Soy consciente que hay certezas en el mundo del cine que no queremos creer: que a Quentin Tarantino le queda solo una película, que Pixar ya no cuenta sus cintas por obras maestras... o que Walter Hill dejó atrás la época de 'The Warriors' y 'Límite 48 horas' hace ya mucho tiempo. Y para prueba, su última obra, un retrato lastimero mal dirigido y peor editado que produce más tristeza y nostalgia por motivos extra-cinematográficos que por lo que podemos ver en pantalla.
Una del Oeste
En estos tiempos en los que no paramos de plantearnos si una inteligencia artificial podría escribir un guion coherente llega 'El cazador de recompensas', una película que parece, tal cual, creada de inicio a fin por un programa que no comprende nada de sentimientos ni actitudes humanas. Todos los tópicos de cualquier western que puedas pensar están aquí, pero no hay una intención detrás ni una historia que contar: el metraje va pasando lentamente sin que uno sienta que la cinta tiene ningún propósito más allá de su mera existencia.
Y no será porque no esté plagado de caras conocidas, seguramente deseosas de trabajar con Walter Hill: Willem Dafoe, Christoph Waltz y Rachel Brosnahan forman un tridente que debería ser infalible pero que aquí, supeditados a un guion sin nada a lo que agarrarse, se limitan a ser los reyes de la función haciendo lo que pueden y confiando en que el bajo presupuesto no se note en el montaje final. Pero se nota. Y de qué manera.
Viendo 'El cazador de recompensas' tenemos que repetirnos a nosotros mismos que es una película dirigida por un mito del cine americano y no la primera película de un estudiante de cine. Tristemente, al final no es ni entretenida, ni ingeniosa, ni va más allá de una trama estereotipada, unos personajes tan solo abocetados y unos diálogos que corren el peligro de caer en la vergüenza ajena. Algunos críticos americanos la defendieron alegando que es una película de serie B orgullosa de serlo y autoconsciente. Personalmente... no lo tengo tan claro.
Por un puñado de dólares (literalmente)
Los artesanos del cine pertenecen a otra época. Una en la que tenían el presupuesto suficiente para poder llevar a cabo sus ideas. En 'El cazador de recompensas' parece que todo el dinero se fue en contratar a los intérpretes y no quedó nada para el resto de apartados de la película: el decorado parece de plástico, el guion necesita unas cuantas revisiones para apartarse -al menos un poco- del cliché más aburrido, el lentísimo montaje abusa de los fundidos a negro tras cada escena y la dirección no puede hacer nada cuando el viento sopla continuamente en su contra.
Hay algunos momentos donde se intuye que, rascando, la película podría haber sido mejor, especialmente en unos diálogos que, de vez en cuando, saben ser lo suficientemente punzantes y en algunos movimientos de cámara donde se puede intuir la maestría de quien está detrás. Sin embargo, por más que haya quien quiera ponerse un antifaz para camuflar el artificio de "retro" y los lugares comunes de "cine de siempre", es difícil poder engañarse a uno mismo hasta ese punto.
Pero quizá eso es precisamente lo que intentaba hacer Hill, un homenaje a ese cine de indios y vaqueros simple, ese ciclo televisivo al que tu padre estaba enganchado cada tarde de verano en el que un hombre tiene una misión, busca un equipo, la cumple y eso es todo. El tiempo ha pasado, el lenguaje del cine es diferente y, pese a todo, Hill parece decidido a contar, una vez más, la historia de unos personajes que siempre toman las decisiones correctas en un Oeste no demasiado salvaje grabado con unas cámaras digitales cuya textura se aleja de la profundidad del cine de John Ford y se asemeja un poco más al bautizo de tu prima Conchita. Al final, el aspecto visual solo añade capas a la absoluta planicie ante la que nos enfrentamos.
El último forajido
Pero, al mismo tiempo, se nota que Willem Dafoe y Christoph Waltz se lo están pasando en grande, Walter Hill cobró su cheque tras hacer esta película por encargo y nadie ha dañado su carrera por este pequeño escollo que trata de emular una época. No puedo recomendaros que la veáis bajo ningún concepto más allá del completismo, pero tampoco estoy enfadado por su existencia. Es muy menor, casi un proyecto de clase, y desde luego necesitaría una postproducción más acertada, pero en peores hemos estado.
¿Queréis un buen western de la última década? Hay un buen puñado de opciones mejores que esta: 'El poder del perro', 'Cry Macho', 'Los odiosos ocho', 'Bone Tomahawk', 'Comanchería' o 'Los hermanos Sisters' son buenos lugares desde los que poner el género en perspectiva moderna. Pero 'El cazador de recompensas' es una limonada rancia que ni siquiera puede calmar la sed mas seca, sin que ello invalide su intención de homenaje.
El problema es que si el homenaje a la serie B se da desde la propia serie B, el resultado corre el peligro de ser más una de esas películas a las que supuestamente hace referencia que una exaltación en sí misma. Y 'El cazador de recompensas' puede tener actores de prestigio, un director con una carrera irrefutable a sus espaldas y un guion más o menos ingenioso, pero nunca consigue traspasar la barrera de aquello que cree que está poniendo en valor: es un western muy simple de presupuesto ínfimo que cree que es algo más. Tristemente para todos, es la única que lo cree.
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