El 22 de enero de 2008, hace prácticamente un año, nos dejó Heath Ledger, demasiado pronto, fallecido por una letal mezcla de medicamentos; una noticia que me afectó profundamente, no sólo por la admiración que sentía hacia su trabajo y por el impacto de las circunstancias de su muerte, sino también porque sucedió cuando ambos teníamos la misma edad. Como homenaje personal hacia este actor, que apenas empezaba a demostrar su gran talento, revisé anoche ‘Brokeback Mountain’, la película que le hizo ganar prestigio y que casi le proporciona un Oscar. Lástima que una vez más no premiasen al mejor, esperemos que gracias a su antológica interpretación en ‘El caballero oscuro’ se le haga justicia.
‘Brokeback Mountain’ era el título del relato de Annie Proulx que apareció publicado en The New Yorker en 1997. Aunque pronto se vio que era un material excepcional para una película, Hollywood no estaba preparado, y se pensó que el público tampoco. Pasaron los años y los directores interesados, hasta que llegó el ecléctico Ang Lee y decidió que ésta sería su próxima película (tras ‘Hulk’, que me encanta). La pasión y el talento visual del realizador taiwanés resultaron ideales para la adaptación del relato, que había pasado a ser una historia de dos horas tras el trabajo de Diana Ossana y Larry McMurtry. Ellos, Lee y Gustavo Santaolalla (imposible olvidar el tema central que compuso para esta película) resultarían premiados con el Oscar, en una noche en la que, sorprendentemente (por no decir otra cosa), ‘Crash’ quedó como mejor película del año.
‘Brokeback Mountain’ nos traslada a Wyoming en 1963, para contarnos cómo se conocieron los jóvenes Ennis del Mar y Jack Twist. Ambos necesitan dinero y acuden al mismo lugar, para acabar trabajando juntos, cuidando y vigilando ovejas, en la montañosa zona (ficticia) que da título a la película. Una zona fría y solitaria que les va acercando poco a poco, hasta que una noche comparten lecho, y no pueden detener por más tiempo la pasión que sienten el uno por el otro.
Ese crucial momento ocurre en torno a los primeros 25 minutos de la película (cumpliendo con la regla de los tres giros), que es mucho tiempo para lo que pasa realmente. Sin embargo, Ang Lee consigue que el tiempo apenas se note, gracias al aprovechamiento de un paisaje precioso, un montaje inteligente y un uso muy eficaz de las expectativas del público, que sabe lo que va a ocurrir pero no cuándo. Todo ese primer acto se emplea para presentarnos a los dos protagonistas, pero también para narrarnos dónde y cómo se produce el enamoramiento entre ambos.
Ennis y Jack descuidan su trabajo y pronto se les notifica que abandonen el lugar. La idea de su separación resulta demasiado dolorosa y, frustrados, se golpean violentamente, fruto de la impotencia. La despedida, sin embargo, se produce de forma tranquila y casi silenciosa. Ennis revela que ha perdido una camisa y Jack sonríe. Se dicen adiós y marchan a sus respectivos hogares, con la posibilidad de que jamás vuelvan a verse. Ennis no puede resistirlo y se aparta a llorar en un callejón (impresionante escena ésta). Acto seguido contemplamos cómo se ha casado con su prometida, Alma (Michelle Williams), con la que forma una familia. La tapadera es segura, pero los sentimientos del muchacho hacia su amado siguen ahí, afectando su vida, a punto de explotar.
Sin menospreciar el estupendo trabajo de Gyllenhaal, me parece innegable que Heath Ledger es la película. Su personaje es el motor de la historia y su interpretación la que consigue atraparnos y emocionarnos. Ledger se mete en la piel de Ennis y hace lo que sólo los actores de verdad pueden hacer: dar vida a un personaje ficticio. Ennis del Mar se convierte en una persona real, con sus miradas, sus gestos y sus expresiones particulares, con su propio carácter y personalidad. Durante toda la película hay grandes momentos (el del callejón que ya he mencionado, el de la imagen de arriba, el hallazgo de la camisa que creía perdida) y casi todos tienen que ver con el Ennis de Ledger, con cómo este actor se transformó en otra persona. Imprescindible la versión original para apreciar, por ejemplo, el tono de voz o la forma de hablar, parte esencial del personaje.
Jake Gyllenhaal encarna a Jack Twist, que es totalmente diferente a Ennis. Jack es alegre, alocado, valiente, optimista, mientras que Ennis es reservado, callado y pesimista, debido a un suceso que vivió cuando era niño (lo cual explica mucho de su comportamiento posterior). Jack ama a Ennis pero no entiende porqué deben vivir separados, encontrándose sólo en contadas ocasiones durante años. Al igual que su compañero, Jack se casa (con Lureen, Anne Hathaway) y mantiene una familia, pero no deja de proponer la ruptura de todas las apariencias y la apuesta por el amor. Hay dos momentos en los que Gyllenhaal, en mi opinión, se come la pantalla, y ambas ocurren cuando su personaje ya no soporta más su situación: el enfrentamiento con su suegro y la última discusión con Ennis.
Una historia de amor dramática no es nada sin los obstáculos que impiden el feliz desenlace. En las barreras vienen dadas por el obvio, absurdo y peligroso rechazo de una parte de la sociedad hacia la homosexualidad, tema de moda otra vez por el éxito de ‘Mi nombre es Harvey Milk’. En la película de Ang Lee, sin embargo, no sólo tenemos el riesgo de que Ennis y Jack sean atacados por su relación, también, y no menos importante, nos encontramos con el trauma del primero de ellos, que le condena a vivir con frustración, infeliz. La diferente forma de llevar su romance condiciona finalmente el final de cada uno, y resulta genial cómo se plasma en la película, pues ambos quedan reflejados con cierta ambigüedad. La versión de lo que le ocurre a Jack y la última frase de Ennis han provocado y seguirán provocando debate.
Quizá es poco el tiempo que ha transcurrido para valorar adecuadamente el sitio de ‘Brokeback Mountain’ en la Historia del cine, pero lo que me parece indudable es que la película sigue teniendo, por lo menos, la misma fuerza e intensidad que cuando se estrenó, despejada ya la novedad y la polémica de su propuesta. Una impresionante y bellísima película, en mi opinión, y en definitiva, una obra maestra.