La semana pasada se estrenaba de tapadillo la interesante 'Beast', primera película del británico especialista en publicidad Michael Pearce y que combina el melodrama poderoso de lucha familiar con unos aires de thriller y asesinatos en serie que la engrandecen.
Mi amor psicópata
En una pequeña comunidad isleña, una joven con problemas se enamora de un extraño que la empodera para escapar de su opresiva familia. Cuando él está bajo sospecha por una serie de brutales asesinatos, ella lo defenderá a toda costa y se dará cuenta de hasta donde es capaz de llegar.
'Beast' es el primer largometraje de Michael Pearce, guionista y director nominado a los BAFTA. Como niño que creció en los años 80, Pearce tuvo pesadillas con ‘la bestia de Jersey’, un violador en serie que aterrorizó a esta isla británica durante los años 60. El film, inspirado en aquel fenómeno, contrasta unos crímenes horribles con un telón de fondo de cuento de hadas.
Precisamente es esa combinación la que hace que finalmente el trabajo salga bien parado. La incomodidad y la oscuridad acechantes que se ciernen sobre la película son el arma que Michael Pearce mejor maneja, aportando rabia contenida y confusión. Así, convirtiendo un cuento de hadas poco convencional, una historia casi de fantasía, en poco menos que un whodunnit en sus mejores momentos, otorga un poder de cautivación excepcional sobre sus dos personajes principales, donde brilla con luz propia la poderosa interpretación de Jessie Buckley.
Pero no es oro todo lo que reluce. Pearce se gusta demasiado, y cuando apuesta por lo puramente contemplativo, cuando se gusta y gusta de soltar el acelerador de la emoción criminal en favor de la disfunción familiar, la película se atasca. No tengo muy claro qué pretendía Michael Pearce mezclando dos intensidades tan incompatibles en una misma historia, pero no cabe duda de que su premiada película al debut más asombroso del año en los BAFTA es una incógnita. Una atractiva, pero incógnita al fin y al cabo.
'Beast' quiere abarcar demasiado, mucho más de lo que en realidad quiere apretar, y a medida que las piezas de esta jenga entre la sobremesa y Gillian Flynn empiezan a cambiar de posición, uno corre el riesgo de terminar desconectando y perdiendo el interés. Con todo, es un interesante, aunque no del todo eficaz thriller que se daña a sí mismo al jugar a tres o cuatro bandas. Algo que supo manejar mucho mejor la reciente 'Viudas' de Steve McQueen.
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