Una de las series más importantes de los últimos años ha sido 'Gambito de Dama' en Netflix, que ha dado a conocer a mucha gente el talento de la actriz Anya Taylor-Joy, quien ya había demostrado de sobra lo que era capaz en un buen puñado de películas, siendo elegida por M. Night Shyamalan para sus secuelas de 'El protegido' (Unbreakable, 2000) por un buen motivo. Ahora Netflix da la oportunidad de descubrir el debut en el cine de la futura furiosa (a excepción de un cameo no acreditado), la película de terror 'La bruja' (The Witch, 2015).
Una película sobre la que se ha escrito mucho en su momento y que ha tenido todo tipo de recibimientos entre la crítica y el público, que de una división inicial ha ido confirmando el importante peso que tuvo su estreno mundial en el devenir del cine de horror fantástico, gracias a su planteamiento serio del género, en el que se pueden apreciar síntomas de que las brujas, el impacto, el gore y el material de leyenda ya no era algo que la crítica fuera a despreciar.
Con su cuidadoso tratamiento de la puesta en escena, con ciertas aspiraciones visuales llevadas al extremo –el uso de la relación de aspecto 1:66, la iluminación solamente a base de fuentes de luz natural– algunos confunden las aspiraciones artísticas de su director, Robert Eggers, con un desprecio por el material de partida o el miedo a ser considerada una película de terror sin más, pero sencillamente es el trabajo de un autor que elige una forma de contar su historia más pausada y embellecida.
'La bruja', el punto de no retorno del “horror de autor”
No cuesta imaginar por qué muchos desprecian esta obra escasa en sustos y con sus momentos de impacto muy bien dosificados, pero cuando tenemos en cuenta el devenir que ha tomado el cine de miedo a partir de ‘Lords of Salem’ (2012), ‘Babadook’ (2014) y la propia ‘La bruja’, podemos comprobar que fueron tres obras que supieron avanzar frente a los referentes modernos de género incontestables, como Tobe Hooper, George A. Romero, John Carpenter y Wes Craven, que habían dominado en la explosión de género en los años 2000, agotando su estética y formas por la constante producción de cine para el mercado de vídeo.
Por ejemplo, lejos de despreciar esos referentes, en vez de tomar un punto de partida como ‘La matanza de Texas’, como había hecho Rob Zombie en su debut, en su mejor película, también de brujas, puede verse el influjo de Roman Polanski, Stanley Kubrick y Dario Argento, digamos que “la cara b” del género en unos 70 que habían dejado impronta en su vertiente más sucia y sangrienta pero que a principios de los 2010 estaba siendo replicada de forma mecánica en una versión de menor presupuesto en movimientos efímeros como el Mumblegore.
Descubrir el terror en Bergman, Polanski, o incluso en británicos tan desconocidos como Jonathan Miller había estado presente en algunas muestras del cine de terror de la casa Glax Eye Pix, pero tanto para los que se prestaron a catalogar las películas de la productora de 'La bruja' como "terror elevado" como para los que odian todo lo que sale de A24 por las implicaciones de esa etiqueta, parece haber un vacío de ignorancia respecto a títulos como ‘Wendigo’ (2000), o incluso continuaciones tan interesantes del fenómeno found footage como ‘Lovely Molly’ (2011), con todos los elementos de atmósfera y drama por los que apuestan Eggers y Aster.
El legado de Eggers
Lo cierto es que ‘La bruja’, más deudora de la pieza satánica de Rob Zombie de lo que se suele reconocer, da miedo y se plantea como una revisión sencilla, preciosista y oscura de las leyendas y cuentos, que consigue dibujar un relato de paranoia religiosa creíble dentro del desarrollo de coming of age femenino bajo la tradición de Angela Carter, con algunos trazos de cine satánico tradicional y ecos de las mitologías de Nueva Inglaterra que ya desarrollaba ‘El proyecto de la bruja de Blair’ (The Blair Witch Project, 1999).
Y aunque ‘El faro’ (The Lighthouse, 2019), un hermoso pero un aturullado salpicón de referencias embuchadas sin ningún paladar, no haya conseguido estar a la altura de su debut, Rober Eggers demostró que su estilo minucioso y de cuidada atmósfera era una nueva vía para un cine de terror necesitado de un gótico más reposado y menos dependiente de los vaivenes de sonido, de los que la escuela Warner ha acabado abusando sellando una decadencia que empiezan a acusar sus secuelas en los estrenos comerciales.
Sin embargo, el devenir del género no ha tardado en tratar de replicar el fenómeno, y no solo hay una vuelta a las raíces folk en Europa, con películas de matiz histórico “de época” como ‘November’ (2017), ‘Hagazussa’ (2017), o ‘Gretel & Hansel’ (2020) sino que animó el regreso de las brujas al cine en obras con poca relación en su tono como ‘La autopsia de Jane Doe’ (The Autopsy of Jane Doe, 2016) o ‘Hellboy’ (2019) y ha dejado influencia en modernas como ‘Pyewacket’ (2017), ‘The Dark and the Wicked’ (2019) ‘Sator’ (2020), 'Relic' (2020) e incluso en versiones más juveniles del cine de brujas como ‘Madre Oscura’ (The Wretched, 2019) o filmes de terror en el bosque como ‘Bosque maldito’ (The Hole in the Ground, 2019) o ‘The Ritual’ (2017).
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