No sé hasta qué punto podríamos hablar de tendencia, pero sí que es cierto que en el último par de años nos hemos encontrado con un puñado de series españolas que han querido retratar un poco la que se llama "generación perdida". Gente de veintimuchos/treinta y pocos que ve que llega la hora de "sentar la cabeza" pero su vida es desastrosa. Una mierda.
'Cardo', la serie de Atresplayer, cuyos dos primeros episodios estrena esta noche Antena 3, podría ser una más de esas que hemos visto en estos años (de 'Todo lo otro' a 'Por H o por B' pasando por 'Valeria'). Pero no es una más. Y en su diferencia, en el no parecerse a nada, encuentra su principal virtud.
Cocreada por Claudia Costafreda y Ana Rujas y protagonizada por esta última, seguimos la historia de María. A punto de cumplir los treinta años de edad, la muchacha anda desencantada, casi sin blanca, ayudando en la floristería del barrio y gastando su tiempo libre con drogas y sexo. Será un grave accidente de moto lo que la pondrá cara a cara ante una dura realidad y la perspectiva de que pueda ir a la cárcel.
Honesta y cruda
'Cardo' se muestra como un retrato de juventud honesto y algo crudo. Y aquí es donde Rujas y Costafreda no dan el brazo a torcer en la, por así llamarlo, visceralidad de la propuesta. Tan acostumbrados que estamos a las cosas de los Javis, productores de la serie, la ausencia de luz optimista es algo desasosegante.
El primer episodio, de hecho, es una prueba de fuego. De odiarlo o querer saber más. Yo reconozco que la historia en este capítulo me dejó un poco tibio porque convence menos de lo que lo hace tanto la dirección como el reparto. Ya el segundo todo va cobrando una mejor forma, una mayor presencia, hasta el punto de disipar las dudas por completo.
Quizás lo más interesante de 'Cardo', y lo que la distingue de otras propuestas españolas que hemos visto en el último par de años, es el hecho de que la protagonista no es solo autodestructiva, sino que además no tiene más remedio de enfrentarse a algo de lo que no va a poder huir. Una responsabilidad ineludible, quizás para el tema que trata demasiado literal, pero ineludible al fin y al cabo.
Eso sí, el guion no quiere ocuparse demasiado de este aspecto de la trama y prefiere explayarse en el espectro, el tormento que supone. Por mucho que se quiera seguir adelante, eso ha pasado; por mucho que quiera distraerse, es inevitable todo. Así toda la ficción va encauzándose hacia ese concepto de inevitabilidad (la responsabilidad, la madurez) como el contrincante último de la juventud alérgica a la vida adulta.
Hay aquí un contraste bastante bonito y fascinante, porque el mundo de 'Cardo' está repleto de esa España parada en el tiempo. Esos toldos verdes, bares de barrio de toda la vida, cierta imaginería religiosa (y la banda sonora de marchas de semana santa) le da una capa extra de serie con los pies en la tierra, en la realidad patria.
En definitiva, 'Cardo' apunta muy alto como serie de autor que es y, si bien no siempre acierta, logra salir bastante bien parada en el retrato de juguete roto que propone. Puede gustar más o menos (yo me he quedado muy a favor) pero, desde luego, resulta tan auténtica como valiente.
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