Creo firmemente que los años en los que Woody Allen demostraba una genial y envidiable consistencia en su cine hace ya tiempo que quedaron atrás. Eso tampoco es el fin del mundo, ya que el interés de la obra de muchos directores va cayendo con el paso del tiempo, ya sea por un comprensible pérdida de energía o porque simplemente no encuentran el material adecuado para exprimir a fondo su talento, y él tampoco ha llegado a esos extremos.
De hecho, Allen aún ha demostrado en lo que llevamos de siglo XXI que es capaz de hacer grandes obras como ‘Match Point’ o ‘Midnight in Paris’, pero lleva ya unos años incapaz de sacar adelante una propuesta realmente estimulante, aunque sin llegar tampoco a ofrecernos ninguna pérdida de tiempo. Por desgracia, ‘Café Society’ no es el título que vaya a romper con esa “mala” racha, pues sí que tiene sus virtudes, pero acaban diluyéndose en un conjunto que no va más allá de lo aceptable.
Luces y sombras del toque Allen
A veces resulta complicado delimitar la línea que separa el estilo de un cineasta del mero reciclaje de ideas ya exploradas con anterioridad y con bastante más acierto. En el caso de Woody Allen ya se ha convertido en poco menos que un tópico señalar que lleva varios años rodando simples variantes de historias que ya había contado o incluso poco menos que rodando remakes encubiertos de algunas de sus obras. Una mezcla de realidad y exageración.
En ‘Café Society’ volvemos a encontrarnos con varios temas recurrentes en su cine a través de la comedia triste, una fórmula que tampoco le es precisamente desconocida, para hacer que prácticamente todo gire alrededor de Jesse Eisenberg y Kristen Stewart, un dúo que ya había demostrado su química en la notable ‘Adventureland’ y en la discreta ‘American Ultra’, por lo que tampoco sorprende en exceso que funcionen bastante bien juntos.
Sin embargo, sería injusto señalar que Allen se ha limitado a echar mano de una química ya existente, pues consigue que Eisenberg encaje bastante bien en un personaje que en otra época hubiera interpretado el propio director y logra extraer una sensualidad calmada de Stewart que hasta ahora me era desconocida en ella. Además, ellos dos desprenden encanto cuando comparten escena, ayudando a sumergirte más en esa increíblemente particular ligereza que caracteriza la obra de Allen.
El problema es que esa parte de ‘Café Society’ tiene una presencia más limitada de lo deseable y la reflexión a la que invita sí que se sabe un tanto manoseada. Es cierto que hay pequeños cambios, pero tampoco son tan poderosos como para darle una verdadera entidad, algo en lo que también fracasa de forma acusada la presencia como narrador del propio Allen, donde además parece dar ciertas muestras de verdadero cansancio por primera vez en su carrera.
A su alrededor surgen dos cosas que ayudan a que ‘Café Society’ no caiga de lleno en la rutina. Por un lado tenemos el glamour que desprende que parte de la historia se desarrolle en Los Ángeles en una época de gran esplendor cinematográfico. Ahí es verdad que hay ocasiones que el personaje de Steve Carell -inicialmente previsto para Bruce Willis- parece limitado a potenciar esa faceta, pero es algo que Allen también intenta matizar desde la puesta en escena.
El encanto a cuentagotas de ‘Café Society’
‘Café Society’ es la primera película que Woody Allen rueda en digital, lo cual dota a la fotografía de otro tipo de características, algo que en esta ocasión se aprovecha para resaltar ese toque lujoso de Los Angeles, pero también para conseguir un cálido toque melancólico que va creciendo según avanza el metraje y progresa la historia de amor central. No es algo deslumbrante, pero sí que está ahí y ayuda a corregir en parte sus debilidades narrativas.
Al final el gran problema es que esa magia triste que busca Allen no llega a surgir y por el camino realiza demasiados sacrificios con los personajes secundarios, no los que están limitados a básicamente una escena -simpática la que comparten Eisenberg y Anna Camp-, pero sí aquellos que deberían tener más entidad, siendo especialmente sangrante en el caso de una resplandeciente Blake Lively y decepcionante en el de un Carell cuyo personaje daba para mucho más.
Todo ello también acaba afectando a la propia relación entre los personajes de Eisenberg y Stewart, que cambia por razones evidentes a mitad de metraje para luego intentar replicarlo sin llegar nunca a conseguirlo del todo. Eso es también lo que define a la propia película, es decir, Allen intentando recrear lo que varias veces le funcionó muy bien, pero quedándose a mitad de camino, ofreciéndonos un aperitivo bastante digno en lugar del exquisito plato principal que nos ha dado en otras ocasiones.
No voy a negar que sigue siendo capaz de sacarnos algunas risas y de reflejar ese estado emocional que busca, pero lo primero es algo escaso -en parte premeditado, aunque haya alguna subtrama, algo desconectada de la principal y con resultados irregulares, que sirve principalmente para potenciar su lado más cómico- y lo segundo lo hace con intermitencias, arrancando bastante bien y dejándonos finalmente con un marcado sentimiento de insatisfacción.
En definitiva, ‘Café Society’ es otro ejemplo de que Woody Allen sigue en horas bajas, pero que incluso ahí da muestras ocasionales de su brillantez creativa, aunque también de un cansancio narrativo para el que quizá lo mejor sea apostar por una versión comprimida de sí mismo, tal y como veremos dentro de apenas unas semanas en la televisiva ‘Crisis in Six Scenes’. Por lo demás, una versión digna de algunas de sus obsesiones y poco más.
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