Cuando al osado y genial Orson Welles se le preguntó por sus tres directores favoritos, su respuesta fue clara y concisa: John Ford, John Ford y John Ford. Con esa sentencia Welles no hacía más que subrayar su admiración por uno de los más grandes directores de todos los tiempos, y que muchos cinéfilos y críticos consideran el más grande. Lo cierto es que su obra está llena de películas de obligada visión para todo amante del cine, pertenezcan a su época muda, como 'El Caballo de Hierro' o 'Tres Hombres Malos', o a su época sonora, como 'El Hombre que Mató a Liberty Valance', 'La Salida de la Luna' o '¡Qué Verde era mi Valle!', por citar sólo unos pocos ejemplos.
'Bill, que grande eres' ('When Willie Comes Marching Home', 1950) es una de sus películas menos conocidas, realizada entre las muy superiores (aunque no perfectas), 'La Legión Invencible' y 'Caravana de Paz'. Un título menor sobre el patriotismo, que narra la odisea de un hombre llamado Willie, el primero de un pequeño pueblo americano, que se recluta para ir a la Guerra, algo por lo que empezarán a considerarle un héroe. Pero las tornas cambiarán poco a poco, cuando sus superiores deciden mantenerlo lejos del frente, ya que es muy bueno en el entrenamiento y el mantenimiento. Pronto empezará a sentirse frustrado.
Además de ser uno de sus títulos menos conocidos de su autor, también es de los peores, por no decir el peor. La película recuerda en más de un punto a una de las mejores comedias de Preston Sturges, 'Salve Héroe Victorioso', cuyo punto de partida es casi el mismo. Pero lo que en Sturges es un desarrollo en clave de comedia alocada y desternillante, en la película de Ford se queda a medio camino en prácticamente todas sus propuestas. A pesar de que el tono del film es el de una comedia amable, ésta nunca termina de definirse perfectamente, no profundizando (ni en clave de comedia ni otra cosa) en la más que sugerente premisa. Ford nunca fue un director de comedias, y aunque en otras ocasiones fue capaz de hacernos reír con alguno de sus entrañables personajes, en 'Bill, que grande eres' fracasa en gran medida.
Y fracasa porque la película parece no despegar en ningún momento, quedándose en su planteamiento inicial, no saliendo de ahí hasta que ésta está muy adelantada, con un par de situaciones alejadas de lo que hemos visto hasta ese momento, pero que no llegan para arreglar el desaguisado. Ni siquiera llega el hecho de que algunos de los personajes tienen cierto encanto, el típico que solían tener prácticamente todo los personajes de los films de Ford, en especial los secundarios, destacando en este caso, William Demarest, uno de esos característicos secundarios, que curiosamente también trabajó en el film antes mencionado de Sturges. Demarest era capaz de crear y dibujar un personaje con una sola expresión facial, algo que aquí le convierte de lejos en lo mejor de la película. A su lado, y dando vida al personaje central, el cantante y actor Dan Dailey, quien consigue desprender cierta simpatía, además de ofrecernos algún número musical más que decente.
Y así podríamos seguir con el resto del elenco de actores y actrices, los cuales cumplen todos con su trabajo, pero sus personajes se quedan anclados en una historia que tarda en avanzar, y cuando lo hace, sucede a marchas forzadas, tanto como su simpático, y al mismo tiempo facilón, final. Tras el mismo uno se queda más bien estupefacto y preguntándose si en este rodaje Ford no se iría por ahí de juerga y relegara funciones en algún que otro ayudante de dirección. Bromas aparte, lo que está claro es que incluso los genios se equivocan. 'Bill, que grande eres' es una buena prueba de ello, claro que si contamos las veces que Ford se equivocó a lo largo de su carrera como director, es casi seguro que nos llegasen los dedos de una mano, e incluso nos sobrasen.