Fiel a su cita anual, Woody Allen —buen momento para repasar su especial en Blog de cine— vuelve más crítico que nunca con 'Blue Jasmine' que ha sido, aunque parezca mentira, su película más taquillera en Estados Unidos hasta la fecha, donde nunca ha sido apreciado como se merece. Con un mensaje muy claro y lleno de las sutilezas y mala leche a las que nos tiene acostumbrados, el genio de Manhattan vuelve a la carga y se aleja del 'cine turístico' —ojo, no tengo ennada en contra de esta tendencia suya, al contrario— para tratar un tema de rabiosa actualidad.
'Blue Jasmine' nos cuenta la historia de Jasmine French, una mujer que siempre ha disfrutado de la buena vida y los lujos de la clase alta neoyorquina. Todo cambia de forma repentina cuando su marido es encarcelado por estafa y lo pierde todo, pasando a tener graves problemas económicos al borde de la bancarrota. Jasmine tendrá que recurrir a su hermana, con la que no tiene una relación muy estrecha e intentará salir adelante a base de antidepresivos y trabajando. Su incapacidad para adaptarse a su nueva situación traerá consigo graves consecuencias que no sólo le afectarán a ella, sino a todos los que la rodean.
'Blue Jasmine', el declive de la clase alta
Lamentablemente, el dinero mueve el mundo, y la falta de él, sobre todo sí has gozado anteriormente de una comodidad económica decente, puede resultar desesperante, deprimente y hasta autodestructivo. Lamentablemente —sí, otra vez, voy a decirlo mucho—, en los últimos años esto ha sido una realidad demasiado cercana para la clase media y un poco menos para la clase alta. Pero a Woody Allen no le interesa regodearse en la pobre clase obrera que lo está perdiendo todo, si no en la desesperación de la clase alta cuando se encuentra en esta situación, y ya no sólo por la gran diferencia de pasar a tenerlo todo a no tener nada, si no porque es una situación que se han buscado ellos solitos a base de estafa, corrupción y engaños.
Con esa sutileza que le caracteriza, trazos de humor negro y mucha mala leche, Woody Allen ha hecho de 'Blue Jasmine' una película brutalmente honesta en la que su protagonista no concibe una vida sin dinero, que para ella es símbolo de belleza, elegancia y buenos modales. Para ello, Allen nos muestra dos puntos de vista muy diferentes: el de la snob Jasmine y el de su hermana, una joven humilde que vive en una barriada de San Francisco con un novio que lleva camisas hawainas y camisetas de tirantes. Jasmine no concibe que su hermana sea feliz en un ambiente como ese, pero ella tendrá que aprender a adaptarse si quiere salir adelante. Los giros de guión sorprendentes y que llegan en su justo momento, es una de las grandes bazas de 'Blue Jasmine', una de las mejores películas de Woody Allen desde que firmara aquella magnífica 'Match Point' (id, 2005).
Reina Cate Blanchett
Pero la Jasmine de Woody Allen es, como bien dice el título, blue, triste, oscura, desesperada y depresiva, casi podrida por dentro y con unos niveles de falsedad y snobismo tales que veces llevan a un extremo casi terrorífico la trama de la película. Toda la película gira en torno a este personaje y la cámara la sigue como si fuera su sombra para conocer su desgracia e intentar —o no— que el espectador se compadezca de ella. Era de esperar que esta Blue Jasmine estuviera interpretada por una actriz con fuerza, carisma y la suficiente sabiduría como para saber dotar al personaje de todos los matices posibles. La elegida no es otra que la bellísima y regia Cate Blanchett, que se enfrenta al que es el mejor trabajo de su carrera hasta la fecha. Una interpretación sobrenatural que ayuda al efecto que Woody Allen quería conseguir: el de ahondar en el aspecto más oscuro del alma humana.
Con 'Blue Jasmine' nos topamos con el Woody Allen más crítico y ácido, que analiza al ser humano con lupa, de forma brutal y sin compasión y con la que una vez más consigue situarse en el pódium de los grandes directores de cine de todos los tiempos.
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