‘Bienvenidos al norte’ es la película europea más taquillera de la historia del cine en el país vecino, Francia, y también la que más espectadores ha llevado a las salas, de toda la cinematografía francesa, título que antes poseía ‘La gran juerga’. Este enorme éxito, que no se está repitiendo aquí (aunque está teniendo muy buenos resultados) responde al hecho de que la película habla, en tono de comedia (hoy por hoy el género de mayor aceptación popular, y curiosamente el peor tratado) de las diferencias entre las gentes del norte y el sur de Francia.
La típica rivalidad entre provincias, o zonas, que también está de moda en éste, nuestro queridísimo país. De ahí que la película sea tan bien recibida por estos lares, donde acostumbramos a reírnos de todo hijo de vecino con asidua facilidad. Dany Boon ha logrado así, con cuatro líneas de diálogo y tres chistes metidos a calzador, encandilar a los franceses, y llamar la atención mundial, hasta el punto de que Will Smith se ha hecho con los derechos de la película para el consabido remake norteamericano, y que por supuesto trasladará la historia a lugares de la tierra descubierta por Colón.
‘Bienvenidos al norte’ narra la historia de un funcionario de correos deseoso de que le den un puesto en el sur de Francia, donde al parecer se vive muy bien. Pillado intentado hacerse pasar por paralítico (hay más posibilidades de que acepten la petición de traslado), será enviado al norte, cuya vida es totalmente distinta. Temeroso de encontrarse con auténticos paletos, fríos y poco sociables, además de un dialecto totalmente incomprensible (ch´tmi), se llevará una verdadera sorpresa. Y es que las apariencias siempre engañan.
Lo que podría haber sido una comedia totalmente irreverente, algo a veces muy difícil de conseguir, se queda a medio camino incapaz de hacer algo memorable. A cambio nos ofrece un recital de un reparto por lo general pasado de rosca, una de las constantes en las comedias de hoy día, dando vida, eso sí, a personajes simpáticos que caen más o menos bien, en una historia demasiado amable, demasiado simple, y cuya estructura parece un compendio de situaciones forzadas, llenas de gags que tienen como protagonista la diferencia en la forma de hablar (sobra decir aquí, y aún así lo diré, que el film perderá parte de su interés al estar doblado, por lo que se recomienda, como siempre, verlo en versión original). Gags que se tornan repetitivos, perdiendo su fuerza en el momento en el que te das cuenta de que será así toda la película. Un humor facilón que termina lastrando buena parte de las posibilidades de la película.
Dany Boon, en su segunda película como director, se luce también como actor, logrando (y esto es lo mejor de la película) una perfecta compenetración con su compañero de reparto, Kad Merad, el pobre funcionario trasladado al norte de Francia. Puede incluso que Merad le gane la partida a Boon con su interpretación, al sufrir su personaje un mayor desarrollo (pasar del escepticismo inicial a la simpatía posterior), logrando transmitir distintos estados de ánimo con suma facilidad. Es una pena que ambos estén al servicio de una historia tan simple, centrada únicamente en la diferencia de lenguaje antes mencionada. Boon no logra disfrazar el aspecto de comedia fragmentada que tiene ‘Bienvenidos al norte’, pues ésta avanza bloque a bloque de forma harto previsible, y tira mano de una puesta en escena sin personalidad alguna.
Sólo en cierto momento, en el que la mujer del personaje central hace acto de presencia, la película parece mostrar con satisfacción todas sus cartas. La farsa que se construye para que la mujer, a la que da vida una sosa Zoé Félix, siga teniendo la impresión que todos tienen de la gente del norte, es muy posiblemente el momentos más logrado de todo el film, alcanzando puntos desternillantes, atrevidos, con la irreverencia de las mejores comedias. Viendo este instante, en verdad inspirado, uno se pregunta cómo no han sido capaces de seguir esa senda en el resto de la película, la cual por cierto termina muy repentinamente, aunque llegados a ese punto, no se necesita saber nada más.
Al final tenía la sensación de que no habían querido cargar las tintas en la historia, tal vez por no resultar demasiado hiriente con los suyos (Dany Boon es del norte de Francia), y por ello la película se queda corta en intenciones. Se recordará algún chiste acertado, sobre todo en el bloque antes citado, y algunas alusiones a la amistad y el buen entendimiento, factor urgentemente necesario en los tiempos que vivimos.