He descubierto una nueva faceta de Chris Evans, además de las sabidas. El conocido actor que ha dado vida a dos superhéroes, Johnny Storm y Capitán América, en films filigrana para nuestra lobotomía en masa, posee unas limitaciones interpretativas más que evidentes –sólo me convence en ‘Rompenieves’ (‘Snowpiercer’, Bong Joon-ho, 2013), por motivos bien claros−, lo cual no debe importarle mucho cuando va al banco a recoger sus, imagino, sustanciosos cheques por toda la cantidad de blocksbusters en los que ha participado.
Hace poco tuvo la brillante idea de contestar a Steven Spielberg sobre la atemporalidad, o moda pasajera, de los superhéroes, sin caer en la cuenta de que debe darle las gracias a Spielberg, porque sin él y su concepción de cine espectáculo, jamás existirían las películas que hoy día protagoniza Evans. A su condición de bocazas ahora hay que sumar el hecho de que el rubiales con barba también es un mal director. Así lo demuestra en ‘Before We Go’, una película “pequeña” que se parece demasiado a ciertos films dirigidos por Richard Linklater, entre otros muchos.
La película, que está escrita por nada menos que cuatro guionistas a partir de una historia de Ronald Bass y Jen Smolka, era un proyecto para Joel Schumacher con Monica Bellucci de protagonista –sí, ese binomio da en qué pensar−, hasta que apareció el rubiales y algo le dijo que ésta debía ser su primera película como director. ¿La premisa? Un músico de jazz –Evans tirando la casa por la ventana en cuanto a pretensiones− deberá asistir a New York a una audición importante, y de paso ver al amor de su vida. Incapaz de moverse de la estación conocerá a una mujer con problemas matrimoniales a la que ayudará. Porque sí.
Aburrido déjà vu
Los puntos en común con el primer episodio de la trilogía amorosa de Richard Linklater son más que evidentes, y en realidad habría que irse más atrás, a cintas dirigidas por David Lean o Max Ophüls, verdadero origen de todas estas historias de amor. Lo cierto es que ‘Before We Go’ bebe de tantos sitios –los ecos de Woody Allen también se oyen con claridad− que es difícil encontrar un atisbo de vida propia en el film, ni siquiera en la falsa complicidad de los dos actores centrales, en cuya comunión Alice Eve se come al rubiales.
Idas y venidas por la Gran Manzana, filmada con todas sus brillantes luces mientras sus protagonistas deciden si la pareja que cada uno posee es o no el amor de su vida, haciéndose las víctimas como si nada más importase en este mundo. Dudas y certezas pretenden darse la mano como si fuesen un Shangri La descubierto por dos idiotas durante toda una noche. Superficialidad y sentimientos de postín a través de una cámara siempre cercana en distancia, que no a la psique de los personajes, lo que sería narración cinematográfica, y filtros, muchos filtros.
‘Before We Go’ no tendrá el éxito de las filigranas que a Evans le hacen ser reconocido como un muñeco, ni tampoco hará historia en el séptimo arte. Sus posibilidades, realmente extensas, tratándose del sentimiento más indomable, caprichoso, terrible y emocionante que existe, se desvirtúan por completo. Además se pierde la oportunidad de utilizar a la ciudad de las ciudades como marco expresivo de dos personajes en apariencia perdidos, también de bucear en el jazz –el estilo musical más cercano al amor, en su pura esencia− tirando de los standards de siempre. Como ese final que recuerda sin piedad a esa otra película de principios de siglo sobre dos almas sin rumbo que se encuentran en una gran ciudad.
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