Parece que en algunos medios nos hemos puesto de acuerdo para comentar esta película inédita en nuestras salas, pero disponible gracias al maravilloso mundo de la red. Todo comenzó para mí cuando hablaban de ella en el blog Videodrome de Max Renn, ex-agente Cooper. Me entró tal curiosidad que decidí echarle un vistazo a la película. Incluso Renn ha puesto un post hablando de ella, que por cierto, le ha encantado.
Aunque yo no llego a esos niveles de admiración, sí puedo decir que no me ha disgustado y en cierto modo, me ha inquietado bastante. De todos modos hay tres películas que venían a mi mente según iba viendo 'Calvaire': 'Deliverance', 'Perros de Paja' y 'La Presa'. Digamos que es como un compendio de las tres, aunque tiene su propio universo.
Marc Stevens es un cantante cuyo coche se estropea en medio de un bosque perdido de la mano de Dios. Le ayudará Boris, un curioso personaje que está buscando a su perra extraviada. Le llevará a la casa de un conocido, la cual antes era una posada. A partir de ese momento comenzará un auténtico calvario para Marc, quien verá como una comunidad compuesta sólo por hombres se le echarán encima.
Una de las primeras cosas que llama la atención de la película es la ausencia total de golpes de efecto en los momentos fuertes, por lo cual éstos resultan mucho más efectivos. Aquí no hay subidas de banda sonora, montaje acelerado o movimientos de cámara bruscos para asustar al espectador, no. Aquí te lo cuentan todo de una forma muy directa sin dejar de ser cinematográfica, pero que te acerca mucho a lo que el protagonista padece. Algo que hace que el espectador esté continuamente inquieto, e incluso incómodo.
Por otro lado, esa incomodidad desaparece al final, no porque la película acabe, sino por su fallida resolución, en la cual nos quedamos un poco como preguntándonos ¿y ahora qué? Quizá no haga falta, ya que nos encontramos ante una película que es sobre todo atmósfera, pero se echa en falta un cierre mejor que no necesariamente tenía porqué haber sido una conclusión en la que no hubiera cabos sueltos. El final a pesar de su crudeza, no tiene la fuerza necesaria, por resultar un poco frío y falto de la garra del resto del relato.
Como falta de garra tienen los finales de los momentos fuertes, por así decirlo. Esos instantes en los que parece que va a haber una explosión de violencia y sadismo desenfrenados, ya que es lo que se nos sugiere, terminan por ser más suaves de lo que piden ser. No es que uno esté deseando ver atrocidades, pero es como si el director se cortase a la hora de mostrar ciertas cosas. Hay que decir al respecto que Fabrice Du Welz realiza algunas secuencias prodigiosas, como una que filma en plano cenital, que es bastante dura, aunque luego se ablanda y la resuelve tímidamente.
No obstante, Du Welz es capaz de meternos el miedo en el cuerpo con una película en la que no hay mostruos ni criaturas escondidas acechándonos. Lo más terrible es que los monstruos son seres humanos de aspecto normal y corriente, pero movidos por una necesidad animal que asusta de sólo pensar en ello. El tono de la película queda marcado en la excelente secuencia inicial donde una mujer muy mayor se reúne con el protagonista en su camerino. Una escena que sorprende por su naturalidad y que ya nos avisa de que lo que vamos a presenciar no será nada cómodo.
Aún así, hay cierto elemento fantástico en la película el cual nos lleva a más de una lectura: la utilización de la niebla. Una niebla que sirve como prólogo y epílogo a una zona que parece el mismísimo infierno, con lo que se nos sugiere una posiblidad fantástica en el relato. Lo cierto es que está extraordinariamente utilizado.
Los personajes son todos enormemente enigmáticos, y dan un miedo atroz. Sin embargo ese miedo desaparece por culpa de la falta de agallas de su director en las escenas antes comentadas, con la que se termina lastrando las enormes posibilidades de un film muy interesante y que sin duda merece ser visto.
Una película correcta, que hará pasar un rato intranquilo a más de uno. El porqué no se ha estrenado en nuestro país en su debido momento, 2004, es uno de esos misterios que ni Robert Langdon podrá resolver.