'Balada triste de trompeta', elogio del exceso

'Balada triste de trompeta', elogio del exceso
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Vaya tela, vaya tela…

-Sergio

Se apagan las luces y me dan ganas de aplaudir. Veo que soy el único. De hecho, a lo largo de la película se han producido varias deserciones de la sala. Así que, aún mareado y aturdido ante tanto horror y fulgor decido esperar una hora, un día, una semana, y hacer una crítica reposada y repensada del film. ¿Era ésta la gran tomadura de pelo del Festival de Venecia? ¿Se confirma que Tarantino le debía un favor a Álex de la Iglesia? ¿Es ‘Balada triste de trompeta’ el espanto de un director desnortado, de un niño mimado al que se le permite cualquier cosa por ser el presidente de nuestra sacrosanta academia? Entonces yo estoy loco. Porque me ha parecido fabulosa.

Diré más, diré que es la mejor película de la carrera de Álex de la Iglesia, con diferencia. Y sigo, es una de las mejores películas españolas sobre nuestra guerra civil y la herencia que nos ha dejado, junto a ‘Canciones para después de una guerra’ (Basilio Martín Patino, 1971) y ‘El espíritu de la colmena’ (Víctor Erice, 1973). Y termino: es una de las mejores películas españolas de la historia. En toda su gloriosa imperfección. Y sí, es ésta una crítica con el cuchillo entre los dientes. No podía ser de otra manera: es mi última crítica.

Odio a los payasos. De niño, el circo me daba más pena que risa y siempre he pensado que la mejor manera de hablar del mismo es desde la tragedia. Y ‘Balada triste de trompeta’ es trágica. Pero también es cómica. Y violenta. Y amarga. E histriónica. De hecho, casi todos los adjetivos del vocabulario le sientan bien a esta película-centrifugadora que alcanza el cielo y el infierno muchas veces en la misma secuencia y alguna otra, en el mismo plano. Y contra lo que pueda parecer, esto no es malo. Esto es lo que la hace grande. Al igual que anteriores retratos de la otredad, de la aberración o de lo monstruoso como ‘Freaks’ o ‘El hombre elefante’ (‘The Elephant Man’, David Lynch, 1980), las medias tintas no existen. La poesía comparte plano con el horror, y el amor con el crimen.

El film comienza con una masacre en plena guerra civil. Los integrantes de un circo son reclutados para la causa republicana y se aplicarán con fervor a la matanza, sobre todo un siniestro payaso —Santiago Segura, excelente secundario mientras permanece callado—, padre a su vez de un triste y apocado niño que asistirá horrorizado a la escena. Tras el humo de la pólvora, emerge un león y se echa al lado del niño, una imagen de una fuerza brutal y espejo de la pantera que se acercaba a Rosie Pérez al principio de ‘Perdita Durango’ (Álex de la Iglesia, 1997). Muy bien, la metáfora no es sutil, pero ¿quién ha dicho que esta historia necesite de sutilezas? ¿Acaso sería mejor porque todo en ello quedara únicamente sugerido? ¿Todo en la vida es sutil? Yo no lo creo.

Acto seguido, al compás de una enorme banda sonora de Roque Baños, entran unos títulos de crédito que harían palidecer de envidia al propio Saul Bass , entre el diseño gráfico y la memoria histórica donde Franco, Hitler y Massiel se confunden en una época en la que elementos tan dispares formaban parte de un todo siniestro y negro llamado España. Nuestro país. Nuestra memoria. Los felices años 70 de los Alcántara. Esto es el acta de defunción de ‘Cuéntame’, serie falaz y dañina como pocas.

El niño triste crecerá y se convertirá en un payaso igual de triste que entrará a formar parte de un circo donde el que tiene el poder es un payaso chulo, violento y aterrador, al que da vida de forma ma-gis-tral Antonio de la Torre. Y luego está la chica, Carolina Bang, de presencia rotundísima y actuación más que competente. Y el conflicto ya está creado. Pero no ahí, sino mucho más atrás, su origen está en un guerra fraticida en la que un país se parte en dos y condena a su población a una pesadilla color gris sangre de más de 30 años. Todo acto tiene sus consecuencias, y una guerra civil captura como rehén a toda una generación y la obliga a vivir unos tiempos oscuros y pesadillescos. ‘Balada triste de trompeta’ solo lo constata.

Todo esto está contado por la vía de la exageración, de la deformidad, del exceso y la repetición. Secuencias tan tensas y abruptas como la de la cafetería, en la que un zafio chiste es la espita que desencadena una agresión brutal a la chica del film, y en la que la violencia y el sexo se mezclan entre el horror y el deseo. Escenas tan chocantes y atrabiliarias como en las que un maravilloso Carlos Areces es convertido en presa desnuda primero y perro de caza del propio Franco más tarde. Imágenes tan patéticas y tiernas como su conversación con el mismísimo Raphael —similar a los diálogos de Christian Slater con el fantasma de Elvis Presley en ‘Amor a quemarropa’ (‘True Romance’, Tony Scott, 1993)—. Tours de force tan icónicos, redundantes y barrocos como el final en el Valle de los caídos, convertido en mazmorra gótica donde se mezclan las calaveras de los que murieron por los dos bandos con la sangre de los vencidos que levantaron el ominoso mausoleo y con las fieras del circo que también han ido a parar allí, así como todos los protagonistas de esta barbarie de película, de estos fotogramas sucios e imperfectos, de este celuloide abigarrado y genial.

Las pinturas negras de Goya, los espejos deformes de Valle-Inclán, el surrealismo cruel de Luis Buñuel, la risa amarga de Luis García Berlanga...todo estaba allí. Álex de la Iglesia solo lo ha puesto en imágenes. Imágenes por cierto de una fiereza y una fuerza apabullantes. Nadie rueda así en estos momentos y en este país. No hablo de películas perfectas. ¿Quién las quiere? Prefiero la mugre y la furia de un cine que revuelve las tripas y que hace que el espectador reaccione a lo que ve. La indiferencia y la asepsia visual y narrativa de ‘Los crímenes de Oxford’ (Álex de la Iglesia, 2008) han pasado a mejor vida. Y por dios que me alegro.

Coda final

Como ya os adelantaba, me despido de Blogdecine. Ha sido muy poco tiempo pero muy grato por mi parte, tanto a nivel de trabajo con el resto de mis compañeros como de relación con vosotros, los lectores. Lamentablemente mi situación laboral actual no me deja tiempo suficiente para compaginarlo con mi trabajo en este blog, por lo que finalizo aquí mi pequeña colaboración. Espero que mis artículos hayan sido de vuestro agrado aunque no coincidiéramos siempre en gustos. Quizá volvamos a leernos, aquí o en otro sitio. Ha sido un placer. Un abrazo.

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