En el minuto uno de 'Una boda explosiva', y viendo el póster, ya sabes cuál va a ser su desarrollo exacto y cómo va a terminar. No tiene nada de malo caer en la previsibilidad (hay quien de la misma saca paz mental y sosiego), pero uno no puede evitar sentir que en la película se ha puesto el piloto automático, evitando el gamberrismo y todo lo que se salga de una trama casi telegrafiada que cae en todos los clichés y, dentro de su aparente (solo aparente) ruptura con lo establecido, nunca deja de ser entretenida. Eso que te llevas.
Te casaste, la cagaste
Durante los primeros compases de 'Una boda explosiva', Jennifer López insiste en que ha montado el bodorrio solo con su dinero y no necesita ayuda monetaria de su padre. Sabe que es un poco cutre, pero ha hecho lo que ha podido. La boda "un poco cutre" tiene lugar en un resort de una isla paradisiaca de Filipinas repleta de comida, bebida y actividades. Como espectador, ya te ves obligado a suspirar y pensar en que esta es la visión de un matrimonio pobre que tienen los americanos ricos.
Pero cuando ya están en la isla, claro, llegan los piratas, que hablan otra lengua y por tanto son peligrosos. Por suerte llevan pistolas y granadas, así que Jennifer López y Josh Duhamel podrán abrirse camino por la jungla y salvar a todo el mundo mientras se cargan a los malos. Se trata de una fantasía de poder de clase media que se les ha ido de las manos: el guion no se preocupa en ser creíble, el director no intenta salir de la mediocridad y los actores son conscientes de las vacaciones que les están pagando.
No quiero decir que 'Una boda explosiva' sea una mala película. Es, en realidad, un divertimento noventero repleto de tiros, personajes que toman decisiones cuestionables, extranjeros muy malos y americanos muy buenos que se la juega a todo a la química entre sus dos protagonistas. Una química que fluctúa pero nunca termina de estar ahí, en parte porque la pareja, discutiendo a media hora de casarse, no parecen hechos el uno para el otro... Y es difícil apoyar a una pareja cinematográfica con más tiranteces que amor.
Lo que necesitas es dolor
Originalmente, Ryan Reynolds iba a protagonizar la cinta en lugar de Duhamel, y realmente era una mejor elección para un personaje al que le falta el tinte canalla y divertido sobre el que el actor de 'Deadpool' podría haber trabajado. Por más que la película quiera que nos enamoremos de él, lo más hilarante que hace es ignorar las peticiones de sexo de su novia (repito: Jennifer López) para hacer unos centros de mesa con una piña y luces. No sé quién les mintió diciendo que esto era gracioso.
'Una boda explosiva' parece tener miedo de molestar a alguien, y por eso siempre se mantiene en el lado más suave posible, sin tomar decisiones arriesgadas y machacando tanto el giro que está por venir que ni siquiera sorprende (y, de paso, legitima el comportamiento tóxico de uno de los personajes). Nunca deja de ser una ensalada de tiros, explosiones y slapstick más o menos bien llevado, pero podría haber sido mucho más... Y no lo es.
Pese a mis objeciones (que no voy a ocultar), también creo que este tipo de películas tienen que existir como cine de confort, de ese en el que no se corre ningún tipo de riesgo y se siente como una mantita caliente en un día frío. ¿Jennifer López y Josh Duhamel en una boda que sale mal y para la que van a tener que armarse hasta los dientes luchando contra piratas? ¿Lenny Kravitz como secundario? Pocas tardes más tontuelas y entretenidas se pueden pasar hecho uno con el sofá.
¡Crash! ¡Boom! ¡Bang!
A Jason Moore, el director, le conoceréis mejor por esa divertidísima sátira con la que debutó hace una década, 'Dando la nota'. Después de aquel bombazo, lleva un tiempo dando bandazos en la industria sin volver a dar con la clave del éxito. Moore no quiere destacar más de la cuenta, quedándose en un papel de simple narrador, eficaz pero no rompedor.
En general, es imposible no tener la sensación de que 'Una boda explosiva' podría haber sido mucho más sin dejar de ser este icono de la previsibilidad y la neutralidad fílmica. Bastaría con unos diálogos más punzantes, unos secundarios que pasaran del cliché (amigo que se acuesta con una dama de honor, padre rico, pareja divorciada que no se aguanta) y escenas de acción un poco más originales o que, al menos, no se sintieran como algo visto mil veces. Sé que hay que juzgar lo que tenemos y no lo que podríamos tener, pero es inevitable.
En general, el gran problema de la cinta es que le falta algo vital para destacar hoy en día: personalidad. Es ese alumno que saca siempre lo suficiente para seguir adelante pero cuyos profesores nunca terminan de aprenderse el nombre. Resulta tan plana como necesaria para un público que no siempre quiere ver obras maestras y simplemente le apetece pasar una siesta entre disparos, granadas, piratas, bodas que salen regular y Lenny Kravitz enamorando a la cámara. No me alegro de haberla visto pero, francamente, me alegro de su existencia.
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