Como os anuncié, este mes vamos a repasar la filmografía del director Bryan Singer, con motivo del estreno de su último trabajo, ‘Valkiria’, el 30 de enero. Tras una proyección del cortometraje ‘Lion´s Den’, realizado por Singer y su amigo John Ottman, el primero entró en contacto con una productora japonesa de películas de bajo presupuesto, lo que le abrió las puertas para su primer largometraje. En 1993, presentó en el festival de Sundance ‘Public Access’, su ópera prima. La película gustó mucho y resultó co-ganadora del gran premio del jurado, junto a ‘Ruby en el paraíso’.
‘Public Access’ comienza de forma engañosa, un aviso de lo que vendrá más adelante. Se alternan los créditos (demasiado largos) acompañados de un alegre tema pop con breves planos de un camión avanzando por una solitaria carretera. Tras el “directed by”, el camión pasa de largo y nos deja a un hombre que lleva dos maletas. Su figura se recorta misteriosa sobre el fondo crepuscular. ¿Quién es ese hombre? La película no nos responderá a esa pregunta, por verdaderamente irrelevante, pero sí a la más importante: ¿qué misión tiene?
El extraño llega pronto a un pueblecito aparentemente idílico llamado Brewster. Rápidos vistazos a sus calles, sus tiendas y sus gentes nos confirman que estamos ante una de esas postales típicas del sueño americano. Todos parecen felices viviendo allí. En el periódico local se anuncia con letras enormes que el crimen y el desempleo han descendido hasta niveles históricos; en letras pequeñas se pregunta si el alcalde está preparando su entrada en el senado. Sin embargo, la llegada del extranjero nos hace pensar que realmente las cosas son muy distintas. Que viene a descubrir algo podrido que hasta ahora estaba oculto.
Bryan Singer consigue, con muy poco, de forma inteligente, que el espectador entre en la película, que se deje llevar por la atracción que ejercen unas imágenes enigmáticas. Se nota que el director es fan de Steven Spielberg y que se fijó en sus comienzos. ‘Public Access’ costó poco dinero y se nota, pero el inteligente guión escrito por Singer, Christopher McQuarrie (compañero de estudios de Singer y guionista de ‘Sospechosos habituales’) y Michael Feit Dougan no necesita un gran presupuesto, lo esencial es el suspense, el actor principal y una resolución acorde con las expectativas creadas. En ese sentido, Singer cumple sobradamente con su primer largometraje.
Bajo el nombre de Whiley Pritcher (suena sospechosamente igual que “preatcher”, predicador), el extranjero comienza a moverse y actuar en el pueblo. Pronto, todos sabrán quién es. Y es que Pritcher ejecuta pronto, en un par de días, el paso central de su misterioso plan; alquila un pequeño estudio de televisión y crea un programa de participación popular (de ahí el título de la película) que llama “nuestra ciudad”. En la primera emisión, Pritcher se presenta y plantea la base del espacio: ¿qué va mal en Brewster? La robótica pose de Ron Marquette contribuye a la sensación de que se ha puesto en marcha un juego de sorprendente desenlace.
Pasan varios minutos sin respuesta, y casi se da por vencido, cuando suena la primera llamada. Una mujer, que prefiere mantenerse en el anonimato, aprovecha la ocasión para airear asuntos privados; cotilleo. Pronto recibe respuesta y Prichter ya tiene programa. Día tras día, lanza al aire la venenosa pregunta “¿qué va mal en Brewster?”, provocando la reacción de los vecinos del pueblo. De todas las llamadas, Pritcher se mostrará interesado en dos concretamente; una de un hombre que parece retarle intelectualmente, y otra de una joven que prefiere no decir mucho en directo, prefiriendo la vía privada.
Desde luego, la idea es más que interesante. Un extraño llega a un pueblo feliz y en poco tiempo consigue que los habitantes comiencen a manifestar públicamente los trapos sucios del lugar. La televisión como foco y el teléfono para la intimidad son las mejores herramientas para un sujeto que sabe perfectamente lo que hace. Nosotros, como espectadores, no sabemos absolutamente nada; Singer nos tiene expectantes, intentando adelantarnos a lo que viene después. El misterio sigue envolviendo la trama, y ahora no sabemos si la intención del protagonista es destapar algo por el bien del pueblo o si lo que quiere realmente es hundirlo, demostrando la hipocresía que lo gobierna.
Ciertamente, podrían darse más detalles de Whiley Pritcher, permitir que el público lo conozca un poco más, pero los guionistas pensaron que era mejor dejarlo en tinieblas, que se supiera lo mínimo de él. Sus motivaciones, de dónde viene, todo eso no importa demasiado, aunque puede que, por eso, la resolución de la película deje un sabor algo insatisfactorio, como si se hubieran dejado importantes cabos sueltos. Personalmente, creo que la propuesta de ‘Public Access’ es honesta y redonda, primando el misterio y una atmósfera siniestra al estilo de ‘El diablo sobre ruedas’ (1971) o ‘Carretera al infierno’ (1986). Contar más de Pritcher podría haber arruinado el entramado. De hecho, creo que lo mejor de la película es lo que sugiere y la reflexión que podemos hacer sobre lo que ocurre en Brewster (con la ayuda de Pritcher), una verdad que a pequeña escala no parece tan aterradora.
Sin ser ninguna maravilla (tampoco lo pretende), ‘Public Access’ consigue entretener e inquietar durante unos escasos y aprovechadísimos 80 minutos de metraje. Singer, con la ayuda inestimable de Ottman (encargado del montaje y la banda sonora), realiza un estupendo debut, una película interesante y misteriosa, un adelanto quizá algo inmaduro de lo que sería ‘Sospechosos habituales’, a día de hoy, su trabajo mejor valorado. Hablaremos sobre esa obra en unos días.