‘Sospechosos habituales’ había situado a Bryan Singer en una posición de privilegio. Con tan sólo dos películas (y no es que ‘Public Access’ fuese muy popular), el joven realizador era ya visto como uno de los más brillantes talentos de la cinematografía norteamericana. Tocaba seguir adelante, confirmar las esperanzas, ponerse manos a la obra con un proyecto más ambicioso que le diera la oportunidad de asentar su recién logrado estatus. Sin embargo, aun contando con más presupuesto, Singer tomó la decisión de dar un giro más personal a su carrera.
Desde niño, se había sentido fascinado por el nazismo, a pesar de las raíces judías de su familia; llegó incluso a crear un “club nazi” junto a algunos amigos. No resulta extraño por tanto entender su interés por la historia de ‘Verano de corrupción’ (‘Apt Pupil’), un relato de Stephen King incluido en el libro ‘Las cuatro estaciones’ (de donde salieron otras películas, como ‘Cuenta conmigo’ y ‘Cadena perpetua’). Un relato que ya se había intentado llevar al cine en varias ocasiones, pero la mala fortuna y los problemas económicos impidieron que hasta 1998 no se viera efectivamente una película basada en la obra de King. Una película que, en general, decepcionó a los que esperaban algo más del director de ‘Sospechosos habituales’. No era para menos.
‘Verano de corrupción’ tiene el arranque más directo de las tres primeras películas de Bryan Singer, intercalándose los créditos iniciales ya en la acción. De este modo, se nos presenta ya desde el inicio no sólo al protagonista, el adolescente Todd Bowden, sino también su gran conflicto: se siente atraído por la ideología y obra nazi. Tras finalizar el tema en clase, el chico siente que necesita más y acude a la biblioteca para leer todo lo que encuentra. De este modo descubrirá algo sorprendente. Kurt Dussander, uno de los nazis más sanguinarios, escapó de la ley y vive justamente en su mismo vecindario, oculto bajo una falsa identidad. A cambio de no revelar su paradero a las autoridades, Bowden exige al anciano que le cuente todo lo que vivió como miembro de las SS.
Brandon Boyce, amigo de Singer, fue el encargado de escribir el guión de ‘Verano de corrupción’, modificando (el final es muy diferente) y ampliando el material original, lo que en mi opinión no quedó nada bien, teniendo en cuenta la falta de intensidad de la que adolece el film. No estuvo Singer nada fino tampoco con el ritmo y el suspense de la película, que avanza con lentitud y desgana, sin aportar casi nada al final de cada secuencia. Los 110 minutos de montaje definitivo resultan a todas luces excesivos, haciendo que la trama tenga que dar varias vueltas sobre sí misma. El juego de dominación entre el chico y el viejo da tantas vueltas sobre chantajes tan débiles que llega a resultar de lo más aburrido, por no hablar de la parte final, en la que se alternan dos secuencias (la del hospital y la del periódico) que pretenden resultar tensas, pero que realmente son previsibles y hasta ridículas.
Uno de los principales problemas de la película es que no hay una gran carga dramática, y el conflicto no tiene fuerza suficiente ni está bien justificado. En ningún momento se tiene la sensación de peligro que constantemente se intenta transmitir; ese “jugar con fuego” se dice pero no se ve. La amenaza no aparece nunca clara ni contundente, por no hablar de la ridícula tensión que se va acumulando en el chico. Sabemos que Dussander ha sido un criminal nazi, pero ahora es más bien un abuelete simpático; también sabemos que Bowden se siente atraído por ese “lado oscuro” del ser humano, pero lo que vemos es que desde que visita al viejo, estudia menos, parece más agresivo, tiene pesadillas y deja de interesarse por las chicas. Dejo a vuestra consideración la interpretación de estas poderosas e inequívocas “señales” (ejem). Lo peor es que tan pronto como llega al fondo, el chico se recupera y aquí no ha pasado nada. Porque engañar al (idiota) personaje de David Schwimmer es tan malvado como robar gominolas o maquillar el currículum.
En mi opinión, falla la construcción de personajes, quedando una historia en la que no nos podemos implicar en ningún momento. Bowden no resulta nunca interesante ni creíble, todo lo contrario, desde que entra en casa del viejo con esa prepotencia y le chantajea, casi deseamos que le den su merecido y se vaya a casa a seguir dándoselas de listo. Y no es sólo por la mala interpretación de Brad Renfro, tristemente fallecido hace casi un año (15 de enero de 2008). Renfro lo intenta pero es incapaz de transmitir nada, apenas cambia de expresión un par de veces, y es que su personaje no está bien construido ni parece que Singer fuera capaz de sacarle provecho; por otro lado, ojo a los que le rodean (padres, mejor amigo, novia y profesor), meras marionetas para cubrir el expediente y rellenar escenas vacías cuyo único propósito es intentar demostrarnos lo “malvado” que se está volviendo el protagonista. Lo de la paloma herida es el colmo, demostración de la mala visión del cineasta con este material.
Si bien el trabajo de Ian McKellen es lo mejor de la película, o lo único rescatable, me parece que su Kurt Dussander está tan mal planteado como Bowden. La desdibujada, que no ambigüa, personalidad de Kurt resulta más clara conforme avanza la película, cuando se nos plantea que el viejo no es más que un criminal que no sólo no se arrepiente de su pasado, sino que además se relame por las atrocidades cometidas y, una vez el chico le hace refrescar la memoria, parece querer volver a las andadas. Inverosímil mutación y comportamiento, pero también decepcionante, en cuanto se revela como alguien simple y superficial, en absoluto una figura fascinante y diabólica que pueda resultar tentadora. Singer parece olvidarse de lo que funcionaba con los villanos de ‘Public Access’ y ‘Sospechosos habituales’, fuertes por permanecer ocultos en las tinieblas, atractivos porque sólo sabíamos lo justo y no tenían que demostrar nada, menos aún con discursos sobre la maldad.
En definitiva, un paso atrás en la trayectoria de Bryan Singer, su peor película hasta la fecha. Finalmente, su interés directo en la trama, su implicación personal en el “viaje” del protagonista, resultó perjudicial y no le permitió darse cuenta que estaba tratando con pólvora mojada. Por mi parte, no encontré, en las dos veces que la he visto, nada valioso en ‘Verano de corrupción’ al margen de la carismática presencia de McKellen. Un thriller fallido y tedioso, muy lejos de la elegancia narrativa y el suspense psicológico que su realizador es capaz de plasmar. Afortunadamente, pronto le llegaría a Singer la oportunidad de dejar atrás este traspiés, situándose al frente de una gran producción. Hablaremos de ella en breve.