Dice Jesús Vázquez en un momento del programa inaugural de 'Bake off' algo así como "las manos arriba no, que esto no es 'MasterChef'". Fue un buen intento del presentador todoterreno de Mediaset para disimular que, a la hora de hacer la versión española del célebre concurso de postres británico, se han inspirado demasiado en "la cumbre" de los talent show culinarios.
Y no me refiero al consabido formato de tres pruebas que determinarán, al final, a un expulsado ya que es el esquema común de este tipo de programas. Sino porque en 'Bake Off España' existe una continua sensación de estar viendo un 'MasterChef' especializado en postres por cómo se ha planteado el programa.
Esto, sobre todo, si lo comparamos con 'The Great British Bake Off' el programa original y originario de la BBC (y que recientemente se ha mudado a Channel 4) que se convirtió en un abrir y cerrar de ojos en uno de esos programas que paralizan a un país entero.
En este talent show, que Cuatro estrenó anoche congregando a poco más de un millón de espectadores y un impresionante 8% de cuota de pantalla (datazo para la cadena), Jesús Vázquez es el maestro de ceremonias en un programa en el que doce concursantes compiten por ser el mejor repostero amateur.
Y lo hacen mediante tres pruebas: la primera es una de "autor", para ver cómo se desenvuelven y qué prepararían a unos amigos/familia; la segunda es la prueba técnica, con una cata a ciegas; mientras que la tercera es la prueba "WOW", una más creativa en el que deberán hacer una tarta con las pautas marcadas pero a gusto del repostero.
Los concursantes son valorados por los renombrados reposteros Betina Montagne, Dani Álvarez y Miquel Guarro (sí, efectivamente, un presentador y tres jueces). Y el concursante que tenga peor nota entre las tres pruebas será expulsado, mientras que el mejor se llevará el delantal azul.
Si os gusta el formato británico, la versión española es demasiado chocante. Sí, la estructura está ahí, pero la versión original tiene cierta tranquilidad e incluso sobriedad en la presentación, sin olvidar el alivio cómico que proporcionan las presentadoras (Sue Perkins y Mel Giedroyc en sus primeras etapas), que es ignorada por Mediaset.
Pero dejemos de comparar con 'The Great British Bake Off' para que el programa de Cuatro pase a hablar por sí mismo. Incluso olvidaré que nos encontramos con algo menos de dos horas de programa (si quitamos la incesante publicidad) y el problema que conlleva que un programa acabe a eso de la una de la madrugada.
Comenzaré con el casting, que es básico en todo talent. En 'El gran repostero. Bake Off' (como reza el logo, pero en todo momento se habla de 'Bake Off España') los concursantes parecen más sacados de desechos de 'Nailed It!' (por ser demasiado malos) que de un proceso de selección que busque a los mejores reposteros.
El nivel de los concursantes es por lo general mediocre, con alguna notable excepción (tanto para bien como para lo desastrosamente malo). Y eso sin meternos en la inclusión de los frikis de turno para darle el toque tróspido que siempre se busca... o en el "drama" que siempre viene bien.
Sumamos a esto que los jueces son duros y hay un poco de ganas de ser "los malotes" de turno y de querer darse a sí mismos más protagonismo del que les corresponde. Además de un Jesús Vázquez que no aporta nada (y nos quejamos de Eva González) y solo sirve para estresar el formato y hacer narraciones rándom.
Por lo general la sensación es que 'Bake Off' se ha perdido en la traducción. No existe ese tema de tomarse las cosas seriamente pero de muy buen rollo y con humor que (oh, sorpresa) funciona muy gratamente y diferencia al formato. Una pena, porque podíamos haber disfrutado de un talent diferente en prime time, pero tenemos más de lo mismo... solo que más dulce.
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