Pese a cierta efusividad de la crítica, 'Black Panther: Wakanda Forever' (2022) ha llegado con el mismo titubeo con el que se anunció cuando la muerte de Chadwick Boseman desbarató los planes con la franquicia tras haber creado un icono para la comunidad afroamericana. Una pena por muchas razones que el largometraje transmite de forma resignada, con un lamento sincero, pero no sin su poso cínico de “bueno, habrá que seguir para adelante” que los 330 millones de dólares recaudados su primer fin de semana representan.
Una operación que no dejaba mucho margen de maniobra en el complejo sistema de vasos comunicantes que ha alcanzado la maquinaria de Marvel Studios, era seguir o hacer una renuncia completa a Wakanda como elemento clave de la estructura geopolítica que se desarrolla en el universo, como bien atestigua ‘Falcon y el Soldado de Invierno’, otra serie de sucesión de un gran icono por otro que lograba convertir el cambio de raza de la imagen de américa en un núcleo filosófico y político mucho más caleidoscópico y orgánico tras los disturbios post George Floyd.
Sin embargo, ‘Wakanda Forever’ es como observar un ritual muy solemne para embellecer la dilución de un personaje principal en el MCU a uno que será secundario por necesidad. El cimiento sobre el que se construye es blando de por sí: convierte a Shuri, casi un recurso cómico, que funcionaba, en una heredera depresiva, triste, que empapa de inercia mustia un relevo por obligación, representando las sensaciones del espectador atado a la butaca para que le cuenten esa ‘Succession’ empachada de rutina, sin humor negro ni sátira.
Partiendo de esa base, muy pocas de sus apuestas emocionales funcionan, pese a su aire de gran elegía, con un esforzado trabajo plástico en la representación del homenaje que no es capaz de transmitir la amargura del luto de los personajes en ninguna catarsis que conmueva o emocione. No hay nada especialmente errático en las decisiones de concepto, tan solo se muestra una intención bienintencionada y con cierta confianza en el batiburrillo metacinematográfico para sacar una lágrima desde los postulados de la épica monárquica de la anterior entrega.
Una de las películas más aburridas del año
Esto se traslada a la dinámica que carbura toda ‘Wakanda Forever’, la dispersión. No hay nada en el foco, todo es importante, así que nada acaba siéndolo. Sobre el papel la historia el arco de Shuri no es mala idea y el conflicto por los recursos no puede ser más interesante. Pero nunca arranca. No tiene entidad ni sabe fluir. Se atasca en bloques de exposición y diálogos reiterativos que parecen la primera versión de un guion al que le faltan los giros, las traiciones, la emoción... Todo se arregla con... Más tragedia. Otro clavo al ataúd en medio de la peli.
Hay un problema de acento en el desarrollo cuando empezamos con un funeral y pasamos a jugar con 40 secundarios que tratan de rellenar el hueco. La opción podría haber sido una historia coral, pero, aunque a veces lo parezca, no lo es. Acaba buscando la épica sobre un personaje sin carisma, incapaz de soportar ella sola el peso del papel protagonista. Letitia Wright es una víctima de una maniobra sobre el público que podría dar para un símil, como si se intentara dar acelgas a un niño que acaba de empacharse de caramelos.
La culpa no es de Wright. No es una mala actriz, y seguro que físicamente da el pego felino dentro del traje de pantera negra, pero su papel era otro. Era la Q de James Bond, cambiar su impronta es exactamente eso, hacer que el Q de Ben Whishaw se convierta en 007. Parece que con el sistema de sucesión no había otra opción, pero es sintomático que parezca que la película no sea consciente del poder en pantalla que desprenden Lupita Nyong'o y Danai Gurira sin apenas darle el peso que merecen. Son lo mejor de la película y crean tal sombra sobre lo demás que es frustrante saber que la clave estaba aquí. ¿Es difícil de creer que no hubiera un giro de guion posible para hacer a Nyong'o protagonista?
Cameos convertidos en verrugas narrativas
Mención aparte para el horrendo tropezón metido sin vaselina sobre el personaje de Riri Williams. No hay manera de justificar su aparición en la trama, la presentación no puede ser más torpe y todas sus escenas más descartes de edición de DVD, rompe el ritmo, destroza el tono de homenaje al muerto y nos propone un utilitarismo muy grosero de la que iba a ser la película tributo a Boseman. El oportunismo del MCU interrumpe la que podría haber sido una película diferente, madura y con visos de hacer las cosas diferentes.
Todo lo relacionado con ‘Ironheart’ no aguanta dos preguntas en el entramado del argumento. Qué problema tiene Marvel Studios con esta costumbre de introducir en sus películas el episodio backdoor para hacer spin-offs. Es ya una obligación mecánica, sin considerar el conjunto coherente de un largometraje, toca porque toca y se olvidan de lo más importante: el gancho ¿El plan es que nos apetezca ver una serie sobre ella? Para algo tan desganado, podrían haber usado una de las 100 series al año que salen en Disney+ para hacer la misma toma de contacto.
Pero si para algo vale la aparición de Williams es que se expone el síntoma del agotamiento de ideas de esta fase 4 con la repetición de trucos de plantilla de guion para estos personajes, por ejemplo, la presentación de América Chaves. (Adolescente con don especial a la que los malos quieren matar, habrá que protegerla) es, en esencia, la misma de ‘Ironheart’, que se pasa la mayor parte del tiempo en custodia. Poco más o menos con la aparición de Namor, un personaje que inspiraba muchísimo respeto en los cómics convertido en un chulo piscinas de fosa Mariana.
Marvel frente al vacío de ideas
Resulta que el Sub-mariner cinematográfico es un Maluma de Hacendado en una fiesta de disfraces azteca que ha visto demasiado el tráiler de ‘Avatar 2’. Las similitudes de su nación con los Na'vi hacen pensar en una maniobra de adelanto por la derecha de Kevin Feige a Cameron que ha salido como una copia de Asylum adelantada a la que se presume dará el golpe en la mesa en taquilla de otro tipo de Blockbusters. Lo cierto es que la arrogancia ambivalente de Tenoch Huerta no crea ni a un villano al que guste odiar ni a un antihéroe que invite a la maniobra cínica. Hace echar de menos a ‘Aquaman’.
Pero lo cierto es que ‘Wakanda Forever’ tiene una impronta visual sólida y unas opciones de BSO que van entre lo original a lo tremendamente hortera. Hay buenas escenas de acción y grandes efectos especiales, pero la mayoría llegan tarde y te cogen desfogado en la mamotrética duración de... ¡161! minutos. Es imposible no ver el resultado como un corolario de lo que ha sido la fase 4 del MCU tras ‘Endgame’, un funeral por una etapa clave de la experiencia cinematográfica global que acabó sin dejar un plan consolidado y se dedica a improvisar con muestras de desorientación y continuismo sin riesgo.
De hecho, el juego de ‘Wakanda Forever’ con la intriga de quién será el nuevo ‘Black Panther’ se resume en esa idea del marketing de generar misterio, desde la silueta del personaje entre sombras, cuando en realidad supone una fusión de este en la oscuridad, la mediocridad de ser uno más dentro de un plan. El resultado son más dudas frente a lo que viene. Tras el falso espejismo que Sam Raimi consiguió en ‘Doctor Strange en el Multiverso de la Locura’ queda la congoja, causada no por la falta de dirección o un hilo conductor claro, sino por la sensación de que el timón de toda la empresa está comprometido por el pánico y la improvisación, la falta en la confianza de las películas como entes separados y compactos, y en general con la falta de buen gusto.
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