Es un poco mi visión de la vida, el intento de encontrar la luz y la compasión frente a las dificultades.
Así, resumido en una línea, define su último trabajo el director mexicano Alejandro González Iñárritu, de sobra conocido por títulos como ‘Amores perros’ o ’21 gramos’. Premiada en el festival de Cannes por la interpretación de su protagonista, el actor español Javier Bardem, y candidata al Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa, ‘Biutiful’ es uno de los títulos que más está sonando este año, y es muy posible que sea uno de los favoritos para llevarse uno o dos Oscars importantes, pero lamentablemente no es una gran película.
Y no lo es porque se le ven demasiado las costuras, los forzados arreglos internos para crear lo que pretende ser tanto un drama demoledor como un duro retrato social de nuestros tiempos; se queda a medias, no llega a despegar. Se le nota a un complaciente Iñárritu el desesperado afán por impactar al público con un espectáculo dramático cuya clave es hundir de manera despiadada a los personajes (ante la atenta mirada de los espectadores) en una espiral de infortunios, tristeza, amargura y dolor, que llega a resultar insoportable. Habrá quien consuma por disposición y con sumo placer la propuesta, quien llegue a sentirse agotado por un entramado que se regodea en lo desagradable, y también habrá otros que como un servidor, encontrarán tantas virtudes como defectos, y a los que la película no les despertará grandes sensaciones, la olvidarán pronto. Dicen que lo peor que le puede pasar a una película es provocar indiferencia. En ese sentido, para mí, ‘Biutiful’ es un fracaso.
A pesar de que ‘Biutiful’ es la primera película de Alejandro G. Iñárritu que no parte de un guión de su ex-socio Guillermo Arriaga (con el que se enfrentó por una cuestión de autoría, ahora director con poca fortuna), lo cierto es que recuerda mucho a sus anteriores trabajos, y no solo desde una perspectiva visual, de puesta en escena y tratamiento de la imagen, o musicalmente, por Gustavo Santaolalla. También recuerda a sus películas anteriores en el sentido de que, de nuevo, tenemos una historia coral con fuerte presencia del azar, personajes de muy diversa procedencia, y una estructura narrativa no lineal, si bien los tres recursos están bastante matizados; Uxbal (Bardem) es con diferencia quien goza de más minutos en la pantalla (quizá tras la sala de montaje, al ver que en él es donde residía lo fundamental del relato), y el juego temporal apenas se limita a cambiar de sitio un par de secuencias, resultando un tanto gratuito.
Trabajos perros
La historia tiene lugar en Barcelona, se centra en Uxbal y varias de las personas que le rodean. Uxbal es un hombre entre la vida y la muerte, conectado de manera extraordinaria con el más allá; puede ver los espíritus de los que acaban de morir, y comunicarse brevemente con ellos. Padre de dos niños, se gana la vida como puede, gracias a su don y a todo tipo de tratos con inmigrantes ilegales, chinos y africanos, a los que representa y defiende (a costa de sobornos a la policía). El delicado equilibrio de su mundo comienza a tambalearse cuando descubre que está enfermo, iniciando una desesperada lucha por su vida y el bienestar de sus hijos; una de sus esperanzas es que su ex-pareja, Marambra (Maricel Álvarez), se haya recuperado totalmente y puedan volver a ser una familia. Sin embargo, una serie de desafortunados acontecimientos demostrarán a Uxbal que estaba siendo muy ingenuo…
El guión escrito por Iñárritu, Armando Bo y Nicolás Giacobone no se anda por las ramas y no da respiro; los protagonistas de ‘Biutiful’ viven de manera miserable, se emplean en lo que pueden y sus vidas están al borde del desastre. La Barcelona que se retrata, fotografiada por Rodrigo Prieto, es poco menos que un infierno, un lugar sórdido, putrefacto, violento y frenético que va acabando con los más débiles. Por supuesto, la imagen no es exclusiva de España, podría ser cualquier gran ciudad de lo que conocemos por primer mundo, un refugio para millones de almas desesperadas que no tienen para vivir en sus respectivos países, presas fáciles para las mafias y toda clase de traficantes; devorados, masticados y vomitados por el sistema. Debido a la crisis financiera, ya no son las únicas víctimas, los propios ciudadanos de los países ricos deben adaptarse, o morir. Uxbal trapichea con lo que puede, Marambra vende su cuerpo. En definitiva, una asfixiante lucha por resistir un día más.
De este constante y desmesurado descenso a las tinieblas (que se alarga durante dos horas y media) se queda uno con la contundente visión de la cloaca en la que muchos están obligados a vivir, la intensa persecución por las calles de Barcelona, la visión de los fantasmas chinos, y las auténticas interpretaciones de casi todo el reparto, destacando en especial los dos hijos de la pareja protagonista, Hanaa Bouchaib y Guillermo Estrella, el encargado del taller clandestino, Cheng Tai Shen, y el hermano de Uxbal, Eduard Fernandez, talento en estado puro, uno de los grandes de este país. A su lado, Javier Bardem, por mucho premio que se lleve a casa, se ve pequeño, torpe. No es que actúe mal, cuando está callado es capaz de transmitir muchas cosas, y su presencia impone; pero cada vez que habla, la credibilidad de la escena se viene abajo.
A su compañera, Álvarez, le pasa lo mismo, su personaje pierde mucho en los diálogos. Los momentos más inspirados de ellos dos son aquellos en los que las palabras pierden importancia y sus rostros se consumen por la impotencia, el dolor o la violencia. Ahí logran algo. Por otro lado, queda la sensación de un relato desdibujado, amorfo, que intenta abarcar más de lo que es capaz (la trama de los chinos, con romance homosexual incluido, o la de los muertos), soluciones argumentales que se antojan algo arbitrarias, y diálogos poco elaborados, que estropean y debilitan el conjunto, menos potente de lo cabía esperar. En definitiva, en la línea de ‘Babel’, y lejos de las mejores obras de Iñárritu, ‘Amores perros’ y ’21 gramos’.
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