El estreno de la esperada ‘First Man (El primer hombre)’ va a captar la atención de la mayoría de espectadores, pero esta semana también llega a los cines ‘La casa del reloj en la pared’, la nueva producción de Amblin, mucho más en la línea de sus aventuras juveniles de los años 80 que le dieron la popularidad como ‘Los Goonies’ o ‘El secreto de la pirámide’ que de los títulos en los que ha colaborado últimamente.
Personalmente, me chocó muchísimo que se contratase a Eli Roth para dirigir una película de estas características, ya que es un director que siempre se ha asociado a ciertos excesos violentos y que nunca había dado la más mínima señal de tener la sensibilidad adecuada para una tarea así. Una vez visto he de señalar que el resultado dista mucho de ser memorable, pero sí que es un simpático pasatiempo familiar realzado por su reparto pero que va de más a menos.
Una mansión con vida propia
Uno de los primeros aspectos que llaman la atención de ‘La casa del reloj en la pared’ es que la propia casa del título tiene vida propia, convirtiéndose así en un personaje más con el que subrayar esa búsqueda del encanto ochentero de la película. Ahí es cierto que hay ocasiones en las que Roth parece estar restregándose la multitud de elementos mágicos del relato, pero, afortunadamente acaba encontrando un equilibrio para no saturar al espectador con sus ocurrencias visuales.
A ello también ayuda el gran acierto de casting que acaba siendo unir a dos actores aparentemente opuestos como Jack Black y Cate Blanchett, con el primero más propenso a desmelenarse y la segunda a mantener la compostura. Un cóctel que podía haber salido muy mal pero que a la hora de la verdad sirve para que el primero se controle un poco más y para que la segunda se atreva a jugar con su personaje. Ahí reside la mayor parte del encanto de la película.
No obstante, el verdadero protagonista es el personaje interpretado por Owen Vaccaro, joven actor al que previamente habíamos podido ver en las dos entregas de ‘Padres por desigual', y que demuestra tener la suficiente soltura para soportar el peso de la historia. Es verdad que el personaje hay ocasiones en las que actúa de tal forma que dan ganas de pasar de él para siempre, pero a fin de cuentas es un chaval y simplemente se está dejando llevar por una serie de motivos fáciles de entender. Que luego actúe de forma estúpida como resultado de ello ya es otra cosa.
Mejor los preliminares que la culminación
Merece la pena destacar que en ‘La casa del reloj en la pared’ funcionan mejor los preliminares que el tramo final en el que culmina la aventura. Por el camino, se nos ofrecen escenarios llamativos y un acabado visual resultón, todo ello aliñado con el buen hacer de Black y Blanchett y la corrección de Baccaro, pero hacía falta algo más que eso para que la película no se quedase en una anécdota endeble y es ahí donde reaparece el pasado de los dos adultos.
Ya se había ido allanado el camino con pequeñas píldoras que sí funcionaban para despertar nuestra curiosidad, pero una vez llegado el momento de hacer frente a esa gran amenaza no hay un gancho que tire del resto de elementos. La amenaza nunca impone realmente respeto -hasta entonces Roth había ido dejando pequeños detalles de terror que le estaban sentando bastante bien a la cinta- y la película se entrega por completo a esos excesos visuales que mencionaba antes.
Además, la aportación de Kyle MacLachlan resulte más neutra de lo deseado, algo que choca con lo que habían conseguido hasta entonces Black y Blanchett sin tener tampoco un material de primera a su disposición. Es ahí cuando ‘La casa del reloj en la pared’ tendría que haber sido un impresionante despliegue de fuegos artificales y en realidad se queda en un petardazo resultón que al menos no explota en la cara. Una pena.
En definitiva, ‘La casa del reloj en la pared’ es una propuesta interesante para toda la familia. No es que aproveche a fondo sus virtudes, pero sí que destacan lo suficiente para pasar un buen rato con un tipo de películas más propia de otra época y la presencia de Roth tras las cámaras no deja de ser un poco anécdota, ya que sabe cómo plegarse al tipo de cinta que tiene entre manos.
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