El gran objetivo de Netflix es conquistar a la mayor cantidad de público posible de todos los países en los que ofrece sus servicios. Eso ha llevado a la compañía a incrementar progresivamente su apuesta por las producciones locales, aunque siempre con la idea de que su éxito pueda ir más allá de su lugar de origen. El último ejemplo de ello es ‘La casa de las flores’, su nueva serie mexicana que estrena este viernes 10 de agosto.
Bajo su curiosa premisa -una familia descubre que su padre tenía un amante al descubrir el cadáver de ella y a partir de ahí todo se complica aún más-, ‘La casa de las flores’ es una especie de variante del culebrón de toda la vida, eliminando sus rasgos más excesivos en beneficio de un estilo más propio de otro tipo de series, pero el resultado carece de intensidad como drama y de gracia como comedia, ofreciendo pocos alicientes al espectador.
Una variante de escasa intensidad
En ningún momento de mi vida he sentido especial interés por los típicos culebrones. De muy pequeño vi alguno porque era lo que estaba en televisión en ese momento y luego lo más parecido a eso que me ha hecho disfrutar es lo que en España conocimos durante años como ‘Pressing Catch’, lo único que allí resolvían las tramas más o menos rocambolescas dándose de leches en el ring.
Sin embargo, sí que soy consciente de los ingredientes esenciales para intentar enganchar a la audiencias, desde los giros más o menos locos hasta los personajes excéntricos -¡maldita lisiada!- y eso es algo que Manolo Caro, creador de ‘La casa de las flores’, demuestra conocer pero no tener interés en adoptarlo de forma tradicional. La primera medida es rebajar los excesos, intentando dar de cierta naturalidad a esos giros estrambóticos que obviamente hacen acto de presencia aquí -ya el punto de partida lo es-.
El problema es que la evolución de la mayoría de personajes resulta un tanto desacertada si lo que se propone la serie es que lo aceptemos como algo verosímil. Solamente Cecilia Suárez sabe manejarse con la suficiente soltura para ir manejando las emociones de su Paulina principalmente a través de cómo controla su propia voz. El resto oscilan entre la corrección -incluyo ahí a un Paco León que tarda varios capítulos en hacer acto de presencia- o que simplemente nos no creamos lo que vemos en pantalla.
La indecisión de ‘La casa de las flores’
Esa indecisión también se percibe en el acabado técnico de la serie, más trabajado de la imagen que uno tiene en la cabeza de un culebrón en el que pesa más sacar capítulos con rapidez que rodarlos con cierto atractivo pero a cambio tampoco luce de forma especialmente estimulante. Claro está que pienso en el manejo de la cámara, pero sobre todo en su acabado fotográfico, donde vuelve a buscarse potenciar esa naturalidad que mencionaba antes con discretos resultados.
De todas formas, lo que realmente daña a la serie de forma irreparable es su incapacidad de dar con el tono para que las diferentes subtramas lleguen a funcionar. A veces parece tirar más por lo cómico, en otras ocasiones por lo dramático y no faltan incluso ciertas gotas de suspense -esas dudas sobre paternidades-, pero lo hace sin saber cómo equilibrarlo entre sí para que nos tomemos en serio la serie y además ni siquiera consigue destacar de forma aislada.
Sí es cierto que percibo una tendencia al exceso matizado -vamos, recuperar ciertos recursos del culebrón de toda la vida como esa criada abriendo la carta para echar un ojo antes de llevársela a la señora y luego esa reacción suya cuando le piden cerrar la puerta-, pero no apostando de forma decidida por ello. No sé si es miedo por acabar siendo un culebrón de toda la vida o por no tener las ideas suficientemente claras para evolucionarlo con efectividad.
En definitiva, no he quedado satisfecho con lo que he podido ver de la primera temporada de ‘La casa de las flores’ y tengo mis dudas de que vaya a concederle más oportunidades. No hay nada en ella que me enganche y no dejo de ver oportunidades perdidas o simplemente tiros que parecen hechos con la peor de las escopetas de feria. Una pena.
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