Paco Cabezas es autor de ‘Aparecidos’ (2007), película que pasó más o menos inadvertida en fecha de su estreno, pero cuyo guion y resultado aprecié mucho. En su faceta de guionista, el sevillano cuenta con bastantes títulos, mientras que su segundo largometraje como director es, como ya sabéis, la adaptación de su célebre corto ‘Carne de neón’ y lleva el mismo título. En esta traslación al largo, el protagonista, interpretado por Mario Casas, es un chaval que tiene la intención de regalarle a su madre un puticlub para que lo regente cuando salga de la cárcel.
El trabajo de Cabezas en la dirección de ‘Carne de neón’ (2010) es encomiable tanto en lo que atañe a los actores como en sus labores detrás de la cámara. En el primer aspecto, consigue, gracias a diálogos muy ajustados y a intérpretes que están en perfecta consonancia con sus papeles, una tremenda autenticidad. Largas conversaciones, muy naturalistas y con sentido del humor, establecen el tono de la película en un arranque divertido, vertiginoso y muy prometedor. Vicente Romero da la réplica con gran convicción al protagonista. Macarena Gómez o Antonio de la Torre, resultan, como es habitual en ellos, muy frescos y creíbles. Ángela Molina, actriz que no siempre me ha resultado natural, aquí hace un papel no solo terrenal sino incluso muy divertido. El mayor alivio cómico lo supone Dámaso Conde, como La Infantita, en la tradición almodovariana que nunca falla del travesti gracioso.
La realización, que tira de planos elaborados y efectistas, muy en la línea de Quentin Tarantino o Guy Ritchie, resulta lucida y viene acompañada de una fotografía de gran contraste y baja intensidad cromática que ofrecen, en conjunto, una estética atrayente y muy adecuada al género y alas intenciones de la película.
No es nada nuevo que los protagonistas de una narración sean escoria y que, a pesar de ello, seamos capaces de idenficarse con ellos. La estrategia suele consistir en anteponer unos antagonistas todavía más mala gente que nos haga percibirlos, por contraste, casi como buenas personas, más o menos como convirtiendo en práctica el refrán de “otros vendrán que bueno te harán”. Eso busca Paco Cabezas –quien define a sus personajes principales como hijos de puta– con la inclusión de los malos terribles, encarnados por Darío Grandinetti . Pero veremos más adelante si, en efecto, lo consigue.
Ausencia de distanciamiento
Existen, tanto en cine como en cualquier otra de las artes narrativas –literatura, teatro, etc…–, recursos para crear un distanciamiento buscado. No es momento ni lugar de enumerarlos, pero sí quiero decir que, por mucho que parezca que la cercanía o la empatía son siempre los propósitos de las obras que transmiten historias, existen asimismo las ocasiones en las que lo que se busca es alejar emocionalmente al espectador de lo que está viendo, ya sea para permitirle soportarlo o para causar algún otro tipo de efecto que dependerá de cada propuesta en concreto.
Los directores con los que más se ha comparado ‘Carne de neón’, claramente porque su autor buscó emularlos, son los ya mencionados Tarantino y Ritchie. La diferencia más clara que encontramos en esta versión a la española de sus películas es la ausencia de distanciamiento. Por poner un ejemplo, la famosa escena en la que se tortura a un policía sin demasiado motivo, en ‘Reservoir Dogs’ es cruel y violenta y no escatima los planos de sangre ni oculta fuera de cuadro los momentos más dolorosos. Sin embargo, en ella su autor echa mano de recursos que sirven para crear un distanciamiento. La música del recientemente fallecido Gerry Rafferty, así como la actitud del personaje de Michael Madsen y el humor negro, consiguen este propósito.
El director y guionista de ‘Carne de neón’ se olvida del humor a partir cierto punto en el que la película sufre un brusco salto de tono al pasar de ser una comedia a un oscurísimo drama. Al perder este ingrediente, que podría parecer que no es más que una salazón, el efecto cambia por completo. Aunque no puedo entrar en la cabeza de Cabezas, apostaría que, lejos de ser algo buscado – existen películas intencionadamente duras, que no por eso dejan de ser buenas, pero son otras sus pretensiones–, esta dureza es algo que se le ha escapado de las manos al guionsita y cineasta, quien, aunque hubiese querido mostrarlo todo con el mismo distanciamiento y la misma comicidad que impidiese sentirse mal, no ha encontrado los recursos necesarios para lograr este efecto.
Entiendo y celebro que Cabezas aspirase y lograse hacer una película cañera, auténtica, impactante y nada edulcorada. De lo que quizá no ha sido consciente es de los efectos que tienen, a partir de determinado momento, determinadas situaciones. Cierto es que no todo el cine ha de ser de denuncia, pero me sorprende que se toque un tema como la trata de blancas sin hacer siquiera un ápice de indicación en contra, sino, muy al contrario, frivolizando sobre ello. Solo la inconsciencia con respecto a su impacto me lo haría explicable. Eso y la desensibilización a la que todos estamos sometidos, que probablemente consiga que muchas personas vean este tipo de escenas sentirse afectadas, por fortuna para ellas.
Al final de todo, el caos
El final de ‘Carne de neón’ tiene como pretensión única llegar a una escalada de violencia que permita a su director alcanzar el apoteosis de su lucimiento en la realización. En efecto, lo logra, pero a costa de convertir los hechos en un caos incomprensible donde ya da igual lo que está pasando y solo importa la estética de los encuadres y el impacto del montaje. Al inicio, la presentación de las situaciones se va orquestando paulatinamente con mucho orden y clasicismo. Sin embargo, cuando toca resolver, al autor se le olvidan algunas de las tramas, de las que no volvemos a saber nada en el resto de la película –¿qué ocurre con las dos chicas del este? – . Con otras, montadas en paralelo, establece una progresión temporal a todas luces imposible o las despacha sin demasiada atención. Esto nos habla o bien de un guion descompensado, o de un montaje precipitado, o de una combinación de ambos descuidos.
Conclusión
Podría haber disfrutado de ‘Carne de neón’ de una manera epidérmica, vibrando con sus tiros y peleas como he hecho numerosas veces con otras cinta de acción con un punto de comedia, pues en efecto, en ella se halla todo lo necesario para ese tipo de goce. La diferencia es que la implicación con los personajes sufrientes, no los protagonistas, para mí ha sido mucho mayor que en esos otros films y, personalmente, ese disfrute se ha convertido en imposible. Esta implicación que en otras películas, como los dramas sociales, es un dato reseñable a favor, en esta ocasión es una pega y probablemente, algo que su director no pretendía. Quienes hayan podido seguir con la sonrisa del inicio durante todo el metraje, seguro que la han encontrado entretenida, satisfactoria y original.
Otras críticas en Blogdecine:
‘Carne de neón’, hijos de puta con corazón, de Juan Luis Caviaro.
‘Carne de neón’ y corazones heridos, de Jesús León.
Mi puntuación: