Es imposible que todas las películas que aspiran a colarse entre los Oscar acaben logrando la ansiada nominación. De hecho, hay algunas que ya están prácticamente descartadas mucho antes de que se anuncien las candidaturas, pero en otros casos como el de ‘Carol’ llamó la atención que finalmente se quedase fuera de la categoría más importante.
He de reconocer que sentía cierta pereza hacia ella después de lo que comentó mi compañera Lucía sobre ella tras verla en Cannes. Sin embargo, su visionado era obligatorio, y una vez hecho concluyo que es una obra en la que todo parece estar medido hasta el más mínimo detalle, pero que por el camino se olvida de la necesidad de emocionarnos.
La sutileza de ’Carol’

Uno de los retos a los que se enfrentaba ‘Carol’ era la necesidad de establecer su identidad propia dentro del enorme universo de melodramas ya existentes. Es cierto que el hecho de abordar el lesbianismo durante los años 50 ya era una singularidad bastante importante, pero hay que ir más allá de la superficie en su componente emocional y eso es algo que la película no termina de querer hacer.
Entiendo que las peculiaridades de la época fomentan la dificultad de las protagonistas para expresar sus sentimientos y también que esa represión, aunque por diferentes motivos –una de ellas ya tiene claro lo que quiere y la otra aún está encontrándose a sí misma-, marque la relación entre ambas. Lo que me cuesta, y mucho, entender es que ‘Carol’ nunca me llegue a transmitir la fuerza de la conexión que surge entre ellas.
Tengo claro que Todd Haynes prefiere priorizar lo sutil sobre lo evidente, de ahí que mime tanto el acabado de la película, desde la propia composición de los planos hasta el vestuario, la fotografía y otros muchos apartados técnicos. Ahí cuesta mucho encontrar el más mínimo defecto a ‘Carol’, ya que no solamente sirve para realzar la delicadeza del relato, sino que también dota a la película de una belleza visual indiscutible.
Una decepción emocional

Lo cierto es que ya me esperaba algo así de Haynes, pues ‘Carol’ guarda claros paralelismos en este apartado con ‘Lejos del cielo’ (‘Far from Heaven’), donde la diferencia era que una mujer casada iniciaba un romance con un hombre de color en lugar de con otra mujer. No merece la pena entrar ahora en qué era un tabú mayor, pero lo que sí nos interesa es que el tratamiento de la historia también resulta similar, y ya con aquella me costó conectar.
La cuestión es que Haynes se centra tanto en la pasión contenida que simplemente habrá espectadores que nunca lleguen a entrar del todo en su propuesta. Falta de garra o exceso de corrección, pero conmigo al menos ha llegado un punto en el que el tono es esencial en este tipo de historias de amor y el juego de miradas unido al lento descubrimiento de los sentimientos de las dos protagonistas me dejó un tanto frío.
Esa falta de empuje queda en parte compensada por las actuaciones de Rooney Mara y, sobre todo, Cate Blanchett -¿ha interpretado alguna vez mal esta mujer?-, ya que ayudan a que esa fría pasión gane un poco de intensidad. Sin embargo, las armas que tienen a su disposición son insuficientes, no tanto por su aportación individual como por la química entre ambas, pues el propio dibujo de su relación suponía un claro sabotaje.
Al final el problema está en que Haynes busca que la sensibilidad esté a flor de piel, pero optando por una suavidad en perfecta sincronía con su componente audiovisual. ¿Qué es lo que falla entonces? Simple y llanamente que su historia de amor no me emocionó y eso es algo clave en un relato que apuesta más por lo que entienda el espectador que por incidir de forma frontal y subrayando todo lo posible lo que sucede.
En definitiva, ‘Carol’ es un perfecto ejemplo de belleza audiovisual con atrofia emocional. Por suerte, sus dos protagonistas ayudan a matizar parcialmente este segundo apartado, pero el desequilibrio sigue ahí y eso impidió que pudiera disfrutar realmente con ella. Por mi parte, creo que los votantes de la Academia de Hollywood acertaron dejándola fuera de la categoría de mejor película, aunque sé que quien conecte con el enfoque de Haynes va a acabar encantado.
Ver 12 comentarios
12 comentarios
pilar62
Supongo que depende de si entras en la propuesta formal de Haynes. A mi me ocurrió lo contrario, me caló emocionalmente.
Carol es un melodrama con un estilo muy años 40. En esos melodramas, contenidos y sobrios, se invitaban, casi en susurros, al espectador a introducirse en el drama. No se desarrollaba dicho drama, se sintetizaba, con un uso sistemático de la elipsis y del off camara.
En los años 50 Douglas Sirk revolucionó el melodrama. En vez de dramas sobrios y contenidos, propuso el melodrama expresivo y desmelenado. La diferencia no era tanto entre melodrama sutil y melodrama subrayado ( Douglas Sirk era un director muy sutil y a la vez muy expresivo) sino en la diferente relación que existía entre el espectador y el drama que se le está contando. Frente a introducir al espectador en el drama, Sirk apostaba por proyectar el drama al espectador. Frente a la emoción inducida, la emoción expresada.
El problema es que, quizás por influencia de Sirk, a día de hoy parece que el drama que transmite más emoción es aquel que es más expresivo emocionalmente (cuando ambos conceptos son distintos) Y se termina tachando de atrofia emocional, precisamente a una de las películas más emocionales del año.
Podría hablas de las muchas virtudes del film. De la habilidad que tiene Haynes para usar los elementos escenográficos como elementos dramáticos, teniendo tanto peso en el desarrollo del drama como el propio guión. De la magistral interpretación de las dos protagonistas. Del uso de la composición de pantalla para recrear fotografías de la época, no como mero ejercicio manierista, sino como fundamental instrumento dramático. Pero quizás lo que más me ha impresionado de la película es el uso del punto de vista.
Como, supongo, sabréis, la novela de Patricia Highsmith en la que se basa la película, usa, como único punto de vista el de Therese. Recrear ese elemento es difícil, porque la literatura tiene unas herramientas que el cine no posee. El merito de Haynes está, no solo en lograrlo usando herramientas muy diferentes, sino que ese logro tiene aparejado, un logro dramático que no existiría de usarse otro punto de vista. Hacer que el espectador vea a Carol con los ojos de Therese. Con la mirada de una mujer enamorada y confusa. Uno de los ejemplos más brillantes de dicho logro es el final (que no spoilare). Aunque la escena final es idéntica en novela y película, a mi emocionó mucho más en la película (gustándome, en general, más la novela) entre otras cosas, por el uso dramático del punto de vista (que es distinto aquí en la película que en la novela)
Haynes logró que no viera la película, sino que la viviera. Que, mientras duró el film, yo fuera Therese. Que sus emociones fueran las mías. Desde que Therese ve por primera vez a Carol, hasta que ésta la mira y la sonríe al final de la película.
susanvance
Es una belleza caida del cielo. Y muy emocionante
neiljosue89
A mi me gusto la sutileza empleada pero pues tu opinion es igual de valida. :P
tennismaster3
Precisamente todo de lo que te quejas es lo que hace grandiosa la película.
Su ausencia en los oscar es un insulto a la inteligencia,
Usuario desactivado
Discrepo y mucho. Realmente me alegro de que esta joya no esté en los Oscars, unos premios que en mi opinión no es más que un mero entretenimiento sin ninguna objetividad. Con académicos que no se molestan en ver las películas que votan. Que fuerzan a convertir a los protagonistas en secundarios y al revés. Que nominan a 3, a 5, a 8, a 10 y no saben ni por qué. Que no atienden a las sutilezas de obras maestras como Carol ni a las genialidades de habla no inglesa que suelen ser muy superiores a lo que terminan premiando.