Yo creo que hay que ver ciertas películas, más que para disfrutar con ellas o para acceder a cosas importantes, para averiguar qué es lo que no se debe hacer, y para darse cuenta de lo difícil, lo dificilísimo que es esto del cine. Y no solamente eso. Si las películas fueran un recurso natural (de hecho, lo son), y se valorasen por su rareza (algo que no se hace, se valoran por filtros éticos y estéticos preexistentes), las buenas películas de aventuras y de sci-fi, ambos géneros fusionados o por separado, serían algo así como raras piedras preciosas. Y lo serían porque hay tan pocas que valgan la pena, que cuando encuentras una es algo así como vislumbrar el Gólgota en el horizonte. La quinta película de Mathieu Kassovitz no es una de esas, ni de lejos. De hecho, es un despropósito de grandes dimensiones, cuya única validez es esa: la de reflexionar sobre lo que es mejor ni intentar a no ser que se tenga mucho poder y/o las ideas muy claras. Una verdadera lástima.
Ya Kassovitz, desde que empezó su carrera como intérprete y a dirigir películas, en 1993, me ha parecido mucho mejor profesional en la primera de esas disciplinas que en la segunda. No solamente creo que ‘El odio’ (‘La haine’, 1995), está increíblemente sobrevalorada para el poco cine que lleva dentro, es que su carrera posterior como realizador pertenece a esa nueva estirpe de directores franceses que se dedican a recrear géneros americanos, afrancesándolos, o a dirigir film noir pero americanizándolo. Al final debió conseguir su objetivo, porque dejó su país natal y se fue a Estados Unidos a dirigir películas. La primera de ellas, ‘Gothika’ (id, 2005) un verdadero aburrimiento, y la segunda, ‘Babylon’ (‘Babylon A.D.’, 2008), que hoy nos ocupa, es de un desconcierto, de una torpeza tal, que yo creo que no te sale así ni a propósito. Porque, y ahora voy a hacer un poco de abogado del diablo, se nota que el bueno de Kassovitz está intentando hacer algo (aunque no se sabe muy bien el qué), pero no le sale absolutamente nada. Querer y no poder.
Un juguete demasiado ambicioso
Durante los escasos noventa minutos (que parecen dos horas y media) que dura esta cosa, se nota a la legua que Kassovitz y todo su equipo están intentando levantar algo que no se sostiene, con presencia de ánimo admirable pero estéril. Es como el niño que levanta castillos de arena cerca de donde rompen las olas, y una y otra vez todo se va a tomar por saco. La cosa va de un espectáculo de acción, pero también de un discurso de sci-fi, por lo que nos sitúan, de manera pasable, en un mundo futuro no muy lejano, en el que la globalización, el calentamiento del planeta y demás desastres han colapsado por fin la sociedad (más aún…), y en el que un mercenario por nombre Toorop ha de escoltar a una misteriosa adolescente desde Mongolia hasta Nueva York (ahí es nada). Durante el viaje, claro, Toorop (Diesel) descubrirá varias verdades sobre la chica en cuestión y conocerá una suerte de resurrección que le hará replantearse sus cimientos morales. Todo esto responde al esquema más clásico de relato de aventuras: damisela en apuros, antihéroe en pos de una redención, un mundo hostil. Nada que objetar. Pero, ¿por qué parece, casi en un cien por cien del metraje, que Kassovitz carece de las fuerzas necesarias para no perder el control de lo que está contando?
Como buen fan de Vin Diesel que soy, me parece estupendo que el hombre intente cosas distintas en su carrera, sin perder su aureola de tipo duro cuatro por cuatro. Pero en su distanciamiento y contención parece como ausente, sin chispa, y en las escenas de acción se le ve desganado, como si le hubieran drenado la energía. Con todo, es lo mejor del reparto, porque la niña en cuestión es un miscasting en toda regla: personalmente, a los cinco minutos de que aparezca, me gustaría estrangular a Mélanie Thierry (franchute, cómo no…) y ya que no puedo no me importaría que Toorop fallase en su protección y la mataran, porque es insoportable y su interpretación es espantosa. Por su parte, Michelle Yeoh, vista en ‘Tigre y dragón’ (‘Wo hu cang long’, Ang Lee, 2000) está muy mal dirigida y lo único que hace bien es repartir hostias como panes. Visto el panorama, la aparición de una siniestra Charlotte Rampling o de un sorprendente Mark Strong, en el tercio final de la película, levanta un poco el vuelo, pero solo un poco, y no es suficiente.
Ya lo dije hace poco, pero lo diré de nuevo: hay muchos directores empeñados en dirigir la acción como si estuvieran hasta arriba de ácido o algo parecido. Supongo que quieren competir con el dinamismo de los videojuegos. Perfecto: pues que hagan videojuegos. La acción de ‘Babylon’, que intenta ser lo más de lo más (por ejemplo, en la larga y apabullante secuencia del tiroteo en el aparcamiento) a mí personalmente me deja frío. No hay tensión ni intensidad por ninguna parte. Sólo efectos sonoros y colorines, pero la agilidad y el dinamismo lucen por su ausencia. Lo mismo sucede en la persecución en el terreno nevado, de la que ningún jugador compulsivo de videojuegos puede decir, creo, que entienda absolutamente nada de lo que pasa. Sin duda, el mayor problema de ‘Babylon’ es un montaje demencial, y no sólo en la acción, sino en el conjunto y estructura de la película. Dice Kassovitz que el rodaje fue un infierno y no le dejaron hacer la película que quería, para finalmente mutilar el material filmado. No me valen las excusas, pues no es su primera película y otros lo pasaron igual o peor que él y consiguieron realizaciones más sólidas. No hay conquista sin lucha.
¿Qué nos queda? Poca cosa. Un diseño de producción bastante interesante, que salvo ramalazos tecnológicos un tanto disparatados, posee elementos valiosos que la salvan de la quema absoluta. Viendo ‘Babylon’ uno aprecia (todavía) más las grandes obras de sci-fi y aventuras y el inmenso talento y fuerza de voluntad que hay detrás de ellas. No hace falta que diga títulos y cada uno tendrá, además, los suyos propios. Kassovitz intentó la conquista de “las américas” y fracasó de manera estrepitosa. Otros no llegaron ni a intentarlo. Ahora anuncia nuevo proyecto. En Francia, claro. Y él será el protagonista. Mucha suerte desde este humilde rincón. Los batacazos como ‘Babylon’ sirven, quizá, para reinventarse a uno mismo y para resurgir con mayor fuerza. Ya veremos.
Críticas en Blogdecine:
‘Babylon’, bobada (por Alberto Abuín)