Destrozada por la crítica norteamericana e ignorada por el público de ese país, ‘Bienvenidos a Marwen’ cuenta con todas las papeletas para ser señalada como poco menos que un desastre. Al menos es fácil verla de esa forma por parte de cualquiera que se enterase ahora mismo de su existencia, pero sería cometer una injusticia con la nueva película de Robert Zemeckis.
Lo primero que llama la atención de ‘Bienvenidos a Marwen’ es que Zemeckis no quiere ir a lo fácil y en esta ocasión vuelve a recurrir a la animación por captura de movimiento que ya había utilizado en otros trabajos suyos para proponer una historia que podría haber caído en el ridículo con mucha facilidad. Luego es cierto que dista de ser una propuesta redonda, pero tiene un encanto único que acaba imponiéndose a sus, eso sí, evidentes limitaciones.
Dos mundos con diferentes niveles
El inicio de ‘Bienvenidos a Marwen’ puede resultar desconcertante para aquellos que la vean sin tener mucha información previa, pero todo resulta mucho más claro una vez te sitúas en el “juego” que propone Zemeckis. De hecho, eso es lo que realmente diferencia a la película de otras propuestas que a nivel argumental pueden asemejarse a la que ahora nos ocupa y también donde se encuentran sus mejores momentos.
La idea de que las emociones de su protagonista se representen a través de una serie de muñecos podría haber salido mal de multitud de maneras, pero el guion firmado por el propio Zemeckis junto a Caroline Thompson lo trata con tanto mimo que es ahí cuando el componente emocional de la película brilla con más fuerza. A fin de cuentas, es la forma de articular las cosas que el personaje es incapaz de asumir en la vida real, tocada darlo todo ahí.
Eso sí, Zemeckis no quiere lanzar las emociones al público, por lo que lo desarrolla con calma, parándose a ver cómo eso afecta al protagonista en la vida real, aunque dándole algo menos de cancha a ese punto. De hecho, los personajes de Marwen, ese mundo que se ha creado el personaje interpretado por un notable Steve Carell, tienen más profundidad que aquellos en los que vemos a personas de carne y hueso.
Además, la trama en sí misma evoluciona hacia donde uno esperaría que nos llevase, por lo que esa mezcla de cierta superficialidad con personajes no del todo bien trabajados puede resultar una molestia. De hecho, la evolución emocional del protagonista ahí no está todo lo bien trabajada que uno desearía, pero, y esa vez es un pero muy positivo, todo cambia cuando viajamos a ese singular microcosmos.
Lo bueno pesa más en ‘Bienvenidos a Marwen’
Cuando la película se libra de las ataduras del mundo real, lo que nos queda es un mundo delicioso que combina las emociones reprimidas del protagonista con su desbordante imaginación. Ahí no importa lo que vaya a suceder más adelante, sino cada uno de los diferentes ataques de los nazis, la llegada de una nueva habitante y la fuerte presencia femenina para sujetar al que sobre el papel es nuestro héroe.
Ahí la importancia del drama se diluye y se consigue un delicioso equilibrio de eso con la aventura, el romance y el humor. Todo tiene un enfoque muy claro y el hecho de que sean juguetes es algo que nunca se deja de lado e incluso juega a su favor en ciertos detalles, sobre todo por el lado más cómico.
Es una pena que ‘Bienvenidos a Marwen’ no consiga llegar a ese nivel cuando estamos con los humanos, pero Carell sabe dar la dulzura adecuada a su personaje para que sus diferentes altibajos funcionen mejor y además tiene la química adecuada con Leslie Mann, la otra intérprete cuyo personaje tiene espacio para respirar un poco por encima del arquetipo. El resto parecen más piezas necesarias que gente por la que debamos preocuparnos.
Pese a esos problemas, Zemeckis consigue que la película nos deje buen sabor de boca y que nos acordemos más de lo bien que le sale aquello en lo que realmente se arriesga a caerse con todo el equipo. Además, eso también matiza hasta cierto punto sus problemas por el estrecho vínculo entre ambos universos y uno sale pensando que no está a la altura de sus mejores trabajos, pero no por ello conviene despreciarla.
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