Sentí miedo, pero la directora creía en mí, me llamó y me dijo: ¡¿Qué coño te pasa?!(Zoe Kravitz)
Las dos chicas de la imagen han sido las protagonistas de la tercera jornada de la Berlinale 2011. La de la izquierda es Gabourey Sidibe, a quien seguro recordaréis por ‘Precious’, y la de la derecha es Zoë Kravitz, hija de Lenny Kravitz y Lisa Bonet, cantante y una de las jóvenes actrices con mayor proyección de Estados Unidos (próximamente la veremos en ‘X-Men: Primera generación’). Ambas han venido a Berlín, acompañadas por el productor Billy Mulligan y la directora Victoria Mahoney, para presentar la estadounidense ‘Yelling to the Sky’ (2011), uno de los títulos que compiten por el Oso de Oro en esta 61ª edición.
‘Yelling to the Sky’, dulzura cabreada
Escrita por Mahoney, debutante, que se basó en parte de su adolescencia en un hogar multiracial, ‘Yelling to the Sky’ nos traslada a los suburbios de Nueva York para contarnos la historia de una joven de diecisiete años en plena transición a la madurez, de nombre Sweetness O´Hara (Kravitz). Unas chicas de su instituto la tienen tomada con ella, la insultan y la golpean si la encuentran sola, pero su mayor problema está en casa, con una madre enferma y un padre borracho que no duda en soltar el puño cada vez que se enfada. No es una existencia sencilla la de Sweetness (dulzura en inglés), pero esto no es ‘Precious 2’, no hay más desgracias que las justas, y la protagonista de este relato es una superviviente, está cabreada con todo, y no está dispuesta a dejar que la vuelvan a pisotear. Se introduce en el negocio del tráfico ilegal de drogas y esto le permite cambiar de ambiente, de amigas y de actitud, pero todo tiene su coste, y pronto descubre que no está solucionando nada.
La película es un crudo retrato de las miserias de unos personajes cuyas vidas están marcadas por las adicciones, la violencia, la marginalidad y la falta de oportunidades. Mahoney está inspirada dirigiendo a sus actores, todos muy acertados, muy naturales, destacando en especial Kravitz, que resiste el peso de la narración, y Jason Clarke, que interpreta al brutal padre de la protagonista. ¿Problemas? Dos importantes, relacionados con la realización. El primero, la absurda manía de la directora de querer acercar la cámara al máximo, abusando de los primeros planos y los planos detalle; no se ve criterio en la elección de estos recursos, e interrumpe la acción. El segundo, usar la cámara en mano más de la cuenta, haciendo que sea incómodo seguir varias escenas, la imagen tiembla demasiado y resulta incómodo, por lo que uno no puede evitar desconectar de lo que sucede en la pantalla. Es ese estilo de narración tan típico del cine independiente, imitando al documental, creyendo que así se aporta mayor realismo a la historia. Es una equivocación, a mi parecer.
Rueda de prensa con Kravitz, Sidibe, Mahoney y Mulligan
¿Cuánta gente has conocido que es preciosa por fuera, pero descubres que por dentro está rota, destruida? Eso me interesaba mucho.(Victoria Mahoney)
A diferencia de lo que ocurrió con las presentaciones de ‘Valor de ley’ (‘True Grit’) y ‘Margin Call’, no hubo prisas ni problemas para encontrar un buen sitio en la rueda de prensa de ‘Yelling to the Sky’. La primera pregunta fue para Kravitz, a la que le preguntaron si había algo de su vida personal en el personaje del film; la chica respondió lo obvio, que no ha tenido que pasar por todas las experiencias traumáticas que vive Sweetness, pero que comparte con ella las dificultades que conlleva hacerse adulta. Alguien preguntó a la directora si había querido retratar los problemas de los afroamericanos, a lo que Mahoney contestó que no: “Quiero pensar que la película no va sobre una gente concreta, no creo que los componentes que se tratan estén restringidos a una raza”. También se le comentó que el film se centraba demasiado en el dolor, pero ella volvió a rechazar la idea. “Es una persona que está en vía de transformación, y el dolor es una parte del proceso de descubrimiento”.
Enseguida se mencionó ‘Precious’, algo inevitable. Sidibe no encuentra muchas similitudes entre ambas películas, solo que “no es una historia perfecta, que es lo que siempre hace Hollywood… es honesta, y no está hecha para que guste, es la vida real, una chica y su lucha”. Mahoney siguió a la defensiva y replicó que su película es solo una de tantas historias que tienen algún punto de relación con el drama que hizo famosa a Sidibe, pero que la gran mayoría no salen adelante porque no interesan. A raíz de una cuestión sobre la credibilidad de la evolución de uno de los personajes, la directora comentó que le resultaba curioso cómo las partes que son totalmente inventadas, pura ficción, no crean problemas a los espectadores, mientras que las situaciones reales sí resultan conflictivas; “Conozco historias de gente que un día se despertaron, dijeron: ¡se acabó!, y cambiaron por completo”. Es una buena excusa para los guionistas vagos.
‘Sleeping Sickness’, ciudadanos de ninguna parte
La primera película del día (a una hora tan magnífica para ver cine, las 9 de la mañana) incluida también dentro de la sección competitiva, fue la alemana ‘Schlafkrankheit’, titulada internacionalmente ‘Sleeping Sickness’ (2011). A diferencia de la anterior, aquí se consigue que la cámara pase totalmente desapercibida, algo que cada vez es más difícil de encontrar en el cine actual. De este modo, el relato resulta más auténtico, parece que todo surge de manera espontánea y que no hay nadie allí filmando, que la gran pantalla es simplemente una ventana fantástica que te permite observar lo que está ocurriendo en otro lugar y otro momento. El mérito es del realizador Ulrich Köhler y el fotógrafo Patrick Orth, que solventaron con gran ingenio las muchas dificultades que planteó el rodaje en Camerún, logrando unas imágenes bellísimas; y la escena final es impresionante, mágica, casi justifica todo el film.
El título de la película, ‘Sleeping Sickness’ (‘La enfermedad del sueño’), hace referencia a una epidemia africana que uno de los protagonistas, un médico alemán, está intentando controlar. En realidad, ya lo ha hecho, y hace tiempo, pero se resiste a abandonar el continente. El veterano doctor Ebbo Velten (Pierre Bokman) debía volver a Alemania al concluir su cometido, pero no se ve capaz, lleva tanto tiempo en Camerún, la ha respirado y vivido tanto, que siente que se ha transformado y que ahora pertenece a esa tierra, que no sería más que un extraño en su país de origen; así que se deja llevar por esta sensación y se separa de su familia, quedándose a realizar una labor que realmente no tiene ningún sentido.
Por otro lado, el joven Alex Nzila (Jean Christophe-Folly), médico francés que ha heredado de su padre africano el color de su piel, llega a Camerún para informar sobre la evolución del trabajo que se supone que está llevando a cabo Velten, descubriendo enseguida que apenas hay enfermos; su viaje ha sido en vano, y tampoco tiene un propósito. Los actores (en los que se nota un ápice de fingimiento), el interesante y divertido contraste de los protagonistas (el alemán se siente africano, el africano se siente europeo) así como la sutil realización son los puntos fuertes de una película que dura demasiado para lo poco que ocurre, siendo éste al parecer uno de los males endémicos del (casi siempre interesante) cine europeo.
JL Caviaro, 12 de febrero, Berlín.