Antes del estreno de 'Beowulf', lo nuevo de Robert Zemeckis, Antonio Toca nos refrescaba la memoria y nos mostraba cómo los responsables de este film se habían "inspirado" en la exitosa '300'. Y es curioso lo que ha pasado con estas dos películas. Os cuento. El título de esta crítica hace referencia a aquella que publicó Alberto Abuín cuando vio la película de Zack Snyder.
En ese texto, mi querido amigo comentaba, más o menos, y no perdiendo la oportunidad para señalar la diferencia de edad entre él y yo, que la perfección visual del film estaba reñida con el "alma" de la historia. Sin embargo, como sabéis, no opina lo mismo de 'Beowulf', que le parece una muy buena película. A mí me ha pasado al contrario. Considero que '300' es bastante superior a la película de Zemeckis, a la que le pierde ese intento por asombrar con la animación digital y no cuenta apenas nada. No sólo por esto, pero es que el Leónidas de Gerard Butler deja en pañales al muñecajo al que pone voz Ray Winstone. Y en cuanto a la edad, creo que ambos productos se destinan al mismo público (independientemente de la calidad de los mismos). Por cierto, ¿qué opináis vosotros?
'Beowulf' se estrenó en España el pasado 23 de noviembre pero aún resiste en muchas salas. Basada en un poema anónimo, con guión de Neil Gaiman y Roger Avary, la película gira en torno a un héroe llamado Beowulf, que llega para derrotar al temible monstruo Grendel, que tiene aterrorizados a todos. Lo consigue y se convierte en rey, gracias a un misterioso pacto con una mágica mujer, que realmente es la madre del monstruo. Pronto, la verdad saldrá a la luz y se iniciará una terrible venganza.
Zemeckis utiliza la poca historia que tiene entre manos para desplegar un espectáculo visual sorprendente. 'Beowulf' es un festival de efectos especiales. Pero no tiene una historia bien desarrollada y sus personajes, casi todos, son vacíos y carecen de interés. Y da igual. A Zemeckis le interesa que veamos lo espectacular que resulta ver un cuerpo despedazado o cómo vuela un objeto a lo largo de una habitación o lo realista que ha quedado un cuerpo musculoso modelado por ordenador. No sé a vosotros, pero a mí eso me importa un pepino. Sí, desde luego, impresiona el avance técnico. Pero, ¿qué dura esa impresión? Un instante. La película dura casi dos horas. Se hace pesada, Beowulf no tiene carisma y lo que sucede a su alrededor se puede resumir en que hay un par de monstruos que deben ser eliminados. El salto temporal para avanzar la escasa trama sólo evidencia lo que interesa a Zemeckis. La acción digital preciosista. Sólo así se entiende que también nos muestre un relato sobre Beowulf luchando contra monstruos marinos. Muy espectacular, sí, pero totalmente innecesario.
Cada vez nos volvemos más insensibles a los grandes repartos, dado que se está convirtiendo en algo habitual que los grandes estudios pueden permitirse incluir en sus productos un buen puñado de nombres conocidos y hasta de prestigio. En la película no lo vemos, pero gente como Ray Winstone, Anthony Hopkins, John Malkovich, Robin Wright Penn, Brendan Gleeson, Crispin Glover, Alison Lohman y Angelina Jolie han trabajado en 'Beowulf'. En general, todos podrían pertenecer a mi querido club de los muñecos de cera; si los rostros fueran reales, claro. La peor parada es la reina tras la que se esconde Wright-Penn, cuyo personaje es el colmo de la inexpresividad, su rostro es el de una muñeca inmaculada sin facciones humanas. Y eso que los demás no llegan a ser humanos en ningún momento. Creo que el haber pretendido imitar tan perfectamente a los actores que interpretan a los muñecos ha jugado en contra de la película. Miren los personajes de Disney, no son realistas pero emocionan. Se han olvidado que una rata azulada totalmente imposible puede llegar a transmitir mucho más que la simulación perfecta de una persona. O quizá les ha dado igual. En todo caso, este aspecto es muy perjudicial para el seguimiento de la historia. Si nos da igual Beowulf, ¿cómo vamos a estar implicados en lo que le ocurre? ¡Y durante dos horas! Es totalmente excesivo, injustificado.
'Beowulf' debería haber jugado en la liga de 'El Señor de los Anillos'. Es decir, queremos contar una historia fantástica, por tanto necesitamos los efectos especiales para hacerla creíble y ofrecer un espectáculo cinematográfico gratificante. No al revés. Que, por otra parte, es lo que suele ocurrir, para nuestra desgracia. Tenemos la posibilidad de ofrecer adelantos tecnológicos brillantes, por tanto necesitamos una excusa, una historia mínima que requiera mucha acción, para que el público se maraville con los efectos especiales. Pero claro, así pasa que estas películas mueren en poco tiempo. No se recuerdan, porque son superadas en lo que pretenden destacar. En la memoria no va a quedar esta 'Beowulf'. 'El Señor de los Anillos' sí. Y es que la técnica se mejora cada día. Las buenas historias cada día escasean más. Si tu película se destaca porque has ofrecido unos personajes digitales cuyos pelos de la nariz pueden distinguirse plenamente incluso en una noche lluviosa, da por hecho que mañana te superan en eso. Preocúpate mejor de que tu historia sea atractiva para el público y quieran estar todo el tiempo pensando en cómo el protagonista va a superar sus conflictos.
En resumen, 'Beowulf' no es más que una demostración de lo rápido que avanza la tecnología aplicada al cine, pero no una buena película, ni mucho menos. Sin una historia bien desarrollada, sin personajes interesantes, sólo con efectos digitales impresionantes. Resulta muy clarificador que la mejor secuencia de la película sea ya al final, cuando el personaje de Jolie se encara con el de Gleeson. Ahí, por fin, Zemeckis juega con lo mínimo necesario, con la magia del cine, con miradas, con tensión, con la complicidad del espectador. Un momento inquietante y muy poderoso que supera con creces cualquier ataque superespectacular de un dragón que vomita fuego y debe ser acuchillado brutalmente en el corazón de la garganta. Lástima que Zemeckis no lo viera así.