Como sucede con todas las artes, muchas veces el modo en que recibimos y asimilamos un largometraje no está ligado en absoluto con la calidad del mismo; siendo determinantes las filias y fobias particulares del espectador a la hora de expresar un juicio de valor sobre una obra en concreto, y convirtiendo el consumo y la crítica cinematográfica en experiencias completamente subjetivas en las que, a veces, pareces ir contracorriente.
Esto se acentúa aún más si cabe cuando nos introducimos en el terreno del cine de autor; donde discurso, narrativa y estilo adquieren las más diversas — y, en ocasiones inusuales— formas, ante las que la polarización se antoja inevitable. Una división entre entusiasmo e indiferencia que he podido percibir viendo 'La cámara de Claire': la última y, para un servidor, inocua cinta del cineasta coreano Hong Sang-soo.
Desde que irrumpió el formato digital en la industria, relegando a un segundo puesto al celuloide —con todos sus beneficios en cuanto a tiempo y costes de producción incluidos—, el Sang-soo ha acelerado sus procesos creativos, llevando desde que estrenase en 2008 'Noche y día' un ritmo de entre dos y tres películas anuales. Cintas que comparten en su inmensa mayoría un mismo espíritu que se ve igualmente reflejado en esta 'La cámara de Claire'.
Ambientada y rodada durante el Festival de Cannes 2016 en un ejercicio más que metafílmico, metaindustrial, el largometraje encuentra en la ligereza de su tono y en la naturalidad de su realización sus mayores virtudes. Sin voluntad alguna de camuflar su look digital y su aparente despreocupación por la parte técnica de la producción —el sonido en algunos pasajes roza lo molesto—, el director se muestra solvente aunque aséptico narrando su historia en imágenes.
Igualmente inefectivo para el que suscribe —en contraposición a las risas que se escuchaban en la sala durante la proyección— es el sentido del humor predominante en el filme y que contrasta de un modo acertado con la velada voluntad dramática del mismo y la tragedia personal de sus protagonistas. Una amalgama de personalidades que, fuera de toda duda, conforman lo mejor de los fugaces 69 de metraje de 'La cámara de Claire'.
Estos personajes, voluntariamente extraños e incluso erráticos, esconden tras sus peculiaridades un poso rico en matices que tanto Isabelle Huppert como Kim Min-hee, estrellas indiscutibles de la función, exprimen hasta la última gota; aportando sus frescas interpretaciones —en las que la improvisación parece tener un peso específico— el único motivo para elogiar una cinta con la que me ha sido imposible conectar y que todos los fieles seguidores de Hong Sang-soo disfrutarán sin el más mínimo esfuerzo.
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