Tras una década de trajes de spandex, antifaces y superpoderes, el cierre de la Saga del Infinito con 'Vengadores: Endgame' 'Spider-Man: Lejos de casa' supuso un punto y aparte mucho más difícil de superar de lo esperado. Desde el inicio de la Fase 4, el Universo Cinematográfico de Marvel ha sido incapaz de volver a atraparme con la fuerza que lo hizo antaño, y eso se extiende a unas producciones televisivas que, hasta la fecha, no habían dado el golpe sobre la mesa esperado.
Hasta el momento, y siempre a título personal, 'Bruja Escarlata y Visión', 'Falcon y el Soldado de Invierno', 'Loki' y 'Ojo de Halcón' —saco de la ecuación a una '¿Qué pasaría si..?' que juega en su propia liga—, con sus diferentes grados de satisfacción en cómputo global, no han conseguido desatar ni exprimir el potencial del formato catódico por el mismo problema que ha padecido la divertidísima 'Doctor Strange en el Multiverso de la Locura': sus ataduras con el universo compartido.
Pero en medio de esta dinámica, la irrupción del 'Caballero Luna' en el MCU ha demostrado que aún hay cabida para las gratas sorpresas. Sus cinco primeros episodios fueron apuntando maneras progresivamente, mimando su desarrollo de personajes y volando libre hasta desembocar en su espectacular final de temporada estrenado bajo el título de 'Dioses y monstruos'. Vamos a hablar sobre él, así que cuidado con los spoilers a partir de este punto si no lo habéis visto aún.
Así en la Tierra...
Tras ahondar en la psique de Marc Spector en el fantástico 'El psiquiátrico' y exprimir la vertiente dramática de la serie, Mohamed Diab ha vuelto a ponerse al frente de un sexto y último capítulo con el que 'Caballero Luna' tira la casa por la ventana a favor del espectáculo; y lo hace con un fin de fiesta a la altura de las circunstancias que pone el broche de oro a la mejor serie de Marvel Studios para Disney+.
Como no podría ser de otro modo, el arranque de 'Dioses y monstruos' plantea el peor escenario posible para nuestros héroes. Marc y Steven parecen estar separados para siempre en el inframundo, Harrow ha conseguido el poder de Ammit y ha comenzado su implacable colecta de almas impuras para traerla de nuevo a la vida, y Layla se ve obligada a enfrentarse al peligro por sí sola y en clara inferioridad.
Después de que la egipcia se infiltre entre los hombres de Harrow y rechace la oferta de convertirse en el avatar de la adorable Taweret —que se comunica con ella a través de un cadáver—, el grupo llega a la Cámara de los Dioses, donde el villano de la función libera a Ammit destruyendo su ushabti y se pone al servicio de la deidad. Mientras tanto, Layla hace lo propio con el ushabti de Khonshu, quien hace a la heroína una proposición indecente.
Una vez el pajarraco ha escapado de su prisión, siente que Marc Spector ya no forma parte de este mundo y sugiere a Layla convertirse en su nuevo avatar, ya que sería incapaz de derrotar a Ammit y Harrow sin uno. La mujer rechaza la oferta sin miramientos, y Khonshu se ve obligado a combatir contra la cocodrila teniendo todas las de perder, pero aún queda un pequeño rayo de esperanza...
...como en el Inframundo
De vuelta en el Campo de Cañas del Inframundo egipcio, Marc al fin puede estar en paz por una vez en su vida... o en su muerte. Su balanza se equilibró al separarse de Steven, pero renunciará a una eternidad en calma por regresar junto a su alter-ego y liberarle de las arenas del Duat en una escena realmente emotiva en la que, al fin, abre su corazón. El dúo cruza la puerta de Osiris, lo cual hace que Spector resucite en el plano de los vivos y recupere sus poderes gracias a Khonshu.
Y ahora empieza lo verdaderamente interesante. Después de que Steve y Marc —que ahora pueden alternar sus manifestaciones como el Caballero Luna a voluntad— negocien su liberación con Khonshu una vez termine todo, la trama se encamina directamente hacia un clímax final realmente espectacular que nos deja uno de los momentos estrella del episodio: a Layla convirtiéndose en el avatar de Taweret —armadura alada y pose superheróica incluida—.
Por supuesto, Harrow y su séquito no tienen tiempo para transformaciones, y después de cargarse la Cámara de los Dioses, inician la recolección de almas en el Cairo con la que alimentan a Ammit, haciéndola crecer más que las pirámides y abriendo paso a... ¡UNA PELEA DE KAIJUS ENTRE LA DIOSA COCODRILO Y UN KHONSHU GIGANTE! —disculpad la excitación, pero he de confesar que estaba como un crío delante de la televisión viendo el berenjenal—.
Mientras los bicharracos se miden el lomo, nuestro Caballero Luna intercambiable llega a la ciudad para disputar una pelea final junto a Layla contra Harrow y sus esbirros que, tras un intercambio de golpes, concluye súbitamente cuando Marc pierde la consciencia. Cuando vuelve en sí, Harrow está medio muerto y la plaza en la que estaban combatiendo está arrasada —tranquilos, que la serie ya ha dado pistas de esto y termina de explicarlo en la poscréditos—.
Con Harrow fuera de combate, sólo queda sacrificarlo para acabar con la amenaza de Ammit, pero Marc se niega a ser la mano ejecutora de Khonshu y exige su liberación. Cuando el dios cumple su voluntad, realidad e imaginación vuelven a fundirse al transportarnos a la consulta de un doctor Harrow que sabe mucho menos de lo que creía. Marc y Steve se despiertan en la cama del piso de Londres compartiendo cuerpo y consciencia después de salvar al mundo, corte a negro, fin.
Y con esto, sumado a una escena poscréditos que confirma la tercera y violentísima identidad de Marc Spector —fue ella la que acabó con Harrow— y que explicaremos en detalle en un artículo próximamente, 'Caballero Luna' toca a su fin, alzándose como la serie más redonda y libre del Universo Cinematográfico de Marvel gracias a su condición autoconclusiva y a la posibilidad de recorrer territorios inexplorados sin rendir cuentas a las claves argumentales previas y posteriores de una trama a gran escala.
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