En otra vida, Jesse V. Johnson y Scott Adkins estarían llenando las estanterías de los videoclubs de barrio con cada nuevo título semestral estrenado directamente en formato doméstico. Como ya no nos queda de eso, director y estrella marcial han conseguido labrarse una reputación en el streaming. 'Avengement', su última colaboración (hasta la siguiente), aterriza en Netflix para poner patas arriba la plataforma.
Hermanos por pelotas
Con un guión de Johnson y Stu Small, la película se convierte, fácil, en la mejor propuesta protagonizada por la estrella británica experta en reventar cabezas. Y todo gracias a la humildad que supura cada fotograma de la película. El tema principal de Sean Murray tiene carisma y se mete en nuestra cabeza, que ya está atando cabos entre la obra maestra carcelaria de S. Craig Zahler y el cine de peleas coreografiadas.
Desde el primer momento el director demuestra tener muy claras sus preferencias, y en este caso van de la mano del estilazo, algo que queda patente en la primera secuencia (en off) del inicio: Jesse V. Johnson y Scott Adkins han venido a darlo todo. Esta tragedia entre hermanos, de aires que oscilan entre lo shakespereano y la mafia más carnal, no se olvida de presentar juguetones vueltas de tuerca en una narración llena de historias que contar.
Y es que, de hecho, 'Avengement' es una historia oral de venganza, algo que no es óbice para que Adkins reviente (y sea reventado) a todo el que se ponga por delante. Tampoco se olvida del sentido del humor, reflejado en unos secundarios repugnantes pero divertidos, y en las ya citadas piruetas narrativas que juegan a favor de obra, dotando de gracejo y agilidad una historia que podría haber resultado una pesadilla interminable.
Cuestión de sangre
Mientras pasa un puñado interminable de años en prisión, un humilde criminal, si es que eso es posible, logrará evadirse para regresar a su antiguo hogar y vengarse de las personas que lo convirtieron en una perfecta máquina de repartir mandobles. Es un gusto comprobar que todas estas colaboraciones entre director y actor han evolucionado hasta conseguir un estilo propio que se ofrece aquí en su máxima expresión.
Hay algo que hace de esta película especial. Tal vez sea su atmósfera de pub inglés, sus personajes, sus acentos (puede que alguno se sorprenda al comprobar que Atkins no es norteamericano) y sus pintas (de beber y de aparentar), las que nos evoquen un cine de venganzas de otra época. De una intermedia entre la estilosa frialdad de Mike Hodges y la fiesta de cristales rotos de un Guy Ritchie okupando a la fuerza el garito más chungo del clásico barrio de clase obrera del cine de Shane Meadows.
Si a esos mimbres les añades un sinfín (de verdad, es imposible saberlo de primeras) de golpes imposibles, secos, dientes sueltos, mandíbulas de acero, pinchos y esputos sanguinolentos, el resultado lo tienes en Netflix esperando a regalarte un fin de semana ideal.
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