'Bobby Z', una de acción para la hora de la siesta

El ex modelo y actor de pocos diálogos y muchos puñetazos Paul Walker (que saltara a la fama con '2 Fast 2 Furious') es el protagonista de este thriller de acción que en Estados Unidos no llegó a las salas, pasando directamente a DVD. Algo debe ocurrir para que sus distribuidores en nuestro país apuesten por ella y nos la cuelen en la cartelera. Quizás un ápice de esperanza de que el protagonista, no demasiado popular aquí, seduzca son su seductora mirada de ojos azules o que la trama de acción logre engatusar a algún espectador despistado.

Lo cierto es que 'Bobby Z' nos plantea una historia tan poco creíble como absurda en su resolución, con el añadido de alguna cara guapa (como la del mencionado Walker o la de la chica), algún secundario de cierto renombre (Laurence Fishburne) y escenas de acción rácanas de emoción. El resto es tan prescindible que el espectador más esforzado sentirá la misma desubicación que algunos de los personajes, y verá comenzar un thriller torpe para finalizar en una comedia sin gracia.

El relato nos presenta, con escasa originalidad, al protagonista Tim Kearney, con voz en off y unas imágenes que subrayan lo narrado, a un ex marine, tipo duro y conflictivo que tiene escasas esperanzas de enmienda más allá de los muros de la cárcel en la que se encuentra. El agente Escobar, policía de narcotráficos (Fishburne) le plantea una posibilidad para quedar libre: hacerse pasar por un famoso narcotraficante con el que guarda enorme parecido físico. Así, Tim se verá metido en la piel de Bobby Z y en un disparatado plan torcido y enmarañado que lo traslada a la finca mexicana de un magnate de la droga y proveedor del propio Bobby (Joaquim de Almeida). En vez de comportarse como su suplantado, no puede evitar sacar a relucir su capacidad para meterse en líos, y tras conocer a guapa chica (Olivia Wilde), escapa por el desierto junto a un niño con el que se le relaciona.

El resto de la historia en una constante persecución (a caballo, en moto, en coches destartalados,...), en la que se suman más malos (un lamentable Keith Carradine), algún villano más que quiere acabar con él, además del policía Escobar que nos deleita con líneas de diálogo que van convirtiendo su personaje en una marioneta de guiñol, del todo ridículo (lástimo por Fishburne) y empeorando conforme se llega un clímax tragicómico.

En ese transcurrir hacia la resolución del embrollo, la película va perdiendo cualquier vestigio de solidez en la historia, y sustituyendo las pseudointrigas por delirios que rozan la comedia. Se sacude de todo intento por ser un thriller y acaba resultado casi una comedia. Eso sí, manteniendo algunas escenas de acción (lo único escasamente destacable), única posibilidad de lucimiento del protagonista, que va dejando atrás su rudeza y frialdad para convertirse en un soso abogado de la responsabilidad, que ni él mismo se imaginaba.

John Herzfeld perpetra una cinta tan torpe (con un desenlace paupérrimo), que no saca partido de su propuesta original y acaba echando todo por la borda hacia un final condicionado, obvio y decepcionante que justifica su directa distribución en DVD. Sin embargo, aquí nos encontramos con la posibilidad, poco recomendable, de verla en pantallas de cine, cuando hubiese resultado más valiosa como título de sobremesa y fondo de pantalla en el sopor veraniego de una siesta.

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