Supongo que muchos lectores de estas líneas conocen mi poca predisposición hacia la mayor parte del cine de Tim Burton. Salvo la genial ‘Ed Wood’ (1994), que a este paso va a quedar como la única película excepcional que ha hecho en su carrera, la muy personal y arriesgada ‘Eduardo Manostijeras’ (1990), la estupenda ‘Sleepy Hollow’ (1999) o la gamberrada gozosa de ‘Mars Attacks!’ (1994), no hay otras películas dirigidas por él que me apetezca volver a ver. En su día, el díptico del hombre murciélago creado por Bob Kane en 1939 conoció un gran éxito, al menos de público, y sobre todo por una fenomenal campaña de marketing. Ahora, con el díptico que ha creado Christopher Nolan, a su vez los mejores trabajos de este director, los juegos retóricos de Burton para su ‘Batman’ (1989) y su ‘Batman vuelve’ (‘Batman Returns’, 1992) parecen arqueología.
Sobre todo esta segunda parte, que es un exceso en toda regla. Con la primera parte convertida en uno de los mayores taquillazos de la historia, y con el éxito que, contra todo pronóstico, significó una película tan bella como ‘Eduardo Manostijeras’, los de la Warner lo tuvieron bien claro: necesaria una secuela cuanto antes, e imprescindible que en la silla de director se siente el mismo realizador de la primera parte, para minimizar riesgos. Ya convertido, de manera indiscutible, en director estrella, Burton se hizo de rogar por los estudios, bastante reticente en un principio a volver a otro complejo proyecto industrial, pues en el rodaje de la primera parte lo pasó bastante mal. Supongo que se decidió a hacerla, finalmente, porque necesitaba demostrarse hasta dónde podía llegar con más poder. Sin embargo, quizá hubiera sido mejor que dedicase sus energías y su gran talento a otros proyectos, porque la película apenas se sostiene, en un conjunto vacuo, recalcitrante y superficial.
El principal problema, creo yo, es que a Burton en realidad no le interesa el hombre murciélago más que como freak. Y siendo otro de sus freaks, en sus manos queda el menos interesante y el menos “burtoniano” de su extensa galería de seres marginados y alienados. Al contrario que a Christopher Nolan, Tim Burton no parece mostrar excesivo entusiasmo con la figura del héroe, y aqui tiene la oportunidad de desarrollar su gusto por lo extremo con otros dos personajes a los que presta mucha más atención: Catwoman (una guapa y sensual Michelle Pfeiffer) y el Pingüino (un Danny DeVito completamente pasado de rosca). Y ahí surge el segundo problema. Este trío de personajes, que luchan entre sí por la supremacía en Gotham, se anulan unos a otros. Pareciera, en el último tercio, que el personaje del DeVito sobra y entorpece la trama de Catwoman, y viceversa: Catwoman entorpece y vuelve estática la trama del Pingüino.
Todo esto nace, tengo la sensación, de un guión muy mal construido, que tanto Sam Hamm en un principio, como Daniel Waters después, se afanaron en elaborar a la medida de Burton, por órdenes de la Warner, con el objetivo de que el director estrella se volcara con el proyecto. Pero es un guión bastante infantil, sin fuerza ni progresión dramática. Y eso no es lo peor, Burton lo pone en imágenes con un aparato audiovisual muy grandilocuente, muy vistoso y muy lujoso, pero sin la pasión, por ejemplo, de la venidera ‘Sleepy Hollow’. En su momento, a no pocos les agradó este derroche visual un tanto atolondrado. Casi veinte años después, volviéndola a ver, sus oquedades y su escaso dinamismo y emoción, son todavía más obvios que en su época. Y su puesta en escena queda un poco risible, por enfática y hasta aburrida. Burton era capaz de hacer cosas mucho más interesantes que esta, y en la gran irregularidad de una carrera que podría haber sido formidable radica gran parte de mi cansancio hacia su cine.
No todo es de derribo, ni mucho menos. Hay secuencias resueltas con gran brillantez, y algunos decorados y algunos planos de impresionante belleza. No la he vuelto a ver entera, lo confieso. Tan solo algunas partes. Pero el prólogo con la cuna de Oswald es absolutamente magistral. El plano de Selina cayendo por la ventana, hecho de manera artesanal, aún deslumbra hoy en día. La mayoría de las escenas de combate con Catwoman están muy bien resueltas. Pero, con todo, Burton no es, pese a su gran talento, un director dotado para la acción, o al menos no lo era por entonces, pues de nuevo pondremos como ejemplo a ‘Sleepy Hollow’, que contiene algunas secuencias de acción y aventuras muy bien narradas. Aquí todo es un exceso con poco sentido y sin la menor chispa. Creo que Burton muestra lo mejor de sí mismo en las atmósferas y en la gran compasión y dignidad que ofrece de sus personajes más patéticos. De todo eso, aquí no hay nada o casi nada.
Una cosa es segura, hay que ponerle un diez como una casa al diseño de producción y a todo el aspecto visual. Tanto el diseñador jefe, Bo Welch, como los diseñadores artísticos Tom Duffield y Rick Heinrichs, nos apabullan con una escenografía y una dirección artística poco menos que asombrosa. También los decorados de Cheryl Carasik y el sensacional diseño de vestuario de Bob Ringwood y Mary E. Vogt, tienen mucho mérito en esta gozada visual. La lástima, claro, es que sea un regalo con un papel y un lazo tan hermosos, pero que sólo envuelven la nada. Porque la nada se desprende de la que quizá sea la peor dirección de actores en un film de Burton, o de diálogos tan rematadamente mal escritos. Es casi increíble que apenas dos años más tarde dirigiera una obra maestra del calibre y la belleza de ‘Ed Wood’. Pero en aquella contó con un guión formidable y encontró cosas propias e importantes que decir y narrar.
Sin embargo, aquí no había nada que decir ni contar. Con Tim Burton me sucede una cosa parecida a Steven Spielberg, por ejemplo. Nadie en su sano juicio dudaría del enorme talento de estos dos cineastas, que han parido gran cine en ocasiones, pero que se han dejado arrastrar por una ambición desmesurada de cara a la taquilla, y cuyas carreras adolecen de decisiones más que dudosas. Su filmografía ha quedado aguada y diluida para siempre. Quién sabe lo que habrían podido dar de sí (Burton quizá tenga tiempo de enderezar, mientras que Spielberg probablemente ya ha creado la mayor parte de su obra) en el caso de haber dado todo lo que tienen dentro. Pero hay lo que hay. En mi caso, aún tengo esperanzas de que Burton, más que fiel a la taquilla o a sus seguidores, vuelva a ser fiel a sí mismo.