Si lo construyes, él vendrá
A finales de los años 80 y principios de los 90 se pusieron de moda una serie de dramas con elementos fantasiosos en sus tramas. De entre toda la retahíla de títulos destacan cuatro películas que por diferentes motivos se apartaban del grueso de las producciones de aquella época. ‘Hecho en el cielo’ (‘Made in Heaven’, Alan Rudolph, 1987), ‘Always’ (id, Steven Spielberg, 1989), ‘Ghost’ (id, Jerry Zucker, 1990) o la presente ‘Campo de sueños’ (‘Field of Dreams’, Phil Alden Robinson, 1989) apostaron, independientemente de su calidad, por un tipo de cine que ya no se hacía. Las referencias más directas de estos títulos podemos encontrarlas en directores como Frank Borzage, Henry Koster, John M. Stahl, Victor Fleming o Frank Capra, firmantes de algunos de los títulos clave de un género que en aquellos años se caracterizaba entre otras cosas por poseer una fuerte carga espiritual.
Es curioso que de los cuatro títulos mencionados el que obtuvo mayor éxito popular, ‘Ghost’, es de lejos el peor. Esta estúpida y tramposa historia de amor —que plagiaba de arriba a abajo el ‘Always’ de Spielberg, que a su vez ya era un remake— se alzó con dos de los Oscars más injustos de toda la historia de los mencionados premios. ‘Campo de sueños’ había estado el año anterior en la recta final de la Academia, no logró ningún galardón, pero obtuvo un gran éxito en las salas estadounidenses, éxito que no se repitió fuera de sus fronteras, muy probablemente a que uno de los temas centrales de la trama es un deporte, el béisbol, que a este lado del Atlántico no se entiende, y ya sabemos la gran capacidad del ser humano para rechazar aquello que no comprende. Si una película habla de béisbol, da igual que sea buena o mala, por estos lares será simplemente ignorada.
Pero ‘Campo de sueños’ no es una película en la línea de otras como puedan serlo ‘El orgullo de los Yanquees’ (‘The Pride of Yanquees’, Sam Wood, 1942) —sin duda la mejor de todas—, (‘El mejor’ (‘The Natural’, Barry Levinson, 1984), ‘Major League’ (id, David S. Ward, 1989) —uno de esos casos de film exitoso sólo en yanquilandia—, ‘The Rookie’ (id, John Lee Hancock, 2002), o las otras dos películas, además de la presente, que Kevin Costner ha interpretado con el béisbol como tema, ‘Los Búfalos de Durham’ (Bull Durham, Ron Shelton, 1988) y ‘Entre el amor y el juego’ (‘For the Love of the Game’, Sam Raimi, 1999). Todas ellas hablan o de la trayectoria de un equipo o de un jugador de béisbol, haciendo repaso de toda una vida o centrándose en una época determinada.
‘Campo de sueños’ juega en otra liga. Tomando como base la novela de W.P. Kinsella, el propio director de la película, Phil Alden Robinson, construye un guión bañado de inocencia —elemento muy característico del cine clásico al que se pretende homenajear— que versa sobre la búsqueda de identidad personal a través del béisbol, incuestionable señal de identidad de un país que creció a marchas forzadas y que en algún momento de ese crecimiento para muchos se perdió irremediablemente. Ray Kinsella (Kevin Costner) es un hombre de familia que vive en una granja de Iowa; un día oye una misteriosa voz que le sugiere algo que a simple vista parece una locura: construir un campo de béisbol. A partir de ese momento realidad y ficción se mezclarán en un viaje tanto físico como emocional de un hombre marcado por su pasado familiar.
‘Campo de sueños’ es una película que atrapa desde su primer fotograma, a pesar de lo increíble de su argumento que prácticamente pide un gran esfuerzo de fe por parte del espectador. Su halo fantástico está muy logrado gracias a la labor de Alden Robinson, que se sirve de una excelente fotografía de John Lindley y un operador de cámara que vale su peso en oro, James Muro. El especialista en steadicam que trabajó para gente como James Cameron, Kathryn Bigelow, Oliver Stone, Martin Scorsese o Michael Mann, efectúa elegantes movimientos de cámara que ponen de relieve la sobriedad de la puesta en escena de Robinson, director hoy totalmente olvidado por culpa de la escasa relevancia de sus dos posteriores trabajos, la correcta ‘Los fisgones’ (‘Sneakers’, 1992) y la flojísima ‘Pánico nuclear’ (‘The Sum of All Fears’, 2002).
Pero de la misma forma que el director suele ser el alma de la película —al que evidentemente ayuda un equipo de técnicos que deben seguir sus órdenes haciendo realidad sus inquietudes—, hay veces en las que uno de los elementos utilizados por el mismo brillan con luz propia, tal es el caso de la impresionante banda sonora obra de James Horner. Del mismo modo que en esa sobrevalorada —aunque muy entretenida— serie de televisión titulada ‘Lost’, más del 50% de su calidad es porque Michael Giacchino narra musicalmente mucho mejor que los guionistas, en ‘Campo de sueños’ ocurre algo parecido. Horner parece el verdadero artífice de todo lo que pasa en el film, con una sensible y sentida música que corresponde a la que sin duda es su mejor etapa como compositor.
Es ‘Campo de sueños’ un continuo canto de nostalgia a temas pasados, importantes, pero casi olvidados. El film hace hincapié en el béisbol como bálsamo a la triste realidad, y de paso homenajea a escritores importantes para el país como J.D. Salinger a través del personaje encarnado por un excelente James Earl Jones, un famoso escritor, ya retirado, que removió conciencias. Por otro lado la presencia de Burt Lancaster en el reparto hace pensar en el amor de Alden Robinson por el cine clásico al que Lancaster pertenece por derecho propio; un cine lleno de una magia irrepetible que muy pocos han sido capaces de hacer revivir por mucha 3-D que se utilice.
Al lado de esos dos monstruos de la interpretación Kevin Costner, en su etapa más sosa, no tiene nada más que hacer sino aprender. Su trabajo es lo peor de la película, sin embargo hay algo en su personaje que hace que me caiga simpático. Tal vez sea la insistencia de perseguir los sueños imposibles hasta el final, y en eso su rol nos devuelve a otro tiempo —tal y como sucede en determinado momento de la historia— en el que Gary Cooper o James Stewart, a las órdenes de Frank Capra, daban vida al americano medio enfrentado en soledad a sus problemas. Una pena que Costner, que años más tarde demostraría que puede hacer excelentes interpretaciones —‘J.F.K’ (id, Oliver Stone, 1991), ‘Un mundo perfecto’ (‘A Perfect World’, Clint Eastwood, 1993)— esté aquí totalmente inexpresivo, algo a lo que nos tenía acostumbrados en los 80. Amy Madigan realiza un pobre papel de esposa que apoya a su marido en absolutamente todo, y Ray Liotta hace uno de sus primeros papeles memorables un año antes de deslumbrarnos a la órdenes de Martin Scorsese.
‘Campo de sueños’ es una de esas películas a las que el calificativo de “bonita” le quedan como anillo al dedo. Podrá ser todo lo ñoña que queráis —sobre todo si no se entra en su historia—, pero a mí siempre me ha conmovido. Hay algo cautivador en sus imágenes que siempre me ha fascinado, tal vez sea la capacidad de hacerme retornar a cuando era niño y escuchaba cuentos llenos de magia con historias imposibles. Porque eso es al fin y al cabo esta película, un cuento, de esos que todos necesitamos oír de vez en cuando.