'Border' linda tanto con el empleo de la mitología al estilo de Guillermo del Toro como con cierta visión del terror de baja intensidad propia del cine europeo (como 'Déjame entrar', con la que 'Border' comparte guionista y autor del relato en el que se basa, John Ajvide Lindqvist). Con estos mimbres, esta curiosísima, difícil de describir película del sueco-iraní Ali Abbasi (mucho ojo a su anterior film, 'Shelley') se atreve a plantear un curioso universo entre realista y maravilloso que funciona a la perfeccion.
En ese universo transcurre la historia de Tina (Eva Melander), una mujer de singular físico que roza la deformidad y que tiene la extraordinaria capacidad de detectar cuando alguien no está siendo sincero u oculta algo. Una característica que le resulta de extrema utilidad en su trabajo, guardia de aduanas, donde descubre una trama relacionada con la pornografía infantil, que seguirá investigando a petición de las autoridades y gracias a su habilidad.
La peripecia vital de Eva no acaba ahí: en su trabajo conoce a Vore (Eero Milonoff), una persona de rasgos faciales similares a los de suyos propios que comenzará a desvelarle secretos que los unen y hacia quien experimenta una atracción casi animal. Vore se desvelará pronto como alguien que, a diferencia de Tina, no tiene el menor interés en vivir según las reglas de la sociedad, sino más bien todo lo contrario, lo que contrasta con la también apagadísima vida íntima de Tina, que vive con un hombre que claramente no congenia con ella lo más mínimo.
Rápidamente ambas líneas argumentales se convierten en las dos claves definitorias del personaje, por una parte para diferenciarla de las personas comunes, por otra para compararla con uno de los suyos, que para complicar la situación al espectador no le cae especialmente bien. De hecho, nadie salvo Tina está descrito para despertar excesivas simpatías, lo que suma una situación de aislamiento total y nos lleva a entender la permanente frustración, que no se sabe muy bien de donde sale, de la protagonista.
'Border': lo irreal de la diferencia
Cuando 'Border' da el salto mortal y revela el secreto de su trama lo hace con sutilidad y tras empatizar con la heroína. Un salto no excesivamente difícil de anticipar debido a la incursión de lo maravilloso en la historia desde sus primeros compases y gracias a cierto tono de cuento de hadas mundano, combinado combina con cierto aire de comedia indie y con un horror a bajas revoluciones que conecta, por ejemplo, con el cine del francés Quintin Dupueux.
Pero a la vez, 'Border' (que, por cierto, está nominada al Oscar al Mejor Maquillaje) no se limita a plantear un 'Napoleon Dynamite' en el que el marginado es una criatura de fantasía: también sabe tensar la cuerda de lo horrible, de lo grotesco, en los que sin duda son los mejores momentos de la película. El encuentro de Tina con el embrión o sus incómodas sesiones de sexo con Vore recuerdan a veces al altamente simbólico (pero también altamente exploit) cine de terror de erotismo y violencia devastadores de los setenta, lo que da buena cuenta de hasta qué punto 'Borders' maneja visiones y mensaje poco habituales en el cine de género actual.
Aunque su mensaje y tono sean bien distintos, no he podido evitar en algún momento recordar 'La posesión' de Zulawski, la obra maestra del horror simbólico (pero extremo) de 1981. 'Border' no se deja llevar nunca por las explosiones de histeria que puntuaban la película de Zulawski, pero su empleo de una convención del fantástico (criaturas de fantasía aquí, monstruosas proyecciones del id allí) para perturbar a fondo la realidad deambula por caminos similares.
Porque sin duda, de 'Border' quedan, como marcas indelebles, sus apasionantes reflexiones sobre la identidad en muchos aspectos (desde la sexual, en una de las propuestas más atrevidas de la película, a la social, entroncando con cierta visión de las clases más humildes que ya vimos en 'Déjame entrar'). Pero también una corrosiva carga visual que, del mismo modo que sus protagonistas, se desliza entre las grietas de la realidad para -como una cuña cargada de explosivo simbolismo- conducirla a su resquebrajamiento definitivo.
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