Cada año, la industria del cine coreana se preocupa por mostrarnos que está siempre en forma. Ya sea con 'El juego del calamar', el atrevido cine de Bong Joon-Ho, las maravillas visuales de Park Chan-wook o la sensibilidad de Hong Sang-Soo, en Corea del Sur se encargan de dar carpetazos constantes encima de la mesa demostrando que son capaces de contarnos películas que no beben constantemente del pasado sin preocuparse por guardar las formas, permitiéndose lanzar todas las ideas visuales que quieran dentro de sus obras. Es el caso de 'El bastardo', que se estrena ahora y se rebela contra la mera idea de su existencia. ¿Francamente? Vaya gozada.
Collar y corea
'El bastardo' empieza como un drama social, continúa como un thriller y termina como una película de acción sangrienta sin tapujos que, además, se reserva un par de giros sorpresa por el camino de esos que te pillan a contrapié. Y lo mejor es que triunfa en todo lo que se propone: es atrevida, agobiante, desconcertante y atrevida, y es imposible adivinar por dónde van los tiros hasta que, al mejor estilo coreano, deciden dar un giro de 180 grados para explicarte qué estaba pasando en realidad tras las persecuciones y la matanza.
No es la primera vez que vemos esta dinámica de "todo el mundo contra una persona", pero Marco no es, ni mucho menos, un John Wick de la vida. De hecho, la película juega con nosotros para que, tras sus primeras escenas en el ring de boxeo, creamos que va a ser el héroe y a salir del problema por su propio pie tras unos cuantos puñetazos bien tirados. Pero Park Hoon-Jung sabe hacernos un truco de magia tras otro evitando que intuyamos por dónde va a ir una trama que se niega a ser previsible... quizá con demasiado ahínco.
La película cuenta con que el espectador va a entrar dentro de las desventuras de Marco en Corea, pero su obsesión con el giro constante y el nulo aburrimiento la convierte, por momentos, en una especie de cómic psicotrópico sin una identidad clara en la que las tramas se van amontonando en favor de unas secuencias de acción tan disparatadas como eficaces. Un batiburrillo que nunca deja de ser divertido, pero que exige paciencia del espectador antes de mostrarle que hay algo tras las persecuciones y la violencia. Cuando la bruma inicial se aclara, 'El bastardo' demuestra por qué Corea del Sur es uno de los países que dominan la industria con puño de hierro. Y nunca mejor dicho.
El Giro de Ital... de Corea
Pero 'El bastardo' no se conforma tan solo con ser una cinta de acción relativamente descerebrada con un guion que pisa el acelerador hacia el barranco. Además, oculta en su interior un alegato social contra la pobreza en Filipinas y los problemas de salud que tan solo los ricos pueden permitirse sanar. Es sutil, pero el origen de toda la trama nace aquí, al fin y al cabo (con un toque final anti-patriótico delicioso). Este alegato se salpimenta con una visión del racismo coreano en la que el director nos obliga a mirar un problema social desconocido para nuestros ojos occidentales.
Se trata de los niños kopino, medio filipinos y medio coreanos, de los que normalmente se conoce a la madre pero no a un padre, que, tras tener relaciones sexuales, vuelve a su país despreocupándose. Obviamente, es un estigma social que convierte a nuestro protagonista, al empezar la cinta, en un paria sin nada que perder, buscando el golpe de suerte que le permita salvar a su madre y seguir adelante con su vida. Poco imagina que, al final, con sobrevivir ya tiene bastante. El racismo intrínseco solo añade una sabia capa más a un guion que nunca ceja en su afán de ser constantemente divertido.
Pero, sin duda, la estrella de la función es un asesino a sueldo dicharachero y muy profesional, interpretado por un fantástico Kim Seon-ho y que acaba por comerse cada escena en la que aparece. Y, sin querer, se convierte en el gran problema de 'El bastardo': por más que la cinta quiera que nos identifiquemos con su protagonista y los dilemas socio-culturales que representa, al final lo que más disfrutamos es ver al asesino sin complejos enfermo y siempre vendido al mejor postor. Él es nuestro John Wick, el engranaje sin el que el resto del mecanismo se vendría abajo. Por suerte, vive a la altura de las expectativas.
Café para los más cafeteros
La película va dando tumbos y girando continuamente sobre sí misma, variando el género cuando es necesario, pero, por una vez, no es algo negativo: sabe medir tan bien sus tiempos y es tan caradura en lo visual que es imposible no enamorarse de esta historia de giros forzosos, acción pura, una pizquita de mamarrachada y esas sorpresas marca de la casa a las que el cine coreano nos tiene acostumbrados.
Puede que acabe rezando para los conversos (no intenta tampoco hacerse con un nuevo público), pero 'El bastardo' es un absoluto desparrame de cine entendido como locura colectiva, especialmente en un panorama tan anquilosado como el del thriller de acción. Si nunca has visto thrillers coreanos es posible que su estilo te eche para atrás, porque está específicamente pensada para un público que sabe que este es su café favorito. Café para los más cafeteros. Disfrute absoluto.
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