‘Babylon’ es un peliculón épico sobre el Hollywood políticamente incorrecto: Margot Robbie está imperial en la película más chiflada de Damien Chazelle

‘Babylon’ es un peliculón épico sobre el Hollywood políticamente incorrecto: Margot Robbie está imperial en la película más chiflada de Damien Chazelle

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La pandemia supuso un duro golpe para el cine en pantalla grande, y aunque ahora tengamos más o menos olvidados aquellos días de 2020, los estrenos de cine se aplazaban, las salas cerraron y la perspectiva de no volver a entrar en ellas pareció, por un momento, algo tangible y real. ‘Babylon’, de estreno el día 20, no es la primera, ni será la última, de las películas sobre la industria del cine y el poder de este para generar sueños que aparecen en los últimos años, pero si es la más rotunda.

Un año antes de la catástrofe, Quentin Tarantino empezó con la tendencia revisionista que auguraba la muerte del cine tal y cómo lo conocíamos. ‘Érase una vez… en Hollywood’ (2019) era un artefacto nostálgico y realista que nos venía a decir que el cine ya no es lo que era, ni tiene visos de volverlo a ser, pero si aquella solo tenía en cuenta a Marvel y la circunstancia del cine-evento sobre la industria, las que han llegado en los últimos años utilizan ese mismo sentimiento como forma de justificar una autobiografía temprana.

De Alfonso Cuarón, a Spielberg, pasando por Paul Thomas Anderson, Sam Mendes o Kenneth Branagh, parece que todos los grandes directores de la actualidad nos debían una reflexión sobre el poder del cine para, acaso, recordarnos que el poder de la butaca es capaz de mover ilusiones y voluntades, casi como un constante anuncio de “yo voy al cine” irónicamente mostrado solamente en los pases de quienes ya han decidido pasar por caja. Hay algo de elegía en estos intentos que huelen a desesperación y melancolía, pero quizá la clave estaba en contar por qué el cine sigue en pie, año atrás año.

Una comedia negra salvaje

La respuesta está en contar cómo el medio cambia, y por el camino, quizá contarnos también la historia de quienes se lleva por el medio. Lo bueno es que pocas veces proyectos tan ambiciosos como ‘Babylon’ se las apañan para lograr ser tan divertidos. Aquí Damien Chazelle obra un prodigio de montaje para contar, de nuevo, el cruel precio de la fábrica de sueños, a través de un ejemplo arquetípico de "Hollyweird" épico, salvaje, sensual y triste.

Una película que sirve al mismo tiempo como una especie de precuela de ‘La La Land’ —las notas de la partitura de Justin Hurwitz parecen variaciones hermanas de otra época—  y la última película de Tarantino, con la que no solo comparte estrellas, Brad Pitt y Margot Robbie, sino que algunas escenas de cada uno son reflejos especulares del pasado de aquella, con Nellye LaRoy visitando el cine para ver su propia película, o el Jack Conrad de Pitt paseando por L.A. en coche, incluso metiéndose él mismo en el papel de Rick Dalton.

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El formato de tres horas lleva la escala de un 'Áve César' (2016) hacia ‘Casino’ (1995) de Scorsese, solo que en vez de narrar la historia de un salón de juegos, desmenuza el proceso por el que Hollywood se devora a sí mismo con la llegada del sonido, una temática que no puede ser más Chazelle, cuya filmografía siempre tiene la música como brújula de alguna manera, incluso en el guion de ‘Grand Piano’, construyendo una coherencia poco común en todos los temas de su obra. Sin embargo, aquí pasa a un nuevo nivel.

La máquina trituradora de sueños

Si antes nos ha contado los sacrificios que requiere la excelencia, el director se limitaba a lo que cuesta la entrada en la primera división, y aquí nos cuenta las dificultades, caídas y bajadas que tienen lugar ya dentro, con lo que su habitual discurso acaba ampliándose para contar cómo el cine siempre se reinventa dejando atrás a sus artífices, como una gran rueda en la que incluso los que llegan hace poco pueden acabar fácilmente en el vagón de atrás, poniendo como carburante las nuevas tecnologías y la dificultad de entrar en ellas. La secuencia de las tomas infinitas reflejan la frustración de los cineastas de forma tragicómica.

Por otra parte, Chazelle vuelve a mostrar el papel prescindible de los anhelos personales frente al espectáculo y el arte, el olvido frente a la inmortalidad, el valor del celuloide como memoria y la imposibilidad de seguir el ritmo al caprichoso designio del público y las tendencias, en un estupendo monólogo de Jean Smart a Brad Pitt que contiende un poso de verdad, con una estrella en inexorable ocaso como lo es el actor de ‘Seven’. Es solo una de las escenas memorables de ‘Babylon’, del rodaje al atardecer a la lucha con la serpiente.

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Todos los temas acaban volcándose en un discutido epílogo que da sentido a toda la película, una meta-celebración del cine como arte, la tecnología como el mal necesario para hacerlo más grande o mantenerlo con vida. Todo con una mirada melancólica que también sabe a despedida, pero que ayuda a entender la dimensión de las ideas de toda la filmografía del director, ser algo pequeño y formar parte de algo más grande merece la pena. Aunque toda la trama de Sydney Palmer nos quiera decir, por primera vez, que no todo vale.

Un L.A. Gothic con un final desolador

No habría mucho que añadir sobre los actores con decir que un Brad Pitt en modo chiflado asegura una gran película, pero es que Margot Robbie está sembradísima e imperial, y la sorpresa de Tobey Maguire dando terror va a ser el momento más imborrable del cine en 2023. Por supuesto, la parte más memorable es esa secuencia inicial de media hora que haría las delicias de Kenneth Anger y sus connoisseurs, dando todo lo que el título promete, una orgía de sexo, anécdotas, celebración sáfica e incorrección, con todo tipo de sustancias mediante.

Para los amantes de películas sobre Los Ángeles, ‘Babylon’ se reserva un tercer acto decadente, oscuro, e incluso inquietante. Su casi literal bajada a los círculos del infierno de Dante es deprimente, sucia, extraña, e incluso con guiños al maestro del L.A. Gothic, David Lynch. No están onírica como 'Como Plaga de Langosta’ (The Day of The Locust, 1975) o tan insondable como 'Inland Empire' (2007), pero comparte su dibujo de un L.A. sórdido que fagocita a sus habitantes, también el de 'La Dalia Negra' (2006), u otros más recientes como 'Penny Dreadful: City of Angels'.

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‘Babylon’ se mueve entre géneros, del noir la comedia disparatada, pero en última instancia deja un poso amargo, un viaje que nunca deja de ser descerebrado y sorprendente por parte de un director tradicionalmente más encorsetado, pero que logra contar muchas cosas sin sermonear, con una mirada ácida al descontrol que no mira para otro lado a sus consecuencias, un tratado de sueños rotos y visión de largo recorrido que se planta como la primera gran película de 2023.

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