La muy esperada temporada final de 'La casa de papel' debuta en Netflix el 3 de septiembre. Lo hace con una primera tanda de cinco episodios, dejando otros tantos para que la serie se despida de forma definitiva el próximo 3 de diciembre. Mi gran duda era si realmente lo que pudiera quedar por contar del atraco al Banco de España, y el inicio de esta quinta temporada me hace pensar que no era el caso.
Vistos los dos primeros episodios -los que Netflix ha puesto a disposición de la prensa-, la sensación es que el equipo liderado por Álex Pina ha intentando conseguir una sensación de clímax constante, de que en cualquier momento todo puede irse al carajo. Vamos, la adrenalina por encima de cualquier otra cosa, algo que la serie ya venía haciendo desde su salto a Netflix, pero que aquí va un paso más allá con desigual resultado.
Hacia delante sin frenos
No tengo nada en contra de abordar una situación tan complicada como la que tiene que hacer frente la banda desde la visceralidad, pues todo se ha complicado sobremanera tras ver cómo el Profesor queda a merced de Sierra y por la determinación de Tamayo de solucionarlo todo con métodos violentos lo antes posible.
Eso lleva a una búsqueda de conflicto constante, sin importar que lo vayan a deshacer apenas minutos después, caso de Tokio y Lisboa, o que haya algo ahí un poquito forzado, que es lo que sucede con todo lo relacionado con Arturo, ese personaje que antes a todos nos encantaba odiar pero cuyo paso por la serie nunca debió extenderse tanto. Es verdad que es un gran elemento desestabilizador, pero precisamente por eso tiene menos sentido que siga por ahí.
Lo curioso es que sí que hay un mínimo espacio para la pausa en este arranque de quinta temporada, pero es para introducir nuevos personajes a través de flashbacks. En el caso de Miguel Ángel Silvestre sorprende que sea para una aparición tan anecdótica, mientras que con Patrick Criado está claro que se están plantando las semillas para dar cierto sentido a algún giro de guion por llegar, pero es que ya la trama de Berlín se ha estirado más de la cuenta para que Pedro Alonso pueda seguir dando vida al MVP de las dos primeras temporadas.
Más allá de eso, en este arranque de la última temporada de 'La casa de papel' prima la sensación de clímax inacabable en términos visuales para que en lo narrativo siempre se acabe encontrando algún motivo para seguir aplazando la llegada de la gran confrontación final. Es verdad que hace tiempo que la verosimilitud pasó a ser algo secundario -si es que no lo fue siempre-, pero llega un poco en el que la serie se sostiene muy a duras penas en lo referente al guion.
Más es menos
Y es que puede que 'La casa de papel' siempre se haya basado en la idea de que los atracadores van siempre un paso por delante de la autoridad, pero aquí estamos entrando ya en el terreno de la improvisación en algunos aspectos, cosa a la que se hace alusión de forma directa en el segundo episodio. En esa breve conversación se hace alusión a los peligros que eso conlleva para la banda, pero aplicado a la serie es incluso más dañino.
Ha llegado un punto en el que simplemente parece que se acumulan las situaciones límite para que el ritmo no desfallezca. Los personajes no importan demasiado más allá de la posibilidad de que mueran, y ahí he de reconocer que este inicio de temporada sí me hizo creer que seguramente había llegado la hora de uno de los protagonistas, pero el precio a pagar es que apenas han sido necesarios dos episodios para acabar algo exhausto.
¿Qué es lo que ha sucedido? Pues que todo lo que ayudó a que 'La casa de papel' fuera una de las series más adictivas de los últimos años ha alcanzado ese punto en el que uno empieza a ser consciente de que se han sacrificado demasiadas cosas en aras de una intensidad pasada de vueltas. Ahí se brilla en lo técnico e incluso en la puesta en escena, notándose la fuerte inversión realizada, pero todo apunta hacia una muerte de éxito. Ojalá me equivoque y luego llegue un remontada brutal para dar una despedida por todo lo alto a la serie, pero llega un punto en el que más es menos y creo que hace ya un tiempo que lo dejó atrás.
En resumidas cuentas
'La casa de papel' ya dio ciertos síntomas de agotamiento en la cuarta temporada y la sensación no ha ido precisamente a menos en el arranque de la quinta. Más irregular que nunca, sigue funcionando como intenso pasatiempo, en parte por la inercia establecida y el cariño que uno pueda tener hacia sus personajes, pero todo apunta a que la gran traca final se nos va a hacer un poco cuesta arriba.
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