientos afines a toda clase de tabúes, como el canibalismo. En la novela vaga por los bosques y llega a aparecer físicamente ante el protagonista, cuando este se encamina al cementerio indio con un cadáver.
Lambert no quiso mostrarlo, pero tampoco renunció a citarlo. Cada vez que los personajes se adentran en el bosque, se oye una especie de crujido y ramas rotas que podrían ser el Wendigo y que quienes conocen la leyenda, como Jud, reciben con desconfianza. La primera vez que está guiando a Creed al cementerio para resucitar al gato Church, reacciona con desconfianza a esos sonidos, como si el Wendigo los vigilara. Es una presencia invisible pero real, y que da una atmósfera opresiva y de cuento tradicional oscuro a la película, sin necesidad de hacerlo explícito.
El otro ingrediente distintivo de esta versión del libro de King está en el personaje de Pascow, el espectro que se aparece al doctor Creed para advertirle de los peligros de difuminar las fronteras entre vivos y muertos. Su intervención está cargada de humor negro, casi paródico, muy similar a sus apariciones en el libro de King. Pero en la película de Lambert tiene una significación extra: es un zombi de finales de los ochenta (para subrayar la importancia de esta presencia, no hay más que fijarse en el título español de la época: 'Cementerio viviente'.
George A. Romero dio un giro de ciento ochenta grados al género a finales de los setenta con su 'Zombi', que dejó claro que el muerto viviente era un monstruo que funcionaba como lienzo en blanco, versátil y lleno de significados adaptables a otros géneros. Por ello, en los ochenta, la comedia se lo apropió en películas como 'Re-Animator' o 'El regreso de los muertos vivientes'.
Con la fórmula zombi semiagotada después de clásicos en los ochenta como 'Muertos y enterrados', 'El terror llama a su puerta' o el remake del film original de Romero, Lambert usó a los muertos vivientes con humor y autoconsciencia, en una de las grandes últimas películas de la fiebre zombi antes de un paréntesis antes de la nueva explosión de 'El amanecer de los muertos'.
Hay todavía una derivación más de la novela de Stephen King, una secuela de 1992 dirigida también por Mary Lambert y protagonizada por un Edward Furlong post 'Terminator 2' e infinitamente más chiflada que esta, con más animales resucitados, angustia teen y muchos más muertos. Muy, muy revisitable, pero nosotros nos quedamos con la versión original de Lambert, tétrica, decadente y moral.
Sus excelentísimos efectos especiales prácticos de David LeRoy Anderson, su atmósfera oscura y neblinosa y su estreno en un momento en el que el género iba camino de tierra de nadie le dan un lugar muy especial dentro del cine de terror en los ochenta.
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