‘Bajo amenaza’ (‘Trespass’, Joel Schumacher, 2010) es toda una experiencia. Evidentemente no lo digo porque su visionado sea algo para recordar, sino todo lo contrario. Sí, hay películas peores, mucho peores, pero en el caso que nos ocupa la decepción se multiplica por tres, o cuatro, o cinco… Reúne a tres artistas, ejem, que sin duda han vivido tiempos pasados mucho mejores. Hablamos de un director que sin llegar a ser grande, puede que ni bueno, sí llegó a tener cierto estilo y alguna que otra excepcional —‘Un día de furia’ (‘Falling Dawn’, 1993) no sólo me parece una obra maestra, sino que creo no ha perdido ni un ápice de su fuerza a día de hoy—; y hablamos también de dos intérpretes que tienen en su haber sendos Oscars, por increíble que parezca.
No puedo estar más de acuerdo con uno de nuestros fieles lectores, el misterioso eluyeni, quien en el post de estrenos dejó su impresión de la película afirmando que era una completa pérdida de tiempo. Y así es. Una pena viendo el material que había entre manos, que sin ser el colmo de la originalidad —recordemos que todas las historias ya han sido contadas, pese a quien pese—, sí que bastaba para hacer algo mínimamente decente, sin necesidad de caer en golpes de efecto varios, o tomar al espectador por tonto, craso error en el que suelen caer films de similares características. Y es que no hay nada peor que sentirnos estafados en un film que se presupone sólo quiere entretener, uno de los principales objetivos del Cine.
Un matrimonio adinerado y con una hija rebelde, cómo no, recibe un día la inesperada visita de un grupo de atracadores que los secuestran en su propia casa —una espectacular casa diseñada por la mujer, de esas que sólo se ven en las películas o en algunas zonas de Los Ángeles—, obligando al marido a abrir una caja fuerte donde se supone están unas joyas muy valiosas. Punto de partida más que suficiente para que Schumacher pudiese demostrar como antaño —el mencionado film con Michael Douglas o la excelente ‘Última llamada’ (‘Phone Booth’, 2002)— su más que correcto dominio de los espacios cerrados y cierta mano para la tensión. Pero Schumacher, que también es un director que ha firmado films lamentables —aquí la lista puede ser interminable, pero nos basta citar las penosas ‘Batman & Robin’ (id, 1997) y ‘El número 23’ (‘The Number 23’, 2007)—, se nota cansado, y si acaso parece dominar cierto ritmo interno en algunas secuencias, se le va completamente la mano.
Nicolas Cage, que creo nunca ha sido un buen actor, ni siquiera en su más que inmerecido Oscar —cada vez que comparo su interpretación con las de Jack Lemmon o Ray Milland en ‘Días de vino y rosas’ (‘Days of Wine and Roses’, Blake Edwards, 1962) y ‘Días sin huella’ (‘The Lost Weekend’, Billy Wilder, 1945), respectivamente, me da la risa—, está aquí más controlado que de costumbre, aunque en un par de momentos no puede evitar el numerito histriónico. Su personaje de hombre atormentado por las deudas y por no perder lo que más ama, su familia, es de lo más plano y superficial. A su lado una Nicole Kidman que iba para gran actriz —aquí sí lo demuestra su Oscar o su trabajo para Kubrick, entre otras—, pero que tanto botox está convirtiendo en una muñeca de porcelana de lo más grimosa, afectando preocupantemente a sus personajes. La mujer insatisfecha, pero decidida, a la que aquí da vida no pasa de ser un mero adorno visual en algunos de los preciosistas encuadres de su director, que gusta tanto de los filtros, olvidándose de lo que es crear una atmósfera.
Los posibles aciertos de guión, obra del debutante en pantalla grande Karl Gajdusek, son totalmente desaprovechados en pos del efectismo más barato. Por citar dos ejemplos, cierto poste en la carretera que servirá como punto de inflexión en el relato, o la curiosa forma de narrar ciertos aspectos de la historia a modo de flashbacks. El primero justificará únicamente la presencia de un personaje totalmente inútil, el que interpreta Jordana Spiro, para sacarlo de la narración en un abrir y cerrar de ojos. El segundo es literalmente insoportable, ilógico e incoherente, pues parece que estemos presenciando otra película que narra una extrañísima obsesión amorosa, amén de desaprovechar por completo el hecho de que los distintos puntos de vista pueden cambiar por completo el sentido de las cosas. Un personaje con trauma y necesitado de medicación se revela entre los asaltantes, y ahí el film parece jugar en otra liga, no mejor, sino bastante peor.
Y he aquí otros de los fallos del film. El grupo de asaltantes debería producir temor, y sin embargo lo que producen es pena, por no decir risa. Dejando a un lado que para ese tipo de trabajo no se lleva a alguien con tendencia a los brotes psicóticos, la cantidad de torpezas que cometen son innumerables, y uno nunca termina de tomarlos en serio por mucho que amenacen las vidas de los protagonistas. Esto es Hollywood, la sección más blanda del mismo, y nadie tiene el valor de dotar al film de la crudeza que pide a gritos todo el metraje. A cambio tenemos el conservadurismo más repugnante con el mensaje más simplista de todos. La familia unida jamás será vencida, los hijos vuelven al redil huyendo de fiestas donde las drogas abundan, y el matrimonio a punto de resquebrajarse puede salvarse gracias a que la infidelidad es una ilusión hábilmente diseñada para confundir al que no tiene fe en tan sacros valores.