El nuevo trabajo de Hlynur Palmason, 'Un blanco, blanco día', ha sido aplaudido en todas las secciones donde se ha dejado ver durante los meses previos a la pandemia y en las plataformas que, como Filmin durante el D'A Festival, ha tenido la oportunidad de programarla. Ahora la película islandesa es una buena opción para retomar (con prudencia) el regreso a las salas de cine.
Sombras y niebla
A pesar de haber sido nombrado el país más seguro del mundo ininterrumpidamente desde 2008, Islandia también tiene un lugar en su horizonte para un buen thriller dramático sobre la muerte, la rabia contenida y la violencia interior y exterior de su pueblo. Así, tras la interesante y algo más seca 'Winter Brothers', el joven cineasta islandés Hlynur Palmason da un paso al frente con un nuevo trabajo donde conjuga con muy buen criterio lo contemplativo con la efectividad del thriller más puro.
'Un blanco, blanco día' ('Hvítur, hvítur dagur'), cuenta la historia de Ingimundur, un policía retirado que comienza a sospechar que un hombre de la zona ha podido tener una aventura con su esposa fallecida. Así, su obsesión por descubrir la verdad irá en aumento, hasta el punto de empezar a ponerse en peligro a sí mismo y a los seres queridos que lo rodean. En ese ambiente el ex-detective asiste a terapia y se dedica a terminar la casa de su hija mientras cuida a su nieta de ocho años, Salka, espectacular debut de Ída Mekkín Hlynsdóttir, durante las horas de trabajo de sus padres.
El guión, también de Palmason, funciona de manera ejemplar a la hora de abrir el abismo del infierno bajo los pies de su protagonista. La ira retenida prevalece sobre la felicidad rural de un lugar idílico, hasta encontrar el refugio de la venganza. La agresividad de Ingimundur está presente en todo momento gracias a la excelente actuación de Ingvar Sigurdsson, que transforma casi en horror su relación con su nieta y ex-compañeros.
Venganza bajo cero
'Un blanco, blanco día' no está muy alejada temáticamente de títulos más concretos, de otros ejercicios de tensión con las pulsaciones controladas como las de 'Blue Ruin', de Jeremy Saulnier o el 'Frío en julio' de Jim Mickle, aunque inevitablemente, por cuestiones atmosféricas, nos remita más a la noruega 'Insomnia', película más conocida por dar pie a un notable thriller de Christopher Nolan que por su propia existencia.
Sin embargo, su tono y ritmo la mantienen lejos de lo predecible. Aquí lo importante es el retrato de los personajes y sus relaciones. Las pasadas y las que sobreviven. Y su protagonista empieza a dejar claro que las cosas no van del todo bien cuando, por ejemplo, decide contar una historia de terror a su nieta en una mala noche. La depresión latente de Ingimundur pasará a ser casi una agresión hacia el espectador de igual manera que agrede a todo el mundo a su alrededor. Su frustración es infinita puesto que nunca obtendrá las respuestas que necesita porque su fuente emocional se ha ido.
La primera secuencia de la película, ese hipnótico viaje hacia la muerte, puede incluso cobrar un nuevo sentido una vez finalizada la película. Porque uno ya cuenta desde ese inicio con el paisaje como protagonista de lujo, algo que recalca en sus primeros minutos, con increíbles transiciones donde lo muerto y la vida pelean con el paso del tiempo, y durante el resto de su metraje gracias a la excelente fotografía de Maria von Hausswolff.
'Un blanco, blanco día' es un potente y exquisito ejercicio de suspense emocional, un drama de venganza interior, donde la naturalidad de su reparto nos lleva de la mano hacia esa ideal isla en medio de ninguna parte donde los partidos de fútbol se juegan al borde del abismo. Una ejemplar puesta en imágenes de la erosión misma.
Ver 2 comentarios