'Cariño, Estoy Hecho un Perro', caquita canina

Para el que no lo sepa 'Cariño. Estoy Hecho un Perro' es un remake de una película de la Disney de 1959 protagonizada por Fred MacMurray, y que yo no he visto, pero me atrevo a aventurar sin el más mínimo riesgo a equivocarme, que es mucho mejor que ésta. Es más, puedo poner la mano en el fuego sin el más mínimo riesgo a quemarme si digo que al lado de la nueva versión aquélla es una absoluta obra maestra. Incluso se me ocurren un montón de cosas desagradables y asquerosas que es mejor que no nombre por aquello de la educación, que seguramente saben y huelen mejor que esta película.

El argumento gira en torno a un abogado que un día es mordido por un perro de 300 años de edad (sí, habeis leído bien), el cual le "contagia" con una especie de virus que le hace comportarse igual que un perro, incluso convertirse en uno. En su nueva situación intentará por todos los medios desenmascarar a una empresa que se dedica al estudio genético con animales a los que someten a experimentos totalmente ilegales e inhumanos, mientras procura que su familia no se rompa, ya que con sus hijos apenas hay comunicación y su mujer piensa que su matrimonio está acabado. Pero qué perra es la vida. Producida de nuevo por la Disney, la película es una ñoñería absoluta hecha para personas con encefalograma plano. Y es que todo lo que antaño resultaba bienintencionado y con una moralina demasiado evidente pero nunca molesta, ahora resulta de lo más repelente. El mensaje, demasiado evidente, resulta absurdo y todo se pierde y estropea principalmente por el protagonismo absoluto de uno de los peores actores de la Historia: el señor Tim Allen, capaz de provocar auténtico dolor de cabeza.

Ni que decir tiene que el film es un vehículo para el absoluto ¿lucimiento? de este tipejo que no tiene ni la más mínima idea de hacer reir al público. Rodeado en esta ocasión de un perro que se lo come interpretativamente y de un montón de efectos visuales, el actor se pasa toda la película con su típica cara de circunstancias con la única finalidad, está claro, de cobrar un sustancioso cheque.

Un par de caras muy conocidas se pueden ver en el reparto al lado de Allen. Por un lado Danny Glover, demostrando que los tiempos junto a Mel Gibson ya quedan muy lejos, y Robert Downey Jr, que interpreta al villano de la función y lo hace horrorosamente. Nunca he visto a este actor hacer tantos gestos como en esta película. Por cierto, hay una secuencia entre él y Allen de verdadera vergüenza ajena. Sin desvelar nada de su trama (cómo si a alguien le importara), os diré que ambos se ponen a ladrarse mutuamente. Cerrad vuestros ojos e intentad imaginároslo. Sí, lo sé, ni en vuestras peores pesadillas.

Brian Robbins, el director del evento, ha estado más acertado otras veces, aunque nunca ha hecho una buena película. Pero lo que está muy claro es que peor ya no puede hacerlo. Toquemos madera por si acaso.

Un bodrio espeluznante, una pérdida de tiempo (¿cuándo aprenderé?), un insulto a la inteligencia de un niño de seis años, una basura desproporcionada. Cuando saco a pasear a mi perro Stuart a hacer sus cositas se inspira mucho más que lo que se han inspirado con esta película, y con menos esfuerzo.

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